EL GUASÓN….ACÚSTICA DE LA LOCURA

EL GUASÓN….ACÚSTICA DE LA LOCURA (2/2) Por Víctor M. Estupiñán Munguía* “Locura: es la nueva normalidad social.” Rick Yancey Sin lugar a dudas que las carcajadas guasónicas constituyen la estética trituradora de una filosofía aberrante, sumamente destructiva y, depredadora de cuerpos y mentes. Las risas y carcajadas guasónicas son corceles desembocados que trasportan la voluptuosidad del alma enloquecida. Son pegasos negros que vuelan hacia las alturas infinitas con la esperanza de que su locura como evidencia de no ser nada, el sol las purifique quemándoles sus naturalezas prosaicas y sus profundidades paranoicas. Pero esa nada, sí contiene materia y energía destructiva. Energía radioactiva como pesimismo, tormentos, dudas que carcomen devorando cualquier posibilidad mínima de seguridad, de identidad, es neurosis y psicopatologías en racimos subhumanos. Es decir, los síntomas de una locura que va creciendo como medusa, sin una presencia de algún héroe que pueda y se atreva cortan sus cabezas serpentinas. La risa poco a poco se va instalando hasta institucionalizarse y, convertirse en la propia mueca de la muerte. De una muerte lenta, a veces risueña, otras, carcajeante, bullanguera, sin prisa, pero muy intensa. Encerrada en sus fuegos sagrados, quemando inciensos al dios de la incomprensión social. Muerte encadenada en un contenedor corporal, campo de concentración de sufrimientos, en un ente fragmentado, de desecho, menos que una refacción más del poder. Ante dichas culturas civilizadas y modernas, el temperamento de la descomposición humana busca un patrón vibratorio donde tener que aullar, un montículo, una colina; por fin, el acceso a un Gólgota donde expirar tanta locura acumulada. Un amplificador que disipe con trompetas reales las tragedias humanas, una acústica de la locura. En el caso del Guasón, la locura no cuenta con la posibilidad de sublimarla, de reconvertirla en arte o, alguna otra actividad donde el sufrimiento diera frutos humanistas. Ya que el alma y cuerpo ha sido expuesto a las mazmorras y máquinas de tortura modernas tan normalizadas por el sistema capitalista. Las carcajadas son sus verdaderas familiares, se convirtieron en sus fieles compañeras, en sus aliviadoras terapéuticas. Son la historia de una tragedia barroca, historia de un espíritu hecho carne molida, sangre volátil, epopeyas acústicas suplicantes de atención humana. Carcajadas, clarinetes que anuncian la derrota contra la integridad y dignidad humana. Transfiguración en dialecto extraño, lenguaje sacro de dioses incomprendidos expulsados del Edén neoliberal. La incineración de un alma que nació previamente entre el parto del egoísmo y la placenta civilizada de la violencia. Las carcajadas guasónicas son toquidos peregrinos que provienen del averno civilizado, son troyanas ensangrentadas por los cíclopes de cristal y democracias extraordinarias. El cuerpo del Guasón grita “a carcajada suelta”, la invasión fatalista que le ha provocado el neoliberalismo. Ante al gran fracaso de reingresar a la normalidad de la civilización materialista del éxito, se tiene que reinventar y, la materia prima que el cerebro le provee para su nuevo modelo, es la risa, las carcajadas. El boleto de entrada al paraíso perfecto de la locura alterna, “la otra locura”, la paralela a la hegemónica. Perdón… ¿Usted en cual está viviendo? Las carcajadas son lo que las campanas sagradas, intentar la sanación acústicamente, la limpieza del alma mediante el sonido, el supra sonido y, el infrasonido. Mientras se decide si su psiquismo se vuelve a reincorporar a la locura normalizada del sistema neoliberal o, si va a preferir cambiar definitivamente de domicilio donde la locura es señalada como ruido aleatorio, las carcajadas seguirán marcando el camino entre las dos fronteras malditas. Sus carcajadas son murciélagos escapados furiosamente entre las rendijas de sus labios, murciélagos con colmillos enrabiados de violencia y locura. Criaturas al acecho que anuncian previamente a su propietario, esperando como mascotas a quién realizarle la trasfusión del alivio del crimen y desquite antisocial. Su boca es la herida que ha trasformado el cuerpo, herida por donde escapa la sangre hecha locura. Sus carcajadas huelen a sangre, a hierro templado, a hemoglobina añejada con bacterias psicopatológicas, a plasma destructivo. Es sangre con olor a pus, a plaquetas incapaces de taponear su herida de muy simple mortal. O mejor dicho, muerto viviente, pero disfrazado de felicidad carcajeante. Mientras que el neoliberalismo siga triturando la esencia humana, las carcajadas de los Guasones se seguirán escuchando por todo el mundo en el Gólgota de la cotidianidad. _ *Víctor M. Estupiñán Munguía: Artesano de la palabra, escultor de ideas, danzante de emociones, arquitecto de sentimientos, pensador por distracción Cósmica, contador de estrellas por insomnio creativo, pintor de sueños por terapia humanista, especialista en transgredir las reglas ortográficas de la Real Academia Española, con neurosis cultural debido a que no puedo crear poemas que lleguen al corazón, chingólogo y sonorólogo, amigo del “Río Sonora”, víctima de la libertad, democracia y ecocidio del capitalismo bárbaro, pero con licencia de la Madre Naturaleza para cortar flores y olerlas.- Miembro de S.I.P.E.A. (Sociedad Internacional de Poetas, Escritores y Artistas)- Sonora “Por la paz del mundo” victor-79@live.com.mx

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