La foto de la infamia
Prosa aprisa
La foto de la infamia
Arturo Reyes Isidoro
En la capital de un estado cuyo gobernador se regodeó ayer ante el mismísimo poderoso embajador de Estados Unidos, el canciller mexicano, la secretaria de Economía y homólogos suyos del sureste del país; que se regodeó presumiendo que Veracruz es la quinta economía más importante del país y que tiene un potencial energético, y que ha venido alardeando que durante su administración ha disminuido la pobreza (ese tema y el de la seguridad-inseguridad serán los platillos fuertes de su Tercer Informe de Gobierno); que encabeza un gobierno cuya divisa es primero los pobres; que dispone de un Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia que “tiene como uno de sus propósitos fundamentales avanzar en la consolidación de un modelo de gestión institucional que permita asegurar a la población más vulnerable la mayor cobertura posible de asistencia social en el estado”; que se dice de “izquierda”, un sector del espectro político que defiende la igualdad social y el igualitarismo; que los fines de semana se divierte paseando en un catamarán en el río Papaloapan guitarra en mano mientras los pueblos de la región se ahogan por las inundaciones a causa de las lluvias; en la capital del Estado, Xalapa, anoto al inicio del texto, a tres pequeñas cuadras de distancia de un hospital civil del servicio estatal de salud, casi enfrente en diagonal del palacio municipal gobernado por un alcalde de Morena, en el corredor de la fachada principal del palacio de gobierno donde despacha el gobernador, a unos cuantos metros, a unos cuantos pasos de la entrada principal donde hay una guardia de policías –la ha habido desde siempre–, la noche del martes murió abandonado, sobre un cartón que le servía de colchón, al lado de unos zapatos viejos y con una vieja, sucia y roída cobija que lo cubría como único patrimonio, un indigente, el más crudo y contundente testimonio contra un gobierno deshumanizado, insensible, ajeno al dolor de la población, de sus representados, cuyo bienestar se supone que es uno de sus principales motivos.
Personas que se habían compadecido de él habían pegado tres cartulinas solicitando que se le ayudara, porque desde el lunes lo habían visto en mal estado de salud y, según testigos, desde días antes manifestaba un dolor muy fuerte en la cadera que le impedía levantarse, lo que había motivado que los comerciantes vendedores del parque Juárez trataran de ayudarlo llevándole comida, medicamentos (murió sobre un paquete de pañales y con una botella de suero al lado), incluso hubo quienes afirmaron que fueron ellos los que pegaron las cartulinas al ver que nadie del gobierno, ni municipal ni estatal, acudían en su auxilio. “Las autoridades como el DIF municipal se niegan a ayudar a esta persona. Se hace un llamado a la comunidad para apoyarlo, necesita ropa, alimentos, pañales y vitaminas”, decía una. “El DIF se niega a apoyar, aporta lo que tú puedas $$$$ para ayudarlo”, se leía en otra. “Esta persona necesita de tu ayuda, lo que tiene es un grado de desnutrición avanzado, necesita agua, alimentos, y medicamentos para el dolor. Ayúdelo por favor! Ayúdelo”, clamaba una tercera. Nadie del gobierno le llevó siquiera una aspirina, nadie le procuró un consuelo en sus últimos minutos de vida.
Los medios de comunicación dieron fe de los hechos. Registraron lo ocurrido en fotos y videos, imágenes que se pueden resumir en una sola: la foto de la infamia (descrédito, deshonra), de un gobierno que decía en campaña que era la esperanza de México, que no acudió en ayuda de un veracruzano en desgracia seguramente porque no podía posar con una sonrisa al lado del funcionario para la foto que presumiría en las redes sociales, para que todos vieran que son puro y todo corazón. Después de esto qué pueden presumir los hipólitos, el cuitlahuismo en sus próximos informes. Todo lo que piensen decir, presumir, alardear ha quedado ahogado por un hecho doloroso, que los descalifica de antemano.
“No nos quiere”
Hace no mucho, supe de primera mano que en una dependencia del gobierno del estado querían dar a conocer una información y deliberaban a quién filtrársela. Surgió mi nombre y entonces un aprendiz de comunicador social (nunca lo va a ser porque no está preparado para ello) brincó: me vetó con el argumento de que yo no los quiero. Propuso el de otro compañero, y hasta ahí platico.
Cuando Javier Duarte era gobernador, me señalaron de que era yo yunista porque nunca me sometí a la censura que ellos impusieron a cambio de fuertes pagos por no mencionar el nombre de Miguel Ángel Yunes Linares, quien aspiraba a ser gobernador. A Miguel no lo bajaron entonces de “perro”, cuando tuvieron que aludirlo. Este espacio fue el único que lo mencionó por su nombre y con el respeto que merece toda persona. Pero no solo lo mencionaba a él, sino a todos los aspirantes, porque quería un cambio, que no hubiera más duartes, nunca más, en Veracruz. Sugerían incluso que Miguel me pagaba fuertes sumas de dinero hasta que le mostré a alguien, que podía decírselos, que sobrevivía yo a base de préstamos en casas de empeño. Le mostré las boletas de pagos (en los gobiernos me han tenido vetado para no contratarme publicidad, incluido el actual, porque les molestan mis críticas. Ya estoy curtido).
Continúe con mi línea plural, seguí mencionando a todos los actores políticos, de todos los partidos, y cuando me decepcionó el gobierno de Miguel, en este espacio publiqué una columna (para mí histórica, porque no dejaba de temer consecuencias) en la que argumenté por qué no debíamos votar por su hijo. Hubo entonces quienes me acusaron de morenista y de obradorista. También algunos del PRI.
Curiosamente, contra lo que creen algunos, mantengo muchas y muy buenas relaciones con morenistas honestos, decentes, incluso algunos del gobierno, no sectarios, abiertos al diálogo, aunque no estemos de acuerdo, críticos y autocríticos, que defienden y me razonan a favor de AMLO (incluso me han querido adoctrinar regalándome ejemplares de la Cartilla Moral). Disfrutamos los desayunos, las comidas, el café, la plática. Los veo con respeto, incluso a algunos con simpatía y hasta admiración porque son cultos, inteligentes, que sí los hay en Morena. Procuro no perder la pluralidad por respeto a los lectores. Los que dicen que no los quiero es porque no dejo de señalar todo lo que hacen mal o que está mal y porque no he aceptado estarles aplaudiendo.
Me mueve a este comentario un artículo que publicó ayer en El País (este jueves debe aparecer en Milenio) Jorge Zepeda Patterson con un título llamativo: “Periodistas en peligro de extinción”, en el que dice que al periodismo en México le llueve sobre mojado, porque por un lado el presidente lo ataca todos los días y por otro hay un mundo digitalizado en el cual nadie quiere pagar por la información, que ahora es gratuita.
Lo que me interesa de su análisis, porque coincido, es que la belicosidad del presidente “ha hecho trizas el supuesto espíritu de imparcialidad y equilibrio” que el periodismo tendría que profesar. Apunta que el periodismo está respondiendo de manera equivocada a la crisis y que si no corregimos a tiempo estaremos acelerando nuestra propia obsolescencia. Argumenta que el presidente parece no estar consciente de la desproporción de su poder frente al columnista o al periódico crítico, lo que ha provocado una relación más que tirante, lo que ha llevado a que “ambos se conviertan en pluma de vomitar recíproca”. Algo hay.
Y apunta el riesgo: frente a los embates del tabasqueño, los profesionales de la información nos hemos “desprofesionalizado”, lo que atenta contra nuestra razón de ser. Interpreto en pocas palabras lo que quiere decir: al sentirnos agraviados muchos caemos en la tentación de ver solo lo negativo de la 4T, derivamos hacia una prensa partisana (guerrillera) y partidista y perdemos la imparcialidad, la pluralidad y dejamos de formar una opinión pública tolerante e incluyente; informamos solo lo que sea contra la 4T y no vemos lo bueno que tenga, que sí lo tiene.
La verdad no es fácil cuando algunos asumen incluso actitudes de acoso. Pero ese es ahora otro de nuestros grandes retos: no perder la vertical y nuestra razón de ser: el servicio a los lectores.
(Lector, viajo al puerto este jueves. Voy a consulta con el neumólogo. Espero que ya me dé el OK posCovid-19. Ya no me dará tiempo redactar. Nos encontraremos el lunes.)
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