EL ROBLE QUE ARRAIGÓ PARA LA ETERNIDAD

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Por Nina Salguero

Días antes hablé con Don Pedro Paunero…¡ Hasta luego ! me despedí de él, vía telefónica…ese hasta luego significaba vernos algún día más allá de ésta vida, en otro plano,  estoy convencida que las almas de nuestros amigos y seres queridos siguen con nosotros, están un tiempo aquí en la tierra inspirándonos y les duele vernos llorar.

Hay velorios que pudieran parecer irrespetuosos, el amor profesado a Don Pedro por sus hijos fue una velada literaria recordando su vida, sabiendo que la muerte de todos es inminente y al mismo tiempo pasajera, algunos tomaron la palabra para recordarle.

El día que falleció Don Pedro, el ave canora conocida como primavera entró por la puerta semiabierta de la casa amarilla y cantó como nunca, luego voló al Oriente, pensé en Don Pedro y tuve la certeza que se iba, que el cordón de plata se había roto.

 

“Acuérdate de El antes que se rompa el hilo de plata, se quiebre el cuenco de oro, se rompa el cántaro junto a la fuente, y se haga pedazos la rueda junto al pozo; entonces volverá el polvo a la tierra como lo que era, y el espíritu volverá a Dios que lo dio…” Eclesiastés.

 

 

EL RECUERDO

 

No quise ir en auto al cementerio, decidí acompañar caminando  al amigo hasta su última morada... su hijo Pepe, formó parte del cortejo y recordando  a Don Pedro con cariño y decidí platicar la historia de Atila.

Atila fue un gallo negro hermoso, su cresta roja y brillante contrastaba con su plumaje; pero Atila de inicio no parecía que fuera a vivir,   pues cuando lo compré estaba casi agonizando ( lo negocié con el dueño que al ver el estado del ave, su costo fue casi un regalo). No tengo empacho en contarles que lo quería para una limpia pues de acuerdo a mi comadre Blanca  mi suerte cambiaría si me barría con un gallo o una gallina negra-  - La veo muy pálida comadre Nina-  ¡ Yo la curo ! . El pobre gallo ignoraba su suerte, la comadre se hizo ojo de hormiga no hubo tal limpia  y decidí que Atila sería mi despertador si es que vivía pues el gallo se observaba   muy,  muy mal;  después de cuatro días de ser un animalito  sin  posibilidades de vida se transformó en un soberbio animal con un canto tan fuerte que despertaba a mis vecinos del edificio.

Decidí sacarlo al patio, enfrente tenían su casa don Pedro y su familia; Atila cantaba a las tres, a las cinco, a las seis y ya tenía hartos a todos los vecinos, entre ellos a Don Pedro Paunero, el cual justamente molesto me pidió que me llevara al gallo a otro lado o que lo vendiera.

Encariñados mis hijos con Atila ya ante el drama que significaba separarnos del animalito   decidimos darlo en adopción, mentiría si no les cuento la historia completa pues cuando Atila estaba aún con nosotros y yo veía salir de su casa  a Don Pedro, prefería esconderme.

II

El cortejo fúnebre, llegó al Panteón Galeana donde ilustres familias reposan veo a Pedro, a sus hermanos Julio, Pepe… a Anita,  a la mujer de ojos tristes que fue su compañera, veo al  Jr.  como pilar de su familia y le doy un fuerte abrazo, quisiera abrazar a todos los dolientes,cuento  a mi alrededor las lápidas y checo el detalle,  no ocultarán de la mirada de don Pedro el agua casi inmóvil del estero,el pasto del campo de fútbol al fondo, un pedazo de cielo azul;   Karol Wojtyla en su TRIPTICO ROMANO viene a mi mente:

“llegan desnudos al mundo y desnudos volverán a la tierra de la cual fueron sacados) hasta el Fin, la cumbre de la transparencia  La transparencia de los hechos -/ La transparencia de las conciencias- Cada hombre es llamado a recuperar de nuevo esta visión”

DON PEDRO PAUNERO 005

Veo varios árboles de aroma cedreno, hay cerca de cinco o seis cedros en uno de ellos un nido,  si, en ese nido vive el ave canora que avisó de su adiós… pregunto si hay más árboles, busco…alguien da una mini-conferencia y habla de una UMA, en mi casa hay una maceta con un bosque de cedros enanos , volaron las frágiles semillas  como lluvia de pequeñas alas color café rojizo y  los árboles en ciernes  nacen por doquier, solo preguntaba si había más cedros, porque en el lugar donde fue sepultado don Pedro, había arraigado  para la eternidad un Roble, ÉL.

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