VÍRGENES DE HERMOSILLO Y MAGDALENA VUELVEN LOCOS A “ LA BOLA” REVOLUCIONARIA DE VENUSTIANO CARRANZA

 

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Vírgenes de Hermosillo y Magdalena vuelven locos a “la bola” revolucionaria de Venustiano Carranza

Por Víctor Manuel Estupiñán Munguía*

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“Sonora querida tierra consentida de dicha y placer,

extraño tu suelo y cifro mi anhelo en volverte a ver,

tus lindas mujeres encienden quereres, son hembras de amor,

tienen lindos ojos y labios tan rojos que son un primor”.

Canción “Sonora querida”

Mujeres sonorenses arrasan con el ejército constitucionalista

En el libro titulado “Los Sonorenses y su identidad cultural”, incluí un capítulo que le llamé “LA LUNA EN SONORA, LAS CURVAS DE LAS DUNAS…DE  LA SIERRA Y EL MAR”, el cual está dedicado a las mujeres sonorenses.

Es decir, a su esencia desarrollada en las diversas subregiones que presenta el Estado, encontrando cuatro perfiles bien caracterizados los cuales son: “la mujer de la Pimería Alta”, “mujer de la Pimeria Baja”, “la mujer de oro” y, “la mujer versátil o cosmopolita”.

Ahora bien, cuando Don Venustiano Carranza visitó Sonora y, se dirigió de Hermosillo a nogales y luego se devolvió, pasaron las respectivas noches en magdalena Sonora y, cuál sería su sorpresa y la de su tropa, que al admirar las mujeres de ese pueblo, la verdad es que se quedaron maravillados con las féminas de estas prodigiosas tierras calientes.

Que conste que sólo vieron a las mujeres de la Pimería Alta y de Hermosillo, estas últimas, eran una síntesis de las otras subregiones y clasificaciones.

Pero mejor entérense de cómo sucedieron los hechos, he aquí:

En el libro de Martín Luís Guzmán, titulado “El águila y la serpiente”, 1998, pág. 66 dice: “_¿ Ve usted lo lindas, lo atractivas, lo acogedoras que son las muchachas que ahora danzan ante nosotros? Pues, créamelo: casi no existen si

se les compara con las del pueblecito de Magdalena. ¡Ah, aquellas! Para describirlas no alcanzaría el lenguaje. ¡Bástele saber que Gustavo Garmendia tuvo allá, la noche del baile, hasta cinco novias...”,

Este texto se refiere a que se están comparando las mujeres de Nogales con las de Magdalena Sonora. Saliendo más bien libradas estas últimas, puesto que los

calificativos son referentes tanto a cantidad como “calidad” según sus

percepciones muy particulares. He aquí lo que se señala:

“ “...: en Magdalena pasaban de ciento las doncellas bonitas y casaderas y no

había ni un varón en estado de casarse, descontados los chinos.” Quizá un

motivo en la candidez del trato y comportamiento de las mujeres de Magdalena para con las tropas en general lo sea el hecho de la escasez de varones en dicho pueblo. Tan es así que también se consigna literariamente un dato que nos proporciona seguridad en nuestra hipótesis. Es la siguiente:  

“Semanas antes, cuando don Venustiano se detuvo allí al ir de Hermosillo a Nogales, ellas_ tan hospitalarias, tan entusiastas_ lo habían agasajado con un baile que hizo época; por lo cual él se sentía ahora obligado, para cuando regresara de Nogales a Hermosillo, a detenerse otra vez en el pueblo y corresponder a sus admiradoras con una fiesta más fastuosa aún que la otra.”  

Sin lugar a dudas que la propia escasez de hombres influyó para que sus comportamientos fueran hospitalarias y entusiastas demás.

Otra cita que no debemos dejar a un lado es: “Ellas, vueltas una sola sonrisa de amable acogimiento, esperaban, agrupadas en racimos copiosos, sobre el polvo vil de las entrevías. Su saludo salió a encontrarnos al camino.” Pág.67

Ante un realidad tan falta de hombres, las mujeres de Magdalena no se podían “poner los moños” y ante la posibilidad de que aquellos hombres del pelotón estuvieran casados o fueran solteros, ellas decidieron externar su postura, la cual fue la siguiente: “_ No, no_ las oímos decir en el acto, con unanimidad profusa, parlanchina_ Eso no queremos saberlo, ni nos importa. Solteros o casados, para nosotros igual valen. Ya sabemos que de los dos o tres días que van a permanecer aquí no saldrá ningún casamiento. Seamos pues buenos amigos y diviertámanos (sic) sin tomarnos demasiado en serio. ¡sorprendente manera de hablar! Yo la encontré admirable.” Pág. 68

Ahora bien, el pragmatismo de los sonorenses como una parte de su esencia sale a relucir en la toma de solución que dan las mujeres de Magdalena, ante la posibilidad de toparse seguramente con hombres tanto casados como solteros. Incluso, el propio autor se sorprende de la salida tan sabia y dejándolo por escrito: “¿Qué pueblecito era aquél, cuyas niñas de diecisiete y diecinueve años se expresaban con más honda sabiduría que las mujeres de treinta en los salones del gran mundo?”     

La mujer sonorense es de carácter decidido, proyectan seguridad y son generalmente altivas. Por si existe alguna duda, tenemos que se registró una percepción en este sentido, por parte del autor el cual por cierto, estructuró así:

“Ellas, en el corro(sic) que nos rodeaba, se apoyaban unas en otras con aire de provocación, de desafío, e imprimían al enlace de sus brazos un vago  acento de seguridad, de previa afirmación de ser ellas las que pronto mandarín y nos dominarían a su antojo. ” pág.  68

Pero ¿cómo eran las mujeres de Magdalena físicamente en esa época?  “Las había rubias y morenas; de grandes ojos verdes, donde la claridad se hacía profunda; de grandes y rasgados ojos negros, donde la negrura se perdía en brillos. La tez de sus rostros, clara u oscura, era de una tersidad limpia y pareja; las frentes, despejadas; el porte, franco y resuelto; los trajes, pulcros, graciosos; bellos y bien calzados sus pies.”  Pág. 68

Esta cita nos hace pensar de que las mujeres de Sonora son completamente diferentes a las demás mujeres que habían conocido “la bola” revolucionaria.

Magdalena, paraíso de Evas sin Adanes

Las mujeres de Magdalena fueron tan prácticas que incluso sostuvieron lo que habían dicho cuando muy recientemente llegaron los hombres de la “bola”, en el sentido de que solamente jugaron y cumplieron una aventura por demás necesaria en la práctica erótica (¿?), esto, debido a que los propios hombres percibieron tales comportamientos. He aquí su dicho por medio del autor:

“No eran pocos los revolucionarios jóvenes y apuestos de que proveía su séquito don Venustiano. Así y todo, a cada uno de ellos podía corresponderle en Magdalena,  repartiendo las posibilidades a prorrata, un número de novias, exactamente igual al que había hecho clásico la tradición de Gustavo Garmendía.

Fue la regla de ellas la que se impuso en el reparto: nació por doquiera un profundo impulso a buenos amigos y divertirse sin tomar las cosas demasiado en serio. Burla burlando, raro era quien a los dos días del arribo no se hallaba ya sujeto a más compromisos que los que podía cumplir. Bajo el tupido follaje de la placita (corrían las primeras horas de la noche; tocaba la banda) las voluntades coincidían y se aunaban. Los sitios más frecuentados eran unas calles de árboles, largas y umbrosas, en cuya perspectiva lejana se quebraban entre las ramas los rayos de un farol. Allí_ fácil pureza original de lo desinteresado, de lo atélico_ se trataba el juego sin principio ni fin, porque aquello no conducía a nada ni se proponía nada diverso de sí mismo. Y como, al menos en cuanto se refiere a ellas, se trataba de seres perfectamente honestos, las artes del juego de amar con que las parejas se entretenían se relacionaban menos con las verdaderas lides amorosas que con el aroma de esas lides. En eso están acordes todos los testimonios. El mundo de las vírgenes de Magdalena era un paraíso con  Evas y sin Adanes.” Pág. 69

Deleite contra deleite

En dicha obra literaria encontramos expuesta una situación muy particular en cuanto al “gusto” de las mujeres sonorenses. Concretamente entre las mujeres de Hermosillo y las de Magdalena, he aquí lo que sucedió: 

“...Una tarde llegaron de Hermosillo Enrique C. Llorente y no recuerdo quiénes más, en compañía de nutridos y hermosos  grupos de muchachas pertenecientes a las mejores familias de la capital del estado. Porque Carranza, que aplicaba hasta en los fandangos, a que era tan afecto, el principio de dividir para reinar, sin duda había querido que al baile de Magdalena asistieran representantes de la sociedad de Hermosillo, pues así la alta tensión aumentaría los resplandores. Las señoritas de Magdalena, en efecto, al ver que se les ponía delante una falange de competidoras, se encresparon, con lo que vendrían a beneficiarse el Primer Jefe y su comitiva. Porque ellas no culpaban, por la ofensa que se les infería, a los métodos políticos de la Revolución, sino al modo de ser hermosillense; y, en vista de ello, se lanzaron sin pérdida de tiempo a un duelo terrible que demostrara cómo las suyas eran las mejores armas. ¿Ciertamente lo eran? Los más gallardos de nuestros oficiales probaron las armas de ambos lados y quedaron indecisos. “Deleite_ decían_ contra deleite.” ” pág. 70  

Con este resultado tan empatado se demostró que las mujeres tanto de Magdalena como de Hermosillo eran sorprendentemente inigualables.

Sin embargo, hoy, las mujeres sonorenses generalmente las encontramos enfermas, con sobrepeso, gordura, diabetes, colesterol, gota, artritis, cánceres de pecho, matriz, etc., esto último como consecuencia de tanta contaminación de minas, cultivos de alto rendimiento, sobre todo en Obregón Sonora, el Citrat aquí en Hermosillo, entre más.

A pesar de todo el deleite continúa, las multi-enfermedades también…

* Víctor M. Estupiñán Munguía: Pensador por distracción Cósmica, contador de estrellas por insomnio creativo, pintor de sueños por terapia humanista, especialista en transgredir las reglas ortográficas de la Real Academia Española, con neurosis cultural debido a que no puedo crear poemas que lleguen al corazón, víctima de la libertad, democracia y ecocidio del capitalismo bárbaro, pero con licencia de la Madre Naturaleza para cortar flores y olerlas.- 

Miembro de  S.I.P.E.A. (Sociedad Internacional de Poetas, Escritores y Artistas)- Sonora- “Por la paz del mundo”,      victor-79@live.com.mx.

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