SANTA ANNA: NO ERA UN ANGEL, PERO NO ERA UN MONSTRUO
Entrevista con el historiador británico Will Fowler
Edgar Onofre
Una de las conclusiones a las que el historiador británico Will Fowler llegó tras 20 años de investigación sobre Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón fue que éste había sido un militar valiente: lideraba a sus tropas e iba hasta adelante en la batalla
Luchó el norte, en La Angostura. En Cerro Gordo. Contra los españoles en 1829 y contra los franceses en 1838, en vez de quedarse en Palacio Nacional y enviar a otros generales, fue a la batalla.
Tuvo victorias muy importantes: en Tampico, en 1829, contra los españoles, que consolidó la Independencia de México.
En 1838, cuando lanzó el contraataque contra la invasión francesa y perdió la pierna. En 1835, tras de la batalla de San Jacinto, los abolicionistas y los esclavos de Texas lo saludaban a su paso como un héroe en la batalla contra de la esclavitud.
Fue un mal estratega, un general que decidió atacar a los españoles en Tampico (1829) en medio de un huracán. Al final de su vida, se lamentaba de sus 19 años en el exilio, vilipendiado, acusado de traición, algo que no podía entender, y decía: “Si yo me hubiera muerto en el 38, contra los franceses, ahora sería un héroe”.
Fowler, autor de la biografía publicada en español por la Editorial de la Universidad Veracruzana (UV), conoció a dos de los últimos descendientes de Santa Anna en la Ciudad de México, gracias a una afortunada casualidad. Y aún hoy, ambos se guardan de presumir el parentesco.
¿Por qué sería tan importante para un país conservar a uno de sus villanos favoritos?
Para mí, es problemático porque interfiere con una comprensión más justa del acontecer histórico. El problema de tener héroes y villanos es que una vez que se crea esa visión histórica maniquea se impide la comprensión del pasado.
Los buenos se convierten en santos y no hay manera de criticarlos. Y, por otro lado, se dificulta entender el pasado. Es decir, si Santa Anna fue tan terrible, cómo es que mexicanos ilustres de diferentes bandos, en diferentes momentos, exigieron y le pidieron que regresara el poder.
Es un problema que viene de años de tener una historia oficial plena de textos escolares que repiten ciertos mantras. Hay los buenos, hay los malos. Y por otro lado, surge de una visión elaborada del pasado que, en teoría, se construye para justificar el presente.
¿Para legitimar al grupo en el poder?
Así es. Habría que encontrar una manera de entender el pasado sin juzgar. Claro que se puede juzgar, pero no hay que buscar hacerlo; lo importante es entender.
Cada contexto histórico es diferente. Desde el presente, y sabiendo lo que pasó después, es muy fácil pensar que uno hubiera hecho las cosas de otra manera. Pero desde la perspectiva de ese contexto, entendiéndolo con lo que se sabía en ese momento, las opciones eran limitadas.
A partir de 1998, Santa Anna se convirtió en una obsesión para Fowler. Profesor de la Universidad de Saint Andrews, la más antigua de su Escocia natal, Fowler llegó a Santa Anna mientras estudiaba a Jose María de Tornel y Mendivil. “El número dos, su gran asesor, su propagandista, su informante desde la capital, conspirador por excelencia que realizó toda una serie de movidas para ayudarlo”, explicó.
“Al estudiar a Tornel me di cuenta que Santa Anna poseía una coherencia ideológica y una evolución política, que no era un personaje siniestro. Como todo político no era un ángel, pero tampoco era un monstruo”, explicó.
Para el historiador, si una persona respetada en su época, como Tornel, a quien se admiraba por su pensamiento político y su prosa, era un dedicado santannista, “no concordaba con que Santa Anna fuera el gran traidor, el gran monstruo, el gran vende patrias. No me cuadraba”.
Una leyenda negra que no se sostiene en documentos
Puesto a investigar a fondo a Santa Anna, Fowler miró documentos originales, fuentes primarias. “Verdaderamente hay una leyenda negra que no se sostiene en los documentos”, concluyó tras la investigación.
“Santa Anna fue culpado de todo lo malo que pasó en las primeras décadas nacionales. Fue una acusación que ahora se entiende cómo y por qué surgió: hubo una serie de actores interesados que crearon ese mito. En particular, tras la guerra con EUA y el trauma de la derrota, se buscó un chivo expiatorio y Santa Anna fue el comodín perfecto”.
De ahí que la biografía “Santa Anna”, publicada por la UV, es una visión del político y militar “que no necesariamente pretende juzgarle pero que sí muestra que hay una serie de acusaciones que no se sostienen en la realidad”, añadió.
¿Quién y por qué origina la leyenda negra de Santa Anna?
A lo largo de su vida, Santa Anna tuvo críticos feroces, como todo político. En plena guerra contra EUA, el diputado Ramón Gamboa hizo la acusación en el Congreso de que Santa Anna se vendió a EU. Ahí empezó el mito. Y una vez que se pierde la guerra, la acusación tuvo más impacto.
Pero donde verdaderamente la leyenda negra cobró importancia fue más tarde: Aún con la derrota contra Estados Unidos, Santa Anna regresó al poder en 1853. Radicales puros y conservadores quisieron que regresara al poder.
El mito no tenía fuerza aún, sino que vino más tarde, con la victoria de Juárez, que fue santannista en 1832, pero que cuando llega al poder fue un enemigo acérrimo de Santa Anna. Ahí se continuó fomentando la leyenda que después otros historiadores apoyaron, ya en el Porfiriato, cuando se quería resaltar el orden, la estabilidad y la paz porfiriana. Y qué mejor manera de hacerlo que exagerando la inestabilidad de las primera décadas nacionales.
Desde entonces empezó esa versión de la historia y no ha cambiado.
Y es que el problema de la narrativa de la Historia es quién la ha elaborado y por qué. Aunque habría que matizar, hemos dicho que de cierta manera es la visión oficial la que legitima la Historia, pero llega el momento en que ya son tantos años de repetir el mantra que la versión corriente ya no tiene que ver necesariamente con la gente que está en el poder.
Juárez santannista
“Hubo una versión de Santa Anna que era liberal, republicano, federalista y amigo de Vicente Guerrero –quien fue padrino de una de sus hijas–. Estaba en ese bando.
”En 1832, durante el conflicto contra el gobierno de Anastacio Bustamante (de tendencia centralista, conservador, tradicionalista), un joven Benito Juárez apoyó, desde Oaxaca, al movimiento de Santa Anna y una serie de pronunciamientos que llevaron a la guerra civil que obligó a Bustamante a dejar la presidencia.
”Después esa historia de Juárez apoyando a Santa Anna cambió. Para Juárez, éste representaba una visión militarista que iba en contra de su propia visión de México y los dos empezaron a tener una relación muy difícil, especialmente después de que en 1848 las tropas de EUA entraron a la Ciudad de México.
”Santa Anna salió de la ciudad con la intención de seguir la guerra y él y Juan Álvarez decidieron ir a Oaxaca, donde todavía no habían llegado los gringos, y formar un nuevo ejército para regresar y tratar de liberar la Ciudad de México. Al llegar a Oaxaca, Juárez le prohibió entrar y de ahí el odio hacia el oaxaqueño.
”No le quedó más que salir del país. Pero cuando regresó al poder, en 1853, exilió a Juárez. En 1867, hacia el final de la guerra de intervención francesa, cuando las fuerzas mexicanas ya ganaban, Santa Anna casi libera el puerto de Veracruz. Los norteamericanos, que apoyaban a Juárez, intervinieron para evitar que Santa Anna pudiera desembarcar; éste se fue a Yucatán, donde desembarcó y fue arrestado por órdenes de Juárez.
Lo llevaron a juicio en Veracruz. Juárez era de la idea de que a Santa Anna se le aplicara la misma ley que fusiló a Maximiliano, Miramón y Mejía. Pero como Santa Anna fue juzgado en Veracruz no se le perdonó pero tampoco lo fusilaron. Se le condenó por una infracción llamada “conato de incidencia” y lo exiliaron. Juárez, furibundo porque no se le obedeció y no se fusiló a Santa Anna, encarceló seis meses en San Juan de Ulúa a los seis militares que conformaron la corte marcial”.
Santa Anna en su tierra
En su biografía, Fowler dedica especial atención a la relación de Santa Anna con su tierra natal, Veracruz. “Pasó más tiempo en Veracruz que oficiando de presidente en la Ciudad de México. De hecho, ya como presidente, tan pronto como podía regresaba a Veracruz.
”Lo que realmente le importaba eran las haciendas de Veracruz. En realidad era un hacendado al cual recurrían los políticos de la capital cada vez que llegaban a un callejón sin salida. Aparecía entonces como el salvador de la patria, hacía de árbitro y regresaba de nuevo a sus haciendas.
”Y era un hacendado dedicado, que arrendaba sus tierras con instrucciones muy precisas. Y como tal se convirtió en la figura más importante del estado de Veracruz, porque controlaba la carretera que va del puerto a Xalapa, por la que, en ese momento, pasaba todo lo que entraba y salía del país.
“Si él quería influir en la política nacional lo único que tenía que hacer era parar, tomar la aduana, quedarse con el dinero y no dejar entrar ni salir el comercio. El gobierno tenía que escucharlo”.
En medio de héroes y villanos y del oficio de historiador, ¿no le seduce la idea de la novela o del romance?
Como buen historiador profesional, me he tenido que reprimir de fantasear. Lo que yo he escrito es historia, no una novela, pero la de Santa Anna es una vida muy novelesca; no se pierde el romance con escribir una historia donde no hay buenos y malos. De hecho, es más romántico.
Mi padre era un experto en Shakespeare y, de cierta manera, Santa Anna es como uno de esos personajes shakespearianos: con todos esos errores y problemas, muy humano, que no es perfecto, con buenas intenciones pero que comete errores garrafales.
Hay en su vida un elemento de tragedia: él se consideraba a sí mismo un patriota pero, al final y durante 19 años, fue acusado de traición. Hacia el final de su vida perdió un poco de norte, se hizo mayor y perdió control de lo que estaba pasando, la gente lo engañó.
Debemos aproximarnos a la Historia como nos aproximaríamos a la vida: evidentemente debe haber personas malvadas, pero muchas veces los malos quizá no fueron malos, sino que cometieron errores porque estaban en un contexto muy particular, con elecciones muy difíciles de tomar. Con toda razón, podemos decir: “Esta decisión fue mala”, pero decir que la intención era robar al país o, como acaba la novela de Enrique Serna, El seductor de la patria, que lo que quiso fue fastidiar a México… yo no veo eso.
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