CURRICULUM OCULTO
UNIVERSIDAD Y SEMIÓTICA DEL LENGUAJE MERCANTILISTA
Por Víctor Manuel Estupiñán Munguía*
“...las escuelas son reproductoras en el sentido cultural, pues funcionan en parte para distribuir y legitimar formas de conocimiento, valores, lenguaje y estilos que constituyen la cultura dominante y sus intereses.”
Henry Giroux A.
Sabemos que un programa es aquel que contiene los diversos contenidos de una materia determinada, también encontramos en él, los propósitos generales que se pretenden alcanzar, contemplando en seguida, los objetivos terminales del curso de que se trate.
Posteriormente, se especifican los contenidos de los cursos y, después, pasar a la elaboración de los objetivos específicos del curso.
Proponiendo también, las tácticas que sean necesarias para el proceso de aprendizaje del curso.
Por último, diseñar y definir tanto los criterios como los instrumentos evaluativos del curso.
La lógica de la materia se conforma como vimos, a la luz de los seis elementos anteriores, mismos que dan cierta coherencia operativa a la misma.
Consagrando qué tipo de contenidos presenta, qué métodos de estudio propone, si de lo simple a lo complejo, de la teoría a la práctica, de lo inductivo a lo deductivo, entre más.
Dicha lógica es el sustento esencial del currículo oficial, a nivel de materia y de forma explícita.
Cumpliendo y dando así respuesta a la expresión formal y escrita de los diversos y posibles resultados que se pretenden alcanzar.
Sin embargo, esta explicación no se agota, ya que se encuentra dentro de una práctica social más amplia, en donde existen valores filosóficos, actitudes, elementos, medios, condiciones, formas, leyes, variables, que dan un sentido oculto, un sentido nuevo, como reforzador de fondo.
El propio lenguaje amerita ser estudiado dentro de esta perspectiva académica, como un elemento composicional del currículum oculto y, como un elemento verdaderamente político sociolingüístico. Logrando realizar un trabajo ideologizante cotidianamente en un contexto universitario.
Esta práctica tiende a pasar desapercibida, tanto su fuerza y poder ideológico como práctica de clase. Es decir, apareciendo el lenguaje como un elemento inocente o neutral y, no como un instrumento institucionalizado por el Estado y la economía.
En otras palabras, portador de prácticas y acciones tipificadas como habituales y necesarias.
Así tenemos que el hombre como tal y predispuesto por su naturaleza social, responde a la necesidad de comunicarse con sus semejantes.
Para ello se vale como sabemos, del lenguaje que le permite allegarse y, lo que es más, manipular la realidad en una forma rápida y general.
El lenguaje cumple con la función de servir de intermediario entre la realidad y el pensamiento, siendo al mismo tiempo, producto dialéctico, tanto de este como de la realidad interactuante.
Para cumplir con su función, el lenguaje se apoya en conceptos, categorías, y demás elementos, que conjuntamente nos permite captar la realidad como un todo estructurado en sus respectivas significaciones.
Así, dependiendo de su comprensión particular, podemos o no, llegar a captar la realidad objetiva.
Pudiendo darse el caso en que la conceptualización de la realidad, se realizara bajo los juicios de valor de la clase subjetiva y, cuya connotación y denotación, como resultado ideológico sería la falsa conciencia, esto, a nivel de reproducción social como proceso dinámico.
Percibimos el mundo a través de una cosmovisión de clase y el lenguaje es el encargado de reproducir la realidad, o más bien de recrearla.
Así tenemos que: “Este producto socio verbal al verse asociado a ciertas percepciones del mundo exterior o cosmovisión, crea estructuras mentales que vinculan a los hombres organizados en grupos sociales.
La lengua es, pues, un fenómeno social parcial, es patrimonio de los hombres, es un medio de interacción social; es una manifestación e instrumento ideológico; es un producto social que libera y a la vez oprime al hombre, manifestación del pensamiento del individuo y a la vez del grupo social.”1
Lo anterior quiere decir, que el lenguaje se encuentra comprometido con ciertos intereses sociales, derivándose de ello, un modelaje o institucionalización del mismo.
La conceptualización de la realidad es un acto humano y este tiene una posición social proveniente de la misma estructura económica y de sus características específicas.
El hecho de que la clase social en el poder sea quien tenga la capacidad de conceptualizar la realidad desde una posición de la estructura social, revela una relación de poder y de dominación.
Recordemos que: “El que nombra, ordena y organiza las ideas”
Es ella quien impregna de sentido (de su sentido), la realidad de acuerdo al contexto desde el cual opera.
Esta imposición que realiza la clase subjetiva (en términos de K. kosik), a la objetiva, se traduce en un control violento a nivel de ideas.
Se manipula el sentido universal del lenguaje, a favor de la clase en el poder.
Se domestica al lenguaje en una jaula económica, para que realice sus actos ocultos.
Puesto que: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales que hacen de una determinada clase, la clase dominante, son también las que confieren el papel dominante a sus ideas. Los individuos que forman la clase dominante tienen también, entre otras cosas, la conciencia de ello y piensan a tono con ello; por eso, cuando dominan como clase y en cuanto determinan todo el ámbito de una época histórica, se comprende de suyo que lo hagan en toda su extensión y, por tanto, entre otras cosas, también como productores de ideas, que regulen la producción y distribución de las ideas de su tiempo, y que sus ideas sean por ello mismo, las ideas dominantes de la época.”2
Marx en su tesis VI sobre Fouerbach, señala que el individuo no se encuentra aislado, sino que en su realidad, es el conjunto de las relaciones sociales.
En base a esto, podemos decir, que el flujo del ser humano proviene de la totalidad de su modo social como un “ente” complejo de múltiples determinaciones políticas, económicas y sociales.
La base económica tiende a buscar la armonía necesaria con la superestructura, para que en una real vinculación orgánica, en términos Gramscianos, exprese una situación social, esto, bajo la sombra de una lógica dominante.
La forma y el sentido del lenguaje están encargados de expresar, representar, proyectar valores, actitudes, ideas, juicios de un sistema ideológico más o menos coherente, desde la filosofía interna, sin embargo, irracional objetivamente hablando.
Los contenidos del lenguaje y su utilización provienen en gran parte del seno económico, como base del todo social estructurado.
La comprensión de la realidad no se da si antes no consideramos el estudio de la economía y del Estado, es decir, la base económica y la superestructura.
Así tenemos que: “…el lenguaje no sólo es el instrumento, sino también la teoría y la forma del pensamiento. La “tesorería”, porque las experiencias y la sabiduría de generaciones se reúnen precisamente en el lenguaje, a través del cual se trasmiten a las generaciones siguientes por medio del proceso educativo.” 3
El lenguaje nos permite llegar a captar las diversas “ideas” sobre el mundo, la sociedad o la realidad, así como realizar juicios para pensar y actuar en cierto sentido.
En otras palabras, el lenguaje nos puede representar una realidad de diversas maneras, según su estructuración y los juicios de valor contenidos en él.
El lenguaje es la materia prima para el proceso del pensamiento, pero también contiene “nutrientes” en su interior, para crear y fortalecer un determinado sentido ideológico.
Muy bien podemos aplicar la famosa regla que dice: “El medio es el mensaje”.
El lenguaje es el cemento que une los ladrillos con que se levanta la construcción de la realidad y su recreación, es decir, su manejo. He aquí una cita al respecto, “El lenguaje proporciona la superposición fundamental de la lógica al mundo social objetivado. Sobre el lenguaje se construye el edificio de la legitimación, utilizándolo como instrumento principal. La “Lógica” que así se atribuye al orden institucional es parte del acopio de conocimiento socialmente disponible y que, como tal, se da por establecido.”4
El lenguaje tiene como función el de crear la imagen de la realidad, pero quien impregna de sentido haciendo reproducir y respetar un orden económico y social, es quien está al frente de ese orden y sus valores inherentes, es decir, la clase en el poder.
Misma que se encarga de ir conceptualizando la realidad y dependiendo de sus principales actividades, como filosofía de fondo.
Así, la filosofía general de la estructura económica llena de contenido al lenguaje, reconvirtiéndolo en un lenguaje alienado.
El lenguaje es el portador de un sistema de ideas, mismo que mantiene y trafica con la legitimación de intereses de clase de orden subjetivo, presentándolo como si fueran intereses objetivos.
Por ello estamos de acuerdo en que: “Debemos comprender claramente que el lenguaje, que influye sobre la forma en que se refleja la realidad en el espíritu es, a su vez, él mismo, un producto de la práxis social en el sentido más amplio de la palabra.”5
En el caso de muchas universidades, como productos sociales y como objetos sensibles, existe una relación a un fondo social, que es la propia sociedad con sus particulares características.
Desde este contexto, que es de donde percibimos, nos orienta, condiciona e impone el sentido de la percepción en términos generales.
De lo anterior, entra a colación que el sentido del lenguaje no puede ser notoriamente contrario a la lógica de la ganancia, impuesto por una clase social.
El lenguaje estructurado como esencia sintetizadora, utilizado en las universidades a las que nos estamos refiriendo, nos compromete y obliga a apoyar al sistema económico actual, de acuerdo a las sensaciones, contenidos y valores.
Nos da un origen, una memoria y, sobre todo, fundamentos semióticos, haciendo posible el estrechamiento e internalizando sus fundamentos filosóficos.
El lenguaje a través de sus valores y representaciones, orientan las consignas que se van anidando en el subconsciente, en este caso, principalmente del estudiante y también de los demás actores del entorno inmediato universitario.
Ya Marx y F. Engels, en la Ideología Alemana hicieron ver este aspecto, he aquí: “El lenguaje es tan viejo como la conciencia: el lenguaje es la conciencia práctica, la conciencia real, que existe también para sí mismo, y el lenguaje nace –como la conciencia- de la necesidad, de los apremios del intercambio con los demás hombres.”
Ahora bien, dentro de la escuela universitaria, como institución destinada a “educar” política e ideológicamente a sus allegados, se realiza la legitimación de la realidad por medio del lenguaje funcionalista.
Al igual que se conceptualiza la realidad como un acto humano, este tiene una posición social con sus respectivos intereses.
Por ello, es que el discurso que se encuentra presente en la organización y administración “de los planes y programas académicos”, contienen y consagran la esencia del sistema de mercado, y lo que es más, lo reproducen desde esta óptica.
Pensemos una vez más, en lo que se ha dicho que el lenguaje crea la realidad humana o el mundo social, es decir, en la que pensamos y, finalmente, sobre la que nos comunicamos. Esto, en función de que el lenguaje estructura una determinada teoría.
Esta teoría contiene el modelo lógico que pretende explicar la realidad, llegando a legitimar el ordenamiento de la vida, del mundo, de la forma de percibir y ver las cosas, de la misma realidad social y muchas veces, anulando o neutralizando cualquier posibilidad crítica que pudiera asumir el sujeto involucrado.
En las universidades se dan ciertas prácticas que se nos revelan a la luz de este tratamiento.
Hay que tener en cuenta que la estructuración universitaria en su concepción organizativa y física, que presenta al sistema departamental en sus campos, requiere de una lógica de funcionamiento.
Una unidad clave para este modelo funcionalista, es precisamente el “crédito”.
Así por ejemplo, muchas escuelas han transformado o creado sus planes de estudio al equivalente de créditos.
De esto se desprende que el crédito es la figura que funciona como una especie de tarjetón de abonos.
Se inscribe el alumno en tantos créditos, los cuales debe de pagar cursando la materia correspondiente.
A medida que pasan los semestres y los años, se van haciendo los abonos o pagarés correspondientes de la deuda general de tipo académico.
Es decir, se avanza en la carrera profesional, a medida que se realizan los abonos correspondientes.
Es precisamente que por medio de este modelo práctico se va re-creando y re-produciendo la elaboración de sentidos.
Lo anterior es comprensible si tomamos en cuenta que la escuela no educa en forma íntegra para una vida con tintes humanista, sino para desarrollar actividades y habilidades profesionales específicas.
En otras palabras, demandas profesionales que demanda el sistema de mercado, hoy día.
La terminología mercantil es utilizada para regular, refuncionalizar y representar al sistema educativo universitario.
El discurso del comercio-mercado, como esencia del sistema capitalista, fluye apoderándose de la cotidianidad universitaria, plasmada en este tipo de prácticas que conllevan valores, actitudes, prejuicios, en fin, una lógica estructurada.
Misma que pro-mueve los últimos valores del sistema de mercado: su espíritu mercantil.
Ahora bien, siguiendo con nuestro análisis tenemos que el avance del estudiante se mide con los números que se van acumulando, mismos que se encuentran representados por el número de créditos.
Cada materia posee un determinado número de créditos, es decir, un determinado precio simbólico o traducido a créditos.
Dándose el caso de que existen materias que poseen mayor número de créditos que otras, de acuerdo al número de créditos asignados en el plan de estudios.
Los criterios para tal asignación de créditos, son el perfil de la carrera, los intereses de grupos de académicos y asesores y, la relación con el sistema general de mercado o estructura económica, también influye las horas clase en el aula, entre otros.
Hay que recordar que el término crédito, es un término contable que encierra una operación de tipo canjeable en potencia.
Es decir, con-figurando la dinámica de que alguien puede realizar dicho canje en el futuro.
Es así como el hombre o sujeto piensa hablando y habla pensando a través de conceptos y categorías que va utilizando para estructurar un determinado modelo lógico de pensamiento y una ideación lingüística, con-figurando una propuesta, pero de tipo imperativo ideológicamente hablando.
Se programa al alumno desde una lógica de mercado para que ingrese, acepte y siga el modelo mercantilista mediante el sistema educativo y, que poco a poco abone los correspondientes créditos por asignatura.
Lo que es más, se operacionaliza la currícula objetiva, imponiéndole seriaciones de materias para que de esa manera abone los créditos que se van venciendo, semestre tras semestre y materia por materia.
Pudiéndose llevar la contabilidad en los kárdex, que son una especie de estados de cuenta académica.
Y son donde encontramos respectivamente el haber y el deber, es decir, un balance del total de créditos y materias del total del currículo de la carrera profesional de que se trate.
Siguiendo con esta lógica, si un alumno completa o llega a cubrir el total de créditos asignados a esa carrera profesional, mediante los abonos previos, tendrá derecho a que se le entregue la mercancía por haber sido cubierto el precio académico, pero con una configuración enmascarada de académica, es decir, estoy hablando de la acreditación (que como su nombre lo indica, es a-crédito).
Ya se vuelve apto para realizar los últimos requisitos formales y burocráticos, para obtener la mercancía-título.
Después, ya con dicho producto el alumno-profesionista, puede explotarlo convertido en mercancía cultural (capital cultural), que posee valor de uso y valor de cambio.
El “saber” representado en él, se puede intercambiar por un sueldo, una remuneración económica.
De esta manera, el título y el profesionista se han reducido a simples mercancías etiquetadas y traficadas según las necesidades de mercado.
Ratificamos el mundo social mediante el lenguaje y de su condicionamiento por un grupo subjetivo, quien es el que gestiona y pro-mueve la lógica de ganancia en todos los ámbitos, incluyendo el educativo.
El lenguaje nos educa sobre las formas particulares de aprehender la realidad. Es decir, nos politiza a través de la palabra como esencia y herramienta de los procesos sencillos, cotidianos, pero esenciales y excelentes como modelos camuflajeados ideológicamente hablando, puesto que también son constantes habitualizadores.
Por eso, “La producción de sentido tiene su origen en la asociación de eventos físicos (señales o expresión del mensaje) con entidades mentales (significados o contenidos), regulada por códigos o sistemas de significación.
El sentido es el producto de significados asociados a una expresión por un sujeto (emisor o receptor) determinado, en una circunstancia particular, mediante la recurrencia a ciertos códigos y subcódigos.”6
Podemos comprobar que los programas y sus respectivos contenidos se encuentran determinados desde ésta óptica.
En otras palabras, el propio conocimiento se encuentra acondicionado socialmente. Nuestra realidad se encuentra fuertemente acondicionada debido a los alcances del lenguaje entre el objeto y el propio sujeto.
Así, el lenguaje no es extraño al sujeto universitario, sino que es la representación de su compromiso filosófico.
Implica el bautizo semiótico de los hechos y fenómenos sociales en el escenario académico.
El estudiante, maestro y demás sujetos involucrados en el quehacer universitario, participan y actúan como comunicador y comunicado a la vez.
Es encodificador de la fuente social y más tarde, decodificador del mensaje ideológico.
Lo que piensan, hacen y experimentamos los concurrentes universitarios, se debe analizar en función de un modelo extenso, que es la sociedad, pues la ponderación proviene efectivamente, de modelos preestablecidos, cuyo contenido es llenado por el deslizamiento de la conducta social, que desenvuelve su actividad universitaria.
Los contenidos semánticos del lenguaje, generan aspiraciones sociales, orientando la actividad práctica y reforzando la reproducción social.
Dentro de todo este marco, es donde se inscribe el alumno, así como el docente y, entran en comunicación interpelando contenidos de esta índole.
Puesto que “Esta especie de dominación comunicacional conduce, a la larga, a una paulatina homogenización en las formas de pensar e interpretar la realidad, y a la inhibición de la capacidad humanan de producir nuevos significados.”7
Es por ello que tanto las escuelas de comunicación, sociología, lingüística, principalmente, deben preocuparse por investigar estos procesos de dominación ideológica y proponer alternativas superen el lenguaje alienado de la clase subjetiva, y su afán de justificar su sistema de dominación.
Podemos concluir que este tipo de lenguaje universitario tiene una aproximación y afinidad de la clase que detenta el poder, alejándose de los valores reales de la sociedad como algo objetivo y de la propia cultura objetiva.
Por este conducto doblemente educativo, se reproduce el sistema económico, al tiempo que semilliza ideológicamente modelos operativos del funcionamiento cotidiano de mercado.
El discurso universitario-administrativo-organizacional, se encuentra encausado por la “razón” del grupo elitista.
El lenguaje sirve como amortiguador debido a que gira y determina la densidad, y con ello, la posición de todos los hechos sociales.
Los pondera, los agrava o los suaviza de acuerdo a la tabla de valores que entran en juego.
Sin embargo, el lenguaje ya posee una consistencia ideológica que varía según los requerimientos.
Por ello, es que el lenguaje universitario en la dimensión que estamos manejando, en la cotidianidad de su dinámica, utiliza conceptos con valores y sentidos a una entidad económica, cuyo modelo se convierte en profunda propuesta filosófica a seguir reproduciendo.
La universidad como sistema educativo y como aparato ideológico, es inherente a la sociedad y al Estado con una determinada forma general, la de dominación.
Por ello, la universidad acuña las palabras y acciones de acuerdo a las condiciones e intereses de clase, así como del todo como estructura social.
Es en este caso, que la sociedad del capital es quien en esta última instancia impregna de sentido y significado al verbo.
Ahora bien, parafraseando a Adam Schaff, tenemos que “La educación que siempre es una educación concreta en un medio determinado y un grupo social determinado, trasmite al individuo el saber acumulado no solo en forma de lenguaje, que también es pensamiento, sino también por medio de sistemas de valores aceptados y de los estereotipos del modo de comportamiento humano relacionadas con estos, que se califican de valiosas, importantes o perjudiciales.”8
De esa manera, el currículum oculto que es la forma con su respectivo contenido particular que se desarrolla en la práctica de la enseñanza-aprendizaje, hace posible “enseñar” sobre lo que se está enseñando.
Es decir, se “enseñan” hechos, fechas, situaciones, métodos, esquemas, paradigmas, sin embargo, el lenguaje es pensamiento y se enseña, se trasmite y proyecta pensamiento sobre los mismos hechos, fechas, métodos, en otras palabras, se enseña filosofía.
El poder del lenguaje es tal que “…objetiva las experiencias compartidas y las hace accesible a todos los que pertenecen a la misma comunidad lingüística, con lo que se convierte en base e instrumento del acopio colectivo de conocimiento. Además, el lenguaje aporta los medios de objetivar nuevas experiencias, permitiendo que se incorporen al acopio de conocimientos ya existentes, y es el medio más importante para transmitir las sedimentaciones objetivadas en la tradición de la colectividad de que se trata.”9
Lo anterior, en función de que la currículo (oculto), es un instrumento que hace posible la reproducción social, porque a través de la misma introyecta los valores dominantes, ya que es imposible que se maneje como neutral.
La currícula, por el hecho de encontrarse inmerso y es producto de un universo social que contiene y ejerce un orden económico, el lenguaje es su caballito de Troya, por tener una personalidad de mercancía cultural, proveniente de la ideología dominante.
El currículum oculto continúa…..
Notas:
1.- S. Adrián, Welsh-Gimate, “Lenguaje y Sociedad”, Editorial UAP, México 1980, p. 55
2.-Marx, Carlos, “La ideología Alemana”; Edit. Ediciones Quinto Sol, S.A., México s/a, p.48
3.-Schaff, Adam, “Lenguaje y conocimiento”; Edit. Grijalvo, México, 1986, p. 18
4.- Ob. Cit., p. 87
5.- Ob. Cit., p. 237
6.- Fuentes, Carlos, Luna Cortes, E. “La comunicación como fenómeno sociocultural” en comunicación y Teoría social (antología), Edit. UNAM, México, 1984, citado en carpetas estudiantiles, Metodología I, UNISON, P. 221
7.- Ob. Cit., p. 223
8.-“Lenguaje y Conocimiento”…Ob. Cit., p. 261
9.- Berger Peter, Luckmann, Thomas, “L a construcción Social de la Realidad”; Edit. Amorrortu, Buenos Aires, 1983, p. 91
* Víctor M. Estupiñán Munguía: Pensador por distracción Cósmica, contador de estrellas por insomnio creativo, pintor de sueños por terapia humanista, especialista en transgredir las reglas ortográficas de la Real Academia Española, con neurosis cultural debido a que no puedo crear poemas que lleguen al corazón, víctima de la libertad, democracia y ecocidio del capitalismo bárbaro, pero con licencia de la Madre Naturaleza para cortar flores y olerlas.-
Miembro de S.I.P.E.A. (Sociedad Internacional de Poetas, Escritores y Artistas)- Sonora- “Por la paz del mundo” victor-79@live.com.mx
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