SANTA MARIA MAGDALENA Y SUS RESTOS EN FRANCIA
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Según la leyenda, María Magdalena fue enterrada por Maximino, quien fue primer obispo de Aix, siendo su sepulcro abierto siglos después (el 9 de septiembre o el 10 de diciembre de 1279) por orden del propio Carlos II, constatando los presentes en la exhumación haber sido testigos del maravilloso olor a perfume que desprendía el ataúd abierto. En el interior del mismo, cubierto de polvo, se encontraron sus restos prácticamente intactos (a excepción de la mandíbula y la parte inferior de una de sus piernas) y una tablilla de madera recubierta de cera con una inscripción: «Hic requiescit corpus beatae Mariae Magdalenae» («Aquí reposa el cuerpo bendito de María Magdalena»). Junto a los restos se encontraba, además, un papiro con el siguiente texto:
El año del nacimiento del Señor 710, el seis de diciembre, por la noche y muy en secreto, bajo el reinado del muy piadoso Eudes, rey de los francos, durante el tiempo de los estragos de la nación traicionera de los sarracenos. El cuerpo de la querida y venerable Santa María Magdalena fue, por temor a dicha nación traicionera, trasladado desde su tumba de alabastro a la tumba de mármol, después de haber retirado el cuerpo de Sidonio, porque estaba más oculto.5
Los huesos de su mandíbula habían sido exhumados antes de la invasión sarracena del año 710 y enviados a Roma. No obstante, en 1279, con motivo de la apertura del sepulcro, el papa Bonifacio VIII decidió devolver la mandíbula a Francia, siendo oficialmente el 6 de abril de 1296 unida de nuevo a la calavera. En la tumba también fueron halladas la Santa Ampolla (una esfera de vidrio la cual contenía tierra empapada con la sangre de Jesús, recogida a los pies de la cruz por María Magdalena) y un diminuto trozo de piel pegado a la calavera, concretamente en la zona donde Jesús tocó a María tras su resurrección, por lo que el mismo fue llamado por los obispos presentes en la exhumación «noli me tangere» («no me toques»), en referencia a las palabras pronunciadas por Jesucristo tras aparecerse a María Magdalena.3 En el año 1600 las reliquias fueron colocadas en un sarcófago enviado por Clemente VIII, siendo la cabeza separada del cuerpo y colocada en una vasija.
Durante la Revolución francesa, el sacristán Joseph Bastide retiró de la iglesia la calavera, la Santa Ampolla y el noli me tangere, siendo estas reliquias donadas posteriormente al arzobispo y guardadas la calavera y el noli me tangere en un relicario de oro consistente en una máscara de cristal ataviada con una melena dorada y custodiada simbólicamente por las esculturas, también en oro, de cuatro ángeles, presumiblemente añadidas en 1860 debido a que en el dorso de las mismas figuran grabados los números romanos MDCCCLX, hallándose bajo la calavera un recipiente especialmente diseñado para albergar el vial de cristal con el noli me tangere. Respecto a la Santa Ampolla, la misma fue robada de la basílica, resultando desconocido su paradero actual.3
Esta y otras reliquias de la santa son sacadas en procesión cada 22 de julio, día de su festividad, colocándose una máscara dorada sobre la cápsula de cristal bajo la que se halla la calavera con el fin de protegerla.3
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