LOS CINCO GABINETES (ejes) TEMÁTICOS DEL GOBIERNO FEDERAL

POR LA VERDAD Y LA CONFIANZA

 

Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo

Siempre me había cuestionado, al revisar la historia y sustento de la estructura de la administración pública federal en el país y por consiguiente la estatal, en mis clases en la universidad o recibiéndolas cuando cursaba el doctorado y después del análisis me llevaba a la siguiente afirmación que siempre he defendido: es un error delegar por sectores las acciones de gobierno cuando no se establecen estrategias de unidad o de convergencia entre ellos, con el riesgo implícito de desvincular o feudalizar los esfuerzos de las dependencias y ello lleve a que no se responda con prontitud y menos se solucionen los problemas, como la sociedad necesita.

Y… en su momento, se me tachaba de ver las cosas demasiado complicadas, pero el tiempo me da la razón.

Porque, si revisamos cuál ha sido la estructura tradicional de la administración pública no sólo en México, sino en Hispanoamérica, nos recuerda que aproximadamente desde el siglo XVIII, ésta ha tenido que cubrir una serie de modelos sociales y económicos, confluyendo en ellos circunstancias que crean las condiciones de cambio, de donde se han generado, muchas de las formas de la estructura de las instituciones que continúan vigentes hasta el presente. Y si se revisan algunos períodos, como por ejemplo, el que va de 1750 a 1850 se observa que es en éste cuando se desarrollan los rasgos característicos de la administración pública moderna y así lo hacía notar Max Weber, cuando afirmaba que: “la aparición e incremento creciente de la administración burocrática es el germen del Estado moderno occidental” (Weber, 1999: 178). 

Los planteamientos de Weber, sobre la administración pública, los explicaba “en los aparatos administrativos con rasgos burocráticos que adoptaban los estados para facilitar su progreso y desarrollo”. Por lo tanto, la estructura con rasgos burocráticos -en el sentido weberiano (no en el sentido deformado que se le atribuye al concepto “burocracia” en el presente), se basaba en ciertos principios formales generales: alta racionalidad, legalidad, jerarquía, regulación, inspección, formación profesional (basada en el mérito, rigurosa disciplina y vigilancia administrativa). Luego entones, la burocracia, a decir de Max Weber, era la que hacia posible una  organización sustentada en la: precisión, continuidad, disciplina, rigor y confianza; así mismo en la buena calculabilidad, intensidad y extensión en el servicio, la aplicabilidad formalmente universal a toda suerte de tareas y la susceptibilidad técnica de perfección para alcanzar el óptimo en sus resultados (Ibid: 176, 178, 180).

Sin embargo, al cabo del tiempo estos principios se fueron desvirtuando e hizo que variaran los modelos y  formas de estructura de la administración pública de los países. Esto hizo además que algunos estados lograran evoluciones altas, incluso haciéndolo a costa de los demás. Es decir, unos se fortalecieron en la medida en que debilitaron o truncaron el desarrollo de otros, mismos que posteriormente se reconocerían como las sociedades en desarrollo, “donde muchas estructuras administrativas formales sólo se instituían artificialmente como fachadas, cuando en realidad el trabajo administrativo práctico daba muestra de los resabios de una función latente de instituciones tradicionales, cada vez más difusas e indefinidas” (Riggs, 1967:34). Entre el bloque de países que no alcanzaron un desarrollo paralelo a lo sucedido en occidente, encontramos a los países de Hispanoamérica y en especial en los de habla latina.

Los modelos de administración que se adoptaron en esta región a partir de la primera mitad del siglo XIX: “abandonaron las modalidades administrativas españolas-, tomando entonces las formas de las instituciones administrativas de la posrevolución francesa y las orientaciones federalistas norteamericanas. Esto, aunado a los condicionamientos económicos y sociales, determinó la transformación progresiva de la administración débil y abstencionista del siglo XIX” (Brewer-Carias, 1979:91-92).

Luego entonces, el centralismo surgió como respuesta contra el descontrol y la disgregación que se generó a raíz de las guerras de  independencia. Esto explica por qué, desde principios del siglo XX, en casi todos los países se produjo el proceso de centralización política, que incluyó la eliminación de los caudillos regionales y locales.

Son los tiempos en que el control de la federación se marca más  y las otras formas de descentralización político-territoriales que se habían abanderado como principios constitutivos de las naciones, fueron cambiadas en contenido, quedando como una estructura formal de centralización del Estado. De ahí nace más adelante, el presidencialismo y la hegemonía de partidos en ciertos países, como una forma de concentrar el poder de las decisiones político-administrativas y en la Presidencia de la República, que generó también la ausencia de participación ciudadana en la formulación y ejecución de las tareas o visiones administrativas.

“La organización administrativa se volvió cada vez más voluminosa, particularmente la que estaba funcionalmente descentralizada. El sector centralizado se expandió con la creación de nuevos Ministerios o la modificación de los ya existentes, y mediante la creación de más oficinas. La administración amplió su radio de acción para responder a las nuevas responsabilidades del Estado, pero sin una programación previa, sino simplemente en la medida en que las exigencias sociales y económicas se planteaban al Estado. Como consecuencia se produjo una falta de coherencia, razón por la cual uno de los principales problemas organizativos de las administraciones públicas hispanoamericanas se manifestó en el tamaño que asumió, como resultado del desmesurado crecimiento del sector descentralizado y en perjuicio de la administración central” (Brewer-Carias: 110).

Lo anterior llevó a una la falta de formación y profesionalismo del recurso humano hacia el servicio o función pública, cuya improvisación fue en detrimento del resultado de su labor, derivando también en los dos tumores malignos de la administración pública: el clientelismo electoral y la corrupción administrativa. El primero, como la expansión de actividades en las dependencias para acomodar el mayor número de personas con afinidad política o de intereses que finalmente se traducían en votos y el derroche de privilegios para quienes manejaban o poseían el control ciudadano, económico o político. El segundo, que se prestó a los negocios, canonjías, privilegios económicos, dadivas, etc.  que se agenciaban los funcionarios al auspicio del poder, lo que tornó parsimoniosa la marcha del aparato administrativo, al tiempo que complicó los procedimientos administrativos y coadyuvó a la generación de altos grados de corrupción en el servicio público” (Brewer: 113, 119-120). El cargo público, se tomó entonces como el salvamento de varios fines: como medio de enriquecimiento y seguridad económica al salir de una administración, como sustituto de programas jubilatorios, de seguridad social y retiro, o para aminoración del problema de desempleo.

Luego entonces, los países que han cuidado y perfeccionado sus aparatos burocráticos, pudieron dar mejores respuestas y avanzar más en sus economías y formas de autogobernarse. Ello explica en parte las diferencias, que se pueden observar en éstos, que fueron más cautelosos para no atravesar las mismas fases ni procesos desvirtuados, conservando los marcos jurídicos e instituciones, determinantes para conservarse con formas de estado organizadas y con visión de desarrollo. En el caso de las países subdesarrollados las grandes diferencias comerciales, industrializadas, culturales, etc., fueron el resultado de las deficiencias administrativas y de las estrategias que propiciaron la dependencia en lugar de la productividad, que acentuaron más el rezago social y económico e hizo que no se abordaran con la misma responsabilidad muchos rubros relacionados con el avance de sus naciones.

Por lo tanto, el esfuerzo del Estado moderno va hoy dirigido, a retomar el equilibrio de los sistemas de administración pública y de su recurso humano, basado en estatutos jurídicos que consagren la carrera administrativa ( eficiente) rescatando los valores Weberianos y de la ética científica, como reguladores de los derechos y deberes de los funcionarios, pero también, sobre el principio de una nueva forma de organizar la administración pública, que también tiene valores a los que debe responder, para que la sociedad avance y se perfeccione.

Y por ello el esfuerzo de algunos gobiernos, como Brasil, Argentina, Chile y el propio México, de lograr probar otras formas de encausamiento de la acción del estado para restablecer el orden, no perder el control y al mismo tiempo comprometer su estructura para actuar en conjunto y sea la sociedad la que salga beneficiada.

Y en base a ello, hoy me explico los últimos ajustes que ha promovido el Presidente de México, Enrique Peña Nieto, para que el funcionamiento de su gobierno tenga unidad y convergencia, con la creación de cinco “gabinetes temáticos” donde se alinearán las grandes metas de su administración en materia de: seguridad, combate a la pobreza, educación de mayor calidad, prosperidad y reinsertar a México como actor global.

El objetivo de este cambio es ampliar el funcionamiento y eficiencia del gabinete, al alinear temáticamente a cada una de las dependencias con los cinco grandes objetivos de su gobierno: “México en Paz”, que pretende restablecer y lograr la tranquilidad del país a través de una estrategia nacional para reducir la violencia. “México Incluyente”, para combatir la pobreza, cerrando la brecha de desigualdad social. “México con Educación”, logrando una educación de mayor calidad para todos. “México con crecimiento económico” para alcanzar prosperidad, mediante la generación de mayor riqueza y “México con responsabilidad global”, para que el país vuelva a ser protagonista en el concierto de las naciones del mundo. Las cabezas serán, respectivamente, las secretarías de Gobernación, Desarrollo Social, Educación Pública, Hacienda y Relaciones Exteriores.

El Presidente dejó claro,  que se trata de que las dependencias no pierdan las metas trazadas por el gobierno para los próximos seis años y que la administración federal se abra a la estructura transversal, necesaria en estos momentos para sujetar a los sectores a una supervisión y control interno más estricto. De esta manera se propiciará el orden, la unidad y convergencia de acciones y se responderá en el conjunto y, no como hasta ahora lo hacían, luciendo cada uno por su lado y no rindiendo cuentas directamente al ejecutivo federal.

Y yo agregaría algo más que veo con buenos ojos: que los titulares y funcionarios de las dependencias se den cuenta, lo que cada sector hace y necesita y su relación directa con los demás sectores tomando la acción gubernamental como un todo y,  en la medida que las partes sean eficientes, el resultado general será mucho mayor que lo podrían producir las dependencias en lo individual. A esto yo le llamo visión integral y sinérgica del gobierno, cuando cada unidad gubernamental se obliga a esforzarse por atender sus diferentes prioridades, enterándose al mismo tiempo, del avance o retroceso de las otras, acabándose así el “feudalismo” y el “especialismo” en las áreas de gobierno que actúan desvertebradas.

Por lo tanto, lo anterior nos lleva a la siguiente afirmación: que la mejor estructura organizacional siempre será: a) la que valora, selecciona y perfecciona correctamente a su factor humano, b) la que nunca cesa de controlar sus procedimientos y actuación de sus operadores, a fin de corregir a tiempo las desviaciones y los errores y, c)  la que tiene el cuidado de no dañar a las instituciones y a la población, porque actúa dentro del sentido ético que la propia función pública exige.  

Por eso, yo le deseo éxito y doy mi voto de confianza a este gobierno, porque su visión respetable tenga pronto los resultados esperados, aunque tenga que pasar aún por muchos filtros y críticas, en particular de los escépticos y opositores políticos de cubículo o de café. Porque estoy segura que en los acuerdos, esfuerzo e inclusión de todas las ideologías y formas de participación social, económicas y políticas hacia un solo rumbo, apostándole a que ¡a México le irá mejor!, se podrá optimizar la acción del estado al democratizar la productividad y eficiencia gubernamental y con ello cumplir con creces su misión a favor del entorno nacional.

Gracias y hasta la próxima.

Bibliografía 

Brewer-Carias y Allan Randolph (1979). Política, Estado y Administración pública. Caracas, Ateneo de Caracas.

Vicher G. Mónica Diana (2009) , Evolución y prospectiva de la Administración pública en Hispanoamérica. Numero 2.Mayo‐ Agosto  2009  Revista electrónica, Centro de Estudios en Administración Pública de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM.

Weber, Max (1999), Economía y sociedad, México, Fondo de Cultura Económica.

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