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LIGA COMUNISTA 23 DE SEPTIEMBRE Uriel Flores Aguayo La polémica desatada por el historiador Pedro Salmerón, es una inmejorable oportunidad para intentar esclarecer la trayectoria histórica del movimiento revolucionario y democrático en México. Escribió lo que piensa y hay que reconocer la congruencia de su renuncia si es que no se la pidieron. La guerrilla mexicana, de los años sesentas para acá, en su versión urbana se inspiraba en el "foquismo" Cubano y Guevarista; la rural, la de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, tenía más de la revolución mexicana y reivindicaciones sociales concretas. Su contexto nacional era un gobierno dictatorial, de partido único, elecciones simuladas y cerrazón de espacios para las libertades públicas. Entre la inspiración e imitación con los Cubanos y las restricciones políticas y civiles nuestras, hubo quienes, esos guerrilleros, que creyeron en lo que llamaban vía revolucionaria. El asalto al cuartel militar de Madera, Chihuahua, era la réplica local del asalto al cuartel Moncada en Cuba. Las guerrillas de Guerrero tenían más que ver con las brutales condiciones sociales de esa entidad y el caciquismo violento que oprimía a los campesinos sobre todo. Conozco y he tenido amistad con José Antonio León Mendivil, Camilo Valenzuela y Jesús Zambrano, quienes fueron parte de la Liga Comunista 23 de Septiembre. Son testimonio de esas difíciles militancias, de sus efectos en su vida personal y en la evolución de sus ideas políticas. En tanto sobrevivientes de una experiencia tan peligrosa han podido ensayar otras formas de participar en las transformaciones democráticas de nuestro país y hacer la autocrítica respectiva. Creo que fueron de entrega plena a las causas en que creían y se han mantenido en el campo de sus convicciones ideológicas y políticas. Fueron de personalidad fuerte que no es lo mismo que valientes. El nombre de comunista los ubica en una toma de partido por la Unión Soviética y el Marxismo-Leninismo. Esos eran sus referentes y aspiraciones. Por supuesto también se reivindicaban como revolucionarios. El que tuviéramos un gobierno dictatorial, dispuesto a asesinar a los disidentes les daba las justificaciones suficientes para emplear las armas y cualquier medio en la búsqueda de sus objetivos. Fueron producto de su tiempo. Su comunismo era romántico y utópico, igual que el del PCM, absolutamente inviable e imposible para México. Sus proclamas revolucionarias eran testimoniales y propagandísticas. Las revoluciones, como se ha estudiado, son fenómenos que ocurren en determinadas condiciones sociales, políticas y económicas. No surgen de un llamado o la acción de grupos y líderes. Creer esto último fue tan erróneo como catastrófico. Querer copiar la experiencia Cubana significó la derrota y muerte del Che Guevara, por ejemplo. El uso de las armas para conseguir fines justicieros no consiguió sus propósitos pero, en cambio, trajo dolor, represión y muerte. Tal vez sin proponérselo los guerrilleros pudieron haber contribuido a la apertura democrática de nuestro sistema político. Digamos que ese fue un efecto colateral ya que su fin era la revolución. Eran personas decididas, idealistas y de entrega total. Es obvio que sabían de los riesgos que tenía su actividad. Al menos yo no los considero valientes porque esa es una cualidad positiva, lo que no posee el secuestrar o matar, independientemente de los fines que digan perseguir. Echarles flores desde los puestos gubernamentales y legislativos es cómodo y puede ser demagógico. En el balance de ese periodo de nuestra vida nacional deben integrarse las visiones de las partes, con autocrítica. No fueron héroes. Tomaron sus decisiones y asumieron, o deben asumir, las consecuencias de sus actos. La feroz respuesta gubernamental, represiva en forma general y asesina, debe señalarse claramente. Pero tal comportamiento tampoco los justifica. No se les debe idealizar. Los ofrecimientos de perdón a quienes sufrieron torturas es un buen mensaje democrático y de reconciliación, sin embargo debe ser antecedida por una disculpa de quienes estaban dispuestos a matar para conseguir sus, ahora lo sabemos, extraviados sueños. Recadito: no hay ideología ni cambio en la degradación de nuestra vida pública veracruzana. ufa.1959@gmail.com

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