PANTALÓN, SÍMBOLO Y HEMISFERIOS CEREBRALES

 

Por Víctor Manuel Estupiñán Munguía*

“Una prenda que comprime los testículos hace pensar de manera diferente;…”

“La estrategia de la ilusión”

Umberto Eco, Edit. Lumen; 1996:214

PRIMERA MUJER SONORENSE ENPANTALONADA

Después del “uso” de la hoja de parra por parte de Adán y Eva como prendas democráticas, con el desarrollo de la cultura y las leyes del poder, los atuendos y vestuarios fueron inventariados antidemocráticamente. es decir,  pasaron a formar parte del poder transpuesto.

En la época moderna, el pantalón fue un símbolo eminentemente de masculinidad, nadie podía usarlo sin ser hombre. Durante mucho tiempo se constituyó como emblema del mundo de los hombres. Era su llave de presentación, más fuerte que cualquier testimonio con firma y huella de oro.

Aun recuerdo que todavía en la década de los 70´ y principios de los 80´, en la iglesia de los pueblos del río de Sonora, el sumo sacerdote o “chamán de pueblo”, no permitía a las mujeres que entraran a las iglesias y capillas.

Incluso me tocó en varias ocasiones cuando el padre Fimbres de Ures, en aquellos tiempos, sacó o “invito” a que abandonaran el espacio sagrado a varias mujeres, debido a que no se podía asistir en pantalones, sin blondas, rebozo o en minifaldas.

Antes era falta de moral y ataque a las buenas costumbres, hoy, contrariamente tener mal gusto para vestirse, es precisamente no usar pantalones y minifaldas.

Sin embargo, todavía existen reminiscencia de aquel poder y capital simbólico del pantalón, por ejemplo, cuando se dice: “¿quien lleva los pantalones en la casa?”

Aunque  algunos dicen que ya paso a ser parte de la mitología y cultura de la añoranza masculina.

Ahora bien, sabemos que nada es neutral, ni siquiera la ciencia, mucho menos los objetos y artículos de cualquier naturaleza que se trate. El pantalón contiene cargas ideológicas de tipo psicológicas, sociológicas, antropológicos, semióticas y valores transpuestos, entre más. Pero que en otra ocasión retomaremos.

EL PODER DEL PANTALÓN

El traje o en este caso el pantalón, es una grafía que denota un poder y con ella el control. Pantalón, dice el diccionario que se deriva “de pantalone”, es una prenda de vestir de cintura para abajo cubriendo ambas piernas por separado.

Lo que no nos señala el diccionario son los efectos que produce en el cerebro y cuerpo de quien los usa, potencializando unas actividades y, éstas, a su vez arrastran un modelo psicodinámico diferencial entre los géneros. He aquí un análisis testimonial de unos de los grandes investigadores teóricos de la semiótica:

“Descubría que mis movimientos, el modo de caminar, de volverme, de sentarme, de apresurar el paso, eran diferentes…La prenda no sólo me imponía una actitud, una compostura, sino que, al enfocar mi atención en éstas, me obligaba a vivir hacia el exterior”. Eco, Umberto, ob. Cit., 214, 215

Por eso ahora se nos clarifica la pregunta clásica que tanto escuchamos: “¿quién lleva los pantalones en la casa?   

Es así que el pantalón casa-habitación simbólica de los testículos y éstos, la marca superior del macho, en el pasado no se podía transigir con una invasión a la órbita de los poderes femeninos tan contrarios y ocultos, como son los ovarios. Ya que esto, representaría un trastoque al “orden establecido”, profunda y marcadamente patriarcal.

El pantalón sobre todo proporcionaba además de la protección funcional, libertad de movimiento, para actuar, moverse a diestra y siniestra, comer, brincar, en fin, realizar labores que exigían libertad corporal. Ejemplo reciente: la charrería misma, campear, jugar con más “soltura”, en fin, un sinnúmero de actividades que iban precisamente de acuerdo con la ideología masculina.

La libertad física-motriz como patrimonio de los hombres, diseñó también su atuendo. La interacción entre pantalón y actividad–acción, configuró un reflejo fiel del capital simbólico de lo que  era la esencia y naturaleza del hombre, construido ideológicamente como criatura superior y, con cualidades de libertad a esos niveles expresión-ales.

El pantalón y su “invitación”  natural a las actividades o acciones “a pierna suelta”, impactó  decididamente que el desarrollo del hemisferio izquierdo se estimulara de sobremanera. En otras palabras, se especializara, el pantalón configuró la “cultura del guerrero”, consistente en fortaleza, dinamismo, acción, dominación, en otras palabras, son las cualidades esenciales del machismo.

En Europa, el pantalón lo empiezan a usar las mujeres como necesidad de un invento: la bicicleta, en 1883 aproximadamente. La historia del pantalón resulta sumamente interesante analizarla, puesto que cuando llegó la década de los 20’s y de los 30’s, Marlene Dietrich y Greta Garbo, se lanzaron a imponer las modas de los pantalones con chaquetas amplias.

En México, una de las primeras en ponerlo de moda fue María Félix, ganándose el mote en aquel entonces de “machorra”. Por cierto, también mujer de Sonora, originaria del sur del Estado, concretamente de Álamos. Similarmente a la mujer de Navojóa Sonora que solicitó permiso para usarlo, como veremos más adelante. 

Ahora bien, con el uso del pantalón y su poder libertario transpuesto, lograron romper los cánones de la época. La sospecha sobre la identidad sexual se puso en evidencia. La transgresión al estilo de vida fue drástica y señalada por condenas de todo tipo.

Cuyo invento empieza a liberar los cuerpos de las mujeres de los encadenamientos reales y simbólicos, como lo fueron el uso de los faldones, el uso de “las prisiones íntimas”, “prisiones de hilachas”. Así, el uso del pantalón aceleró otras posibilidades y experiencia que las mujeres no conocían.

La semiótica cultural se encargará de acelerar y comprender la dinámica objetal y su lógica entre los géneros. Al tiempo que poco a poco abrirá espacios para que la mujer reconsidere la construcción de una nueva realidad social y de cierta convivencia entre géneros.

DESTRONANDO EL PANTALÓN EN SONORA

En cambio, en Sonora para su uso por parte de la primera mujer, no fue la bicicleta la que ayudó a experimentar que se sentía “andar en ropa de hombre”, sino fue un animal el que sirvió de catalizador.

Era tanto el resguardo y recelo del uso del  pantalón como exclusivo del hombre, que para su uso femenino se tuvo que solicitar permiso judicial.

El miedo a su uso despertaba providencias cautelares, por ello, Francisca J. Islas, tuvo que solicitar permiso, pese a que en esa época no existía ninguna ley que prohibiera su uso por mujeres.

Sin embargo, la reprobación y el señalamiento social eran peor que una norma jurídica. Es por ello el trámite de permiso al propio  Estado, mediante uno de sus poderes institucionalizados: el  judicial.

  Un símbolo con la fuerza que tuvo en el pasado el pantalón, no podía dejar escrito la historia de vida o su introducción a un contexto “bárbaro”, como el sonorense.

Dicha historia se inscribe por un lado, en el centro del machismo regional y, por otro, tomando en cuenta el carácter inhóspito de un semidesierto.

Tenía que ser una mujer del sur del Estado, mujeres dominantes, líderes, afirmativas con mucha iniciativa y hasta “rebeldes”, al igual que los hombres.

PERMISO JUDICIAL PARA USO DE PANTALON EN TIERRAS SONORENSES

Al respecto me encontré un registro, que consigna cómo una mujer sonorense solicita a la autoridad judicial, el uso del pantalón, pese a que ella misma reconoce que no existía una ley que lo prohibiera en dicho momento, he aquí el contenido literal y de control del archivo histórico de Sonora: 18-02 NO 18

Solicitud de la señorita Francisca J. Islas

Juez 1º de 1ª Instancia

Francisca J. Islas, mayor de edad, vecina de Navojoa y accidentalmente en esta ciudad ante Ud. con el debido respeto expongo:

Que siendo una muger (sic) que por circunstancias excepcionales estoy obligada a atender personalmente mis negocios de agricultura a que estoy dedicada, por cuyo motivo me veo en la precisa necesidad de andar sola en los campos y a cualquier hora del día o de la noche según lo reclama la urgencia del caso.

Igualmente tengo que salir á las diversas poblaciones de este Distrito, en que están (sic) ramificadas mis multiples (sic) ocupaciones. Esto dicho, Ud. Juez, comprenderá sin esfuerzo el gran inconveniente que hay para mí el andar vestida con trage (sic) del sexo femenino, y lo prueba que muchas veces me he visto atacada por individuos que han encontrado sola.

No habiendo una ley que prohiba a la muger (sic.) usar vestido del sexo masculino y deseando yo para obvias dificultades y peligros en mi persona usar dicho vestido, porque además de no ser contra el derecho, no es ni contra la moral ni las buenas costumbres, sino…

En tal virtud

A Ud. Pido me autorice, para que no se uso disfraz (sic) usar vestido del sexo masculino y participarle a la Prefectura de Distrito para que se sirva a la autoridad política de mi domicilio y darme copia certificada de la providencia en que se me otorgue la autorisación (sic)que solicito.

Es justicia que pido con la protesta de estilo y necesarias…que se entiendan en las…de esta solicitud con el…

Alamos, Agosto 8 del 1902

Luego tenemos en qué términos se le contestó a dicha dama en aquel momento, he aquí la contestación y autorización judicial:

Presentada…

Alamos, Agosto ocho de mil novecientos dos.

Tengase por hecha la manifestación de la Señorita Francisca J. Islas sobre que desde hoy en adelante desea vestir el trage (sic) de hombre para atender a sus negocios particulares y por asegurar que algunas veces ha sido ultrajada; y dirígase al Señor Prefecto del Distrito el oficio que menciona la peticionaria y para los efectos que indica en su único escrito.

Lo proveyó el jues (sic) primero de primera Instancia

R. RUIZ

Jesus Ruíz

Seguramente que lo que también influyó, independientemente de que no existían leyes que lo prohibieran, fue el “rescate” a la amenaza contra la moral sexual y del pudor de dicha época, pues se consideraba algo muy delicado “enseñar” o que alguien “robara” y se apropiara mediante una aventurera mirada impía,  los tobillos y las piernas de una mujer.

Y si alguna mujer se le ofrecía ensillar un caballo, no podía  arriesgarse al fatalismo de que alguien se echara un taquito de ojo, ni siquiera un taco de hueso inferior… del tobillo.

La dieta del control social, así había dictado el menú del pudor…

* Víctor M. Estupiñán Munguía: Pensador por distracción Cósmica, contador de estrellas por insomnio creativo, pintor de sueños por terapia humanista, especialista en transgredir las reglas ortográficas de la Real Academia Española, con neurosis cultural debido a que no puedo crear poemas que lleguen al corazón, víctima de la libertad, democracia y ecocidio del capitalismo bárbaro, pero con licencia de la Madre Naturaleza para cortar flores y olerlas.- 

Miembro de  S.I.P.E.A. (Sociedad Internacional de Poetas, Escritores y Artistas)- Sonora- “Por la paz del mundo”,    victor-79@live.com.mx.

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