EXTRATERRESTRES
Ovni aterrizando en la obscuridad en “El Abra” en Tantoyuca.
ENCUENTRO EN TANTOYUCA.
Por David Pastrana.
Corría a la sazón el año de 1976, cuando, durante el mes de enero llegó a ésta ciudad el Jefe de Obra Administrativo que tenía a su cargo la “ampliación de la red de distribución del agua potable”, a quién llamaremos Pancho. Cuando se trajeron los explosivos que se ocuparían en dicha obra, se ubicó un polvorín para su almacenaje en lo que hoy es el tanque del “Abra” y le fue encargado el <<junto con otras dos personas>> cuidado y vigilancia de dicho lugar. Serían las dos y media de la madrugada cuando en la obscura noche se comenzó a observar un resplandor hacia el este-noreste y se pudo ver una estrella, que a gran velocidad, se acercaba hacia los que allí estaban. El objeto luminoso empezó a intensificar y a definir sus formas en lo que aparentaba semejarse a un círculo con forma lenticular como de plato cóncavo pegado a otro plato con la misma forma, separado en sus bordes por una especie de ventanas, de donde salía una luz extremadamente brillante azulada. Por la parte inferior, tres luces potentes que parecían ir integradas en tres a los extremos inferiores, formando un triángulo equilátero definido, cambiaban de color conforme se acercaba, yendo del verde al amarillo y rojo como si fuera una esfera de espejos reflejantes caleidoscópicos.
Desde luego que aquellas tres personas estaban estupefactas y todos con las bocas abiertas no alcanzaban a proferir palabra alguna cuando “Pancho” les gritó que consiguieran la cámara “Polaroid” que tenían para documentar el avance de la obra y poder tener constancia de la aparición, sin embargo los dos que le acompañaban corrieron hacia una de las pick-up de la empresa, trepándose a ella y tratando de encender el motor para, seguramente, huir de aquel lugar, pero no alcanzaron a hacerlo puesto que la máquina ni siquiera marcha tenía. Acto seguido se bajaron del vehículo y salieron corriendo por la carretera con dirección a Tantoyuca y hacia la obscuridad. Pancho al ver que aquellos estaban corriendo, optó por buscar la cámara él mismo pero al ver que el objeto se acercaba más y más, mejor se puso a cubierto en el almacén del polvorín, pero no tuvo que hacerlo pues el objeto aterrizó como a doscientos metros hacia la parte inferior del cauce del río Calabozo, razón por la que “Pancho”, ya con la cámara en la mano, misma que logró sacar del almacén, enfiló sus pasos hacia el lugar de aterrizaje.
Habrían pasado unos quince o veinte minutos desde el primer avistamiento y ya se encontraba a unos cincuenta metros del lugar Pancho, cuando se empezó a abrir una especie de puerta rectangular por donde salía una luz azulada y se proyectaron las sombras de formas humanoides a través de ella, una plataforma salió de allí apoyándose en la tierra donde se asentó la nave, descendiendo por ella lo que serían unos siete hombrecillos que semejaban niños como de un metro de estatura con unos trajes muy ceñidos de color plateado reflejante sin marcas notorias. Estos seres se movían como si estuvieran recogiendo algo del piso pero Pancho no alcanzaba a ver qué era lo que estaban levantando del lugar, temeroso de que le descubrieran se metió entre unos matorrales desde donde alcanzó a tomar tres o cuatro instantáneas, pero sin usar el flash tan solo la luz de los reflejos que emitían los trajes de aquellos sujetos. De pronto uno de los entes volteó hacia el lugar donde se ocultaba y profiriendo unos sonidos guturales que sonaban a algo parecido a la lengua “maya” en tono muy delgado, decía algo así como: “Uyuctán akím ché kukul” y otro de ellos contestaba algo como “¿Bash ka walik…?”.
LOS HOMBRES DE NEGRO
Súbitamente un zumbido sordo como de motobomba distrajo mi atención hacia el cielo y a la distancia, teniendo como fondo el firmamento, se dibujaron dos siluetas teniendo como fondo el penumbroso firmamento. Esta ocasión si pude distinguir –dijo Pancho- la forma de dos helicópteros negros al parecer, sin logotipos o identificaciones visibles. Esto ocurría al mismo tiempo que aquellos pequeños seres corrían apresuradamente hacia el objeto del que habían descendido momentos antes, subiéndose al aparato mismo que emitiendo un gran fulgor blanquecino, trató de despegar. Sin embargo de los helicópteros salió un chispazo que dejó al objeto inmóvil en tierra, totalmente obscurecido y sin señales aparentes de vida.
Pancho se quedó estupefacto, sin hacer ruido y oculto desde donde contemplaba los hechos. Habrían pasado unos veinte minutos de que los helicópteros aterrizaron cerca del objeto al que ya habían rodeado con una lona marrón y colocado unos arneses cuando pudo ver la llegada de un gran tráiler con los cristales polarizados u obscurecidos y con contenedor de doble ancho, del que bajaron siete sujetos ataviados con overoles negros y cachuchas del mismo color rodeando el platillo al que de inmediato “cargaron” el objeto con todo y lo que habría en su interior, por medio de una “grúa” colocada entre la cabina y el contenedor, maniobra que no tomo más de diez minutos. En el mismo instante en que arrancaba el camión, que también estaba pintado de negro sin marcas o identificadores, llegaron al lugar las camionetas de la policía municipal a la que habían ido a buscar los “ayudantes” de Pancho, razón por la que pudieron presenciar cuando los silenciosos helicópteros despegaban remontándose al cielo tomando rumbo al noroeste. A pesar de que los policías le hicieron señal de detenerse al camión, éste hizo caso omiso a la señal por lo que uno de ellos disparó su carabina, apuntando a la cabina, a la que no pareció causarle daño alguno. Como nos entró temor de que nos fueran a contestar los disparos –dijo Pancho- optamos por no intervenir y preferimos dejar que el camión negro se fuera, además de que nosotros, con todo y los ayudantes, no sumábamos más de ocho y solo cuatro estaban armados.
EPÍLOGO
Así las cosas, todos estuvimos conformes en nunca comentar el incidente y los policías comentarían en su informe que solo se trató de un robo de gallinas en el que los delincuentes se dieron a la fuga. Es ahora después de transcurridos treinta y tantos años que “Pancho” se decidió a contarnos aquel suceso, razón por la que queda a criterio del lector si creer o no en aquella aventura, quedan muchas preguntas por responder pero la pregunta fundamental que nos queda contestada es: ¿Estamos solos en el Universo?.
-FIN-
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