Y CÓMO NO HACERLO, SI ÉL ES MI PADRE
02 de Noviembre de 2014
Existen hombres únicos que tienen un alma tan grande como sus deseos de ayudar. Hombres que encuentran en el camino de Dios la forma más noble de servir a su pueblo.
Monseñor Sergio Obeso Rivera, es un ejemplo de virtud para todos los mexicanos. Mi más sincero reconocimiento y admiración por su incansable labor de brindar el consuelo de la fe y dar una mano bondadosa a miles de veracruzanos.
Precisamente, el viernes pasado, el 31 de octubre, tuve fortuna de unirme al festejo de sus 83 años de vida y 60 años de carrera eclesiástica. Ahí, volví a estremecerme ante el testimonio, que se suma a miles de voces, sobre la capacidad evangelizadora del Arzobispo emérito Sergio Obeso Rivera, quien nos ha dejado su fe, sus valores y nos ha permitido acercarnos más a Dios.
A lo largo de su vida, monseñor Obeso ha estado cerca de los más necesitados, brindándoles su ayuda espiritual y material. Quiénes lo recuerdan en su niñez, en Las Vigas y en Xalapa, Veracruz, confirman su notoria vocación hacia la fe cristiana, la cual reafirma al ingresar al Seminario una vez concluida la escuela primaria, aquél 23 de enero de 1944.
Precisamente, es en el Seminario de Xalapa donde conoció a otro gran y ejemplar veracruzano, a Don Jorge Isaac Saldaña Hernández, a quien recordamos en apacible plática, al sorprenderse monseñor de tan repentina y lamentable partida. Viniendo a su memoria gratos momentos compartidos, uno de ellos, plasmados en una fotografía donde el maestro Saldaña aparece con su ajuar seminarista.
Posteriormente, el 10 de octubre de 1947, monseñor Obeso es enviado a continuar su formación en la Pontificia Universidad Gregoriana en la ciudad de Roma, en Italia, conociendo a entrañables amigos: Guillermo Ranzahuer y Samuel Ruiz, quienes fueran Obispos de San Andrés Tuxtla y de San Cristóbal de las Casas.
En su larga carrera eclesiástica, monseñor Obeso ha sido obispo de Papantla, Arzobispo Titular de Uppenna, Arzobispo de Xalapa, presidió en tres ocasiones la Conferencia Episcopal Mexicana, así como la Comisión Episcopal de Pastoral Social en dos ocasiones.
En el marco de las dos celebraciones de monseñor, Su Santidad el Papa Francisco mediante una misiva fue el primero en felicitarlo con motivo de las seis décadas de ordenación sacerdotal, asegurándole “…un recuerdo en la oración, para que esta celebración sea un impulso en su camino hacia la santidad, como testigo fiel de Cristo y mensajero valiente del Evangelio…”
Sin duda, es admirable la calidez humana que trasmite monseñor Obeso y más admirable aún su inagotable deseo de formar con los valores cristianos. En su peregrinar, siempre ha contribuido a la paz y la estabilidad, acercando la fe cristiana, en una búsqueda permanente del bienestar total del ser humano. Nuevamente mi admiración y mi respeto a un hombre único.
Antes de retirarme del merecido y cálido festejo, le expresé al Arzobispo Hipólito Reyes Larios mi admiración por la gran humildad mostrada. Siempre discreto, a una distancia sensible, en diversos momentos atrás de monseñor. Con un semblante afable, bondadoso, dándole siempre su lugar, inclusive al momento de bendecir los sagrados alimentos.
En esa atmósfera de fe, de cariño, de apego, de reconocimiento, el Arzobispo Reyes Larios me expreso natural y entrañablemente: Y cómo no hacerlo, si él es mi Padre.
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