LAS MUJERES LLORONAS DE SONORA

Las mujeres lloronas de Sonora (“lamentatrices”) Por Víctor Manuel Estupiñán Munguía* “Así dice Jehová de los ejércitos: Considerad, y llama plañideras que vengan; y enviad por las sabias que vengan: Jeremías; 9:17, Reina Valera 1909 Los símbolos del dolor también requieren una expresión determinada. Sin embargo, para llorar se requiere una buena justificación: un dolor, una pena, sufrimiento profundo, alegría y locura. No es fácil llorar sin motivo real, pero desde la antigüedad han existido sobre todo mujeres, que lo han hecho por encargo. Es decir, por dinero o, en su defecto, por mandato soberano. “Las mujeres lloronas” juegan un papel muy importante entre las expresiones sociales del dolor de las diferentes culturas del mundo.Por ello son arquetipos, pues aparecen en códices, cerámica, tumbas, lápidas, entre más. En la Biblia también aparecen algunas veces. Una plañidera (del latín “plangere”), eran las que encabezaban las emociones de los dolientes. En ellas recaía el “dar las lágrimas al muerto”. Y ello simbólicamente también significaba pedir perdón al difunto. Las lamentaciones se institucionalizaron desde la antigüedad. En Egipto, Roma, Grecia, África, Asia y, por todo el mundo. Sus poderes son: llorar, gemir, se lamentan, suspiran, se ahogan, desmayos, gritos y sollozos. En la antigüedad se usaba que la “praefica”, es decir, la principal llorona y lamentadora, llevaba un vaso que se llamaban “lacrimatorios”, donde recogía las lágrimas de los presentes y se le hacía acompañar al difunto como símbolo del dolor por él. En muchas partes de la república se han utilizado a las “mujeres lloronas”, con el fin de teatralizar un dolor o una pena que no se siente realmente o, la existente exacerbarla, con diferentes objetivos. Ya fuera para demostrar qué tanto se le quería y, los supuestos lazos profundos de amor, etc. Por ejemplo, en la actualidad, en San Juan del Río, Querétaro, se realizan concursos y se les premia a la mejor. A estas señoras y muchachas se les llama “plañideras”, eran y son verdaderas lloradoras de oficio. Mejores teatreras no hay. Son unas profesionales en las puestas en escena del dolor, en las ceremonias para “despedir al difunto”. Eran las que lideraban y provocaban los lloridos y, hasta ataques y desmayos, para que los parientes, gente conocida y también desconocida que asistían, se sumaran al sufrimiento del “difunto tan querido”. Por supuesto que cobraban a los que las contrataban “por debajo de cuerda”. Entre más se le lloraba al muerto, más plusvalía demostraba tener respecto a lo que fue su vida y, por consecuencia, “se le lavaba su imagen” de pecados y demás conductas antisociales y “chismes”, que en vida habían puesto en duda la honorabilidad del difunto. Al mismo tiempo que a sus sobrevivientes les tocaba los beneficios de dicha limpieza. Estas señoras y damas que en algunas partes también les llamaban “las viudas negras”, debido a que asistían de cabeza a pies de color negro. Ese era su uniforme profesional. En pocas palabras eran las que orquestaban y organizaban el sufrimiento entre los asistentes. Eran unas farsantes de lágrimas y dolor del alma. Coros terrenales del sufrimiento al mejor postor. La mercantilización del duelo. Llorar por “encargo”. Era un negocio familiar, que algunas veces se contrataban a varias mujeres de diferentes familias, según la capacidad económica del contratante. No había rito funerario de clase alta, sin plañideras. Eran las que ponían el clima fúnebre. Había veces que lloraba una y después las demás entraban en coro. Pero también tenía un lado terapéutico, un desahogo, ya que “facilitaba” o detonaba a que las gentes y familiares lloraran con mayor facilidad, al hacerlo todos juntos. Similarmente a lo que sucede con “la risa loca” o “la yoga de la risa”. Se pensaba que se requería de un “buen despido” para los difuntos y, que consistía en demostrarle amor para que se fuera conforme. Había tonos para las plañideras, es decir, desde llorar en tono bajo y, entre suspiros y suspiros, hasta gritos y desmayos o, en su defecto, abrazos y colgarse del ataúd. En algunas culturas se usaba que ensayaran, es decir, eran profesionales. Y dichos oficios se transmitían de generación en generación. En Sonora, había veces que coincidían también rezadoras y, cuando no, también se invitaban a “las rezadoras” y a “las cantoras”. Todas ellas eran tratadas con distinción. Sabían de antemano que los momentos especiales en un velorio para “dejar soltar el llanto”, eran cuando llegaban algunos de los familiares o amigos íntimos del difunto y de la familia. Al igual que en los momentos espaciados de cada hora y, después de cada rosario, antes y después del rito cristiano (misa), al tapar el ataúd y, en el momento de sepultarlo en el panteón. Ese era el modelo más o menos sincronizado para “dejar soltar el llanto”. En Sonora también se usaron las facilitadoras del llanto. Las lloronas de Sonora tenían que asistir a su trabajo vestidas de negro. Falda y blusa negra, así como rebozo y medias negras, esta última con “popote”, es decir, con un borde por la parte de atrás. En Sonora los dueños de las carrozas orientaban sobre las direcciones de las lloronas a los individuos fuereños que de paso llegaban y deseaban sepultar a alguien. La carroza fúnebre de Ures, con sus 4 penachos negros aún existe en el museo de esa ciudad. En Hermosillo, el señor Carlos M. Calleja también era dueño de carrozas y facilitaba el acuerdo con lloronas. En una ocasión, un señor de Hermosillo y familiar del difunto, cuando vio llegar a las 3 lloronas temprano que había contratado, les dijo que de una vez les iba a pagar los 30 pesos antes de que empezaran a llegar las gentes; extendiéndoles un billete de 50 pesos y, aquellas mujeres vestidas de cuervo le dijeron que no tenían el cambio, pero por la diferencia ofrecían tres ataques hasta caer al suelo y un “patatús” muy real. *Víctor M. Estupiñán Munguía: Artesano de la palabra, escultor de ideas, danzante de emociones, arquitecto de sentimientos, pensador por distracción Cósmica, contador de estrellas por insomnio creativo, pintor de sueños por terapia humanista, especialista en transgredir las reglas ortográficas de la Real Academia Española, con neurosis cultural debido a que no puedo crear poemas que lleguen al corazón, chingólogo y sonorólogo, víctima de la libertad, democracia y ecocidio del capitalismo bárbaro, pero con licencia de la Madre Naturaleza para cortar flores y olerlas.- Miembro de S.I.P.E.A. (Sociedad Internacional de Poetas, Escritores y Artistas)- Sonora “Por la paz del mundo” victor-79@live.com.mx

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