LA PUPILA INSOMNE PUBLICA:
Según el refrán popular, conocer el pasado es comprender el presente y prever el futuro, por ello, teniendo en cuenta las perspectivas que se avecinan con una nueva administración norteamericana, se hace necesario revisar las relaciones con el “vecino del norte” en los últimos 60 años y más allá de las pasiones existentes, calibrar las acciones y proyecciones emprendidas por las distintas administraciones norteamericanas, particularmente las del gobierno de Kennedy, que en sus postrimerías tanteó la alternativa de un arreglo político con Cuba. Conocer cómo fueron sus pasos, qué perseguían, cuáles eran sus objetivos a mediano y largo plazo puede resultar de interés.
Probablemente en su administración, más que en ninguna otra, se produjeron cambios dramáticos en sus posiciones hacia Cuba, especialmente después de la conocida y aleccionadora “crisis de los misiles” periodo donde sus proyecciones transitaron de una agresividad superlativa a una política dual que se proponía, sin abjurar de sus pretensiones, acceder por canales no oficiales y oficiosos al gobierno de la Isla para por vías políticas obtener sus objetivos estratégicos.
Es interesante apuntar cómo en ese periodo el presidente norteamericano transitó de un discurso y acción agresiva en extremo, a posiciones serenas y reflexivas con relación a la paz mundial y a la coexistencia entre las dos superpotencias. En el “caso” cubano, su política por momentos puede dar la impresión de estar “secuestrada” y sujeta a otros designios, lo que explicaría sus contradicciones y contramarchas.
En 1961, John Fitzgerald Kennedy había alcanzado la presidencia de Estados Unidos, por un estrecho margen de votos, frente al candidato republicano, Richard Nixon. Un hombre joven y formado por el establishment norteamericano, traía nuevas ideas sobre el papel de Estados Unidos en el mundo y sus relaciones con su contendiente principal, la URSS. Jerarquizar el enfrentamiento ideológico sobre el tronar de los fusiles fue uno de sus propósitos, por supuesto, sin abandonar las posiciones alcanzadas.
Una nueva relación con América Latina, por medio de la modernización de sus estructuras –en muchos casos feudales- que afianzara el capital norteamericano, e internamente la eliminación de la segregación racial, el control del monopolio del acero, la lucha contra el crimen organizado y la ultraderecha, la adecuación a los nuevos tiempos de la doctrina militar y la modernización del papel hegemónico norteamericano a escala mundial, fueron sus objetivos.
Se trataba de remozar al Imperio, adecuarlo a los cambios que el desarrollo científico técnico había alcanzado, en suma, colocar a Estados Unidos en una perspectiva preponderante de cara al siglo XXI.
En el escenario de la guerra fría, Estados Unidos había priorizado a los países del denominado “tercer mundo” y la estrategia de la Administración consistía en organizar junto a los aliados tradicionales, un consenso para enfrentar esa realidad.
“Las guerras convencionales y las guerras limitadas o la lucha guerrillera son desde 1945, la más activa y constante amenaza al mundo libre (….) La seguridad del mundo libre no solo puede peligrar por un ataque nuclear, sino también ser mordida lentamente en su periferia, no importa nuestro poder estratégico, por fuerzas subversivas, infiltración, intimidación, agresiones indirectas o encubiertas, revoluciones internas, chantaje diplomático, guerra de guerrillas o una serie de guerras limitadas. En esa área de las guerras locales, debemos contar inevitablemente con el apoyo de otros pueblos y naciones que comparten nuestra preocupación”[1]
Kennedy había heredado de la administración Eisenhower el proyecto de “Bahía de Cochinos” y con algunas reticencias dio luz verde al mismo, que como se conoce devino en la primera derrota imperial no solo en América, sino también en el mundo.
Así, pocos días después de la debacle de Girón, en acto público Kennedy explicaba:
“Cualquier intervención unilateral norteamericana, en ausencia de un ataque externo contra nosotros o un aliado, sería contrario a nuestras tradiciones y a nuestras obligaciones internacionales. Pero que quede claro que nuestra restricción no es inagotable. Pudiera parecer que la doctrina interamericana de no intervención simplemente permite o excusa una política inactiva, si las naciones de este hemisferio fallan en cumplir sus acuerdos contra una penetración externa del comunismo, entonces quiero establecer claramente, que este gobierno no dudará en asumir su obligación fundamental, que es la seguridad de nuestra nación”[2]
En otra referencia al mismo asunto, volvió a puntualizar sus ideas al respecto:
“Es fácil rechazar como de inspiración comunista cualquier manifestación antigubernamental o antiamericana, cualquier derrocamiento de un régimen corrupto, o cualquier protesta masiva contra la miseria y la desigualdad. Estas no son todas inspiradas por los comunistas. El comunismo se mueve para explotarlas, para infiltrar su liderazgo, subir en sus crestas hacia la victoria. Pero el comunismo no creo las condiciones que la causaron”[3]
La Alianza para el Progreso, un proyecto político, económico y social para América Latina que contemplaba una inversión de Estados Unidos por 20 mil millones de dólares en los siguientes diez años, fue puesta en marcha. Preveía importantes reformas políticas, económicas y sociales en el subcontinente y así neutralizar los efectos liberadores de la Revolución cubana.
Sin embargo, los gobiernos locales, muchos de ellos impuestos a la fuerza por los propios Estados Unidos, no supieron comprender la importancia de las medidas que se planteaban y en algún sentido, calificaron las mismas como un signo de debilidad frente a la ya potente influencia de Cuba en la región. La oligarquía nativa se asustó y miró todo lo que se decía con profunda desconfianza, a la vez que las transnacionales norteamericanas devinieron en sus representantes en el Congreso, donde actuaron para frenar las ideas y proyectos del nuevo gobierno norteamericano.
La doctrina de Kennedy era esencialmente monroísta, solo que adecuada a los nuevos tiempos. Se trataba de liberalizar el sistema imperante, dotarlo de un barniz democrático, para reforzar el papel hegemónico de Estados Unidos por medio de nuevos instrumentos tales como tratados económicos y políticos bilaterales, modernizar las fuerzas armadas locales y dirigirlas hacia temas policiales y represivos, en tanto, los ejércitos norteamericanos destacados en la región serían los garantes de la seguridad e integridad latinoamericana.
“Debemos rechazar teorías simplistas de la vida internacional –afirmaba en la Universidad de Berkeley, California- la teoría de que el poder americano es ilimitado o que la misión norteamericana es rehacer el mundo a su imagen y semejanza. Debemos tener la visión de un mundo libre y diverso y diseñar nuestras políticas para acelerar el progreso hacia un orden social más flexible”[4]
Algunos demócratas continentales confundieron el discurso y pensaron que la lección de Bahía de Cochinos había sido asimilada. Nada más lejos de la realidad. Pocos meses más tarde, el 30 de noviembre de 1961 Kennedy aprobaba un nuevo programa agresivo contra Cuba denominado “Operación Mangosta”, que según la propia documentación desclasificada, en un plazo de seis meses –marzo a octubre de 1962- pretendía derrocar al gobierno revolucionario. Treinta y tres tareas contemplaban el operativo, que incluía desde el bloqueo económico hasta la guerra bacteriológica, pasando por el terrorismo, la guerra sicológica, los complots de asesinatos y el alistamiento del teatro de operaciones militares, para en su momento, propinar el golpe final. Solo en los primeros ocho meses de aquel año, se realizaron en Cuba 5,870 actos de sabotaje, asesinatos, y terror generalizado, mientras que en veinte ocasiones se intentó asesinar a Fidel Castro, por todos los medios, incluso mediante la utilización de los más sofisticados productos de la ciencia y la tecnología provenientes de los laboratorios de la CIA.
Mangosta tuvo tres propósitos esenciales: a.- sublevar a los cubanos y facilitar una intervención militar, para derrocar a su gobierno. b.- ubicar el conflicto dentro del contexto de la guerra fría. c.- alinear a los países del subcontinente al lado de USA.
Menos el primero, los dos restantes fueron logrados. La crisis de los misiles en octubre de 1962, posibilitó a Estados Unidos demostrar el peligro comunista en Latinoamérica, a pesar de que desde el punto de vista operativo, fueron derrotados en su pretensión de deponer al gobierno cubano.
La infraestructura creada para el proyecto devino en la unidad subversiva más grande creada en tiempos de paz dentro del territorio estadounidense, algo por cierto que contravenía la ley fundacional de la CIA que le prohibía explícitamente actuar desde el territorio nacional. La denominada JM/Wave contaba con una fuerza compuesta por 400 oficiales de caso y 4,000 agentes de origen cubano, entrenados en subversión y terrorismo; una red de 55 empresas de cobertura, entre ellas: inmobiliarias, navieras, astilleros, almacenes, empresas de transportes aéreos y marítimos, talleres de reparaciones, rentadoras de autos, bancos, encargados de pagos y otras operaciones financieras, además, una poderosa armada aérea y naval, oficinas de reclutamientos en la mayoría de los estados, etc. en los que habían invertido casi 1000 millones de dólares, en fin, un ejército terrorista que en lo adelante debía desatar la guerra “sucia” en Cuba.
Aun así, armados hasta los dientes, los cientos o quizás miles de operativos ejecutados ese año, que tuvieron un alto costo en vidas humanas y daños a la infraestructura socio económico, fracasaron, y al final de la denominada “crisis de octubre” Mangosta fue desactivada por su inoperancia.
Las fisuras políticas provocadas por la decisión soviética de negociar la solución de la crisis por separado con Estados Unidos, dejando fuera a Cuba, alcanzaron la luz pública. Ya para entonces, la administración se sentía recuperada del fiasco de Girón y aunque no pudo conseguir su objetivo fundamental por medio de “Mangosta”, a través de la negociación política con la URSS había alcanzado un importante y trascendente triunfo. Por tales razones, en 1963 la administración disolvió las estructuras agresivas formadas y diseñó un nuevo grupo de trabajo en el Consejo de Seguridad Nacional (CSN) a cargo del “asunto cubano”, al mando del fiscal general Robert Kennedy.
Mac George Bundy, asesor de seguridad nacional, propuso y fue aprobado por el CSN un nuevo proyecto para “resolver” el problema cubano, que fue denominado: “la doble vía”, pues, flexibilizando sus estrategias, pretendía utilizar no solo los mecanismos existentes: bloqueo, aislamiento, terrorismo, guerra sicológica etc, sino también medidas políticas destinadas a dividir al movimiento revolucionario en Cuba y profundizar las divergencias de ésta con la URSS, intentando construir una nueva disidencia desde posiciones “revolucionarias”· que pudiera erosionar a la Revolución, desde dentro, y que preveía incluso, bajo sus condiciones claro está, iniciar negociaciones con la Isla, que no solo profundizara las contradicciones internas, sino también “brindara la posibilidad de llegar a algún arreglo con Castro”.[5]
Tales eran los ánimos en la administración, como resultado de la victoria obtenida en la solución de la crisis de los misiles, que en un discurso de entonces, el presiente Kennedy expuso:
“Los futuros historiadores, mirando atrás, a 1962, muy bien pudieran señalar este año como el momento en que la corriente de la política internacional, comenzó por fin a fluir, hacia el mundo de la diversidad y la libertad. A continuación del lanzamiento del sputnik, en 1957, la Unión soviética comenzó a intensificar sus presiones contra el mundo no comunista…..Los pueblos de muchos países comenzaron a aceptar la noción de que el comunismo era el inevitable destino del ser humano….. 1962 frenó este proceso…. Y nada fue más importante para desinflar la noción de la invencibilidad del comunismo que la respuesta americana a las provocaciones soviéticas en Cuba”.[6]
Al unísono, mientras se hablaba públicamente de paz, flexibilización, arreglos, diversidad, etc., el 7 de abril de 1963 -según la información desclasificada- el Consejo de Seguridad Nacional analizó y acordó el siguiente plan de acción con respecto a Cuba:
Días después el 3 de junio, El Grupo Especial acordó que sería un esfuerzo útil explorar “las variadas posibilidades para establecer canales de comunicación con Castro”, en dos palabras, expresaría Bundy: “Kennedy estaba examinando la posibilidad de inclinarse a abrir una brecha con Cuba, sacar a Castro del abrazo soviético y quizás olvidarse de Bahía de Cochinos y hacer volver todo a su estado normal”[7]
Siete días más tarde, Kennedy, en la Universidad Americana pronunció un trascendente discurso sobre la paz y la guerra a escala mundial, destacando entre otros argumentos los siguientes:
“En pocas palabras, tanto los Estados Unidos como sus aliados, como la Unión Soviética y sus aliados, tienen un interés profundo y mutuo en que exista una paz justa y genuina y en detener la carrera armamentística. Los acuerdos en este sentido redundan en interés de la Unión Soviética igual que en el nuestro. Podemos confiar en que incluso las naciones más hostiles aceptarán y respetarán aquellas obligaciones de los tratados, y únicamente aquellas obligaciones de los tratados, que redunden en su propio interés.
"Así pues, no seamos ciegos a nuestras diferencias, pero dirijamos también la atención a nuestros intereses comunes y a los medios que nos pueden permitir resolver esas diferencias. Y aunque no podamos poner fin ahora mismo a nuestras diferencias, al menos podremos ayudar a que el mundo sea seguro para la diversidad. Porque el análisis final es el siguiente: nuestro vínculo común más básico es que todos vivimos en este pequeño planeta. Todos respiramos el mismo aire. Todos apreciamos el futuro de nuestros hijos. Y todos somos mortales…….”
Probablemente aquellas declaraciones devinieron en su sentencia de muerte, en tanto para el establishment como para el complejo militar industrial financiero y congresional aquellos conceptos y novedosas estrategias eran inaceptables a sus intereses guerreristas financieros y hegemónicos.
Mientras, la CIA y los halcones a partir de las experiencias adquiridas en la manipulación de los grupos CR, se percataron de su relativa penetración por los servicios de seguridad cubanos y decidió implementar lo que se dio en llamar las grandes y pequeñas redes de inteligencia, abastecimiento y subversión, construidas sobre los restos de los grupos contrarrevolucionarios. Varias de ellas tuvieron buen éxito, al menos aquel año: la red organizada por la inteligencia española, desde su embajada en la Habana buscaba inteligencia política; otra organizada desde la embajada italiana tenía la misión de abastecer a sus principales agentes que operaban dentro de la capital; la denominada “rat line” que operaba en la central provincia de Villa Clara tenía entre sus misiones abastecer a los grupos armados que operaban en el macizo montañoso del Escambray, y la de “Polita” Grau y Alberto Cruz, dedicada a la obtención de inteligencia y a urdir complots para asesinar a Fidel.
Una de las más peligrosas y eficientes de estas redes lo fue la denominada “Frente Unido Occidental, FUO”, que logro estructuras en el occidente de país a más de 1000 hombres para labores de inteligencia, alzamiento y sabotaje. Organizó tres centros de comunicaciones clandestinas y se mantuvo activo por casi dos años. Planeó y casi llegó a ejecutar el ataque a los principales campamentos militares en Pinar del Rio y realizó numerosos sabotajes al sistema eléctrico y contra importantes objetivos económicos.
El programa de “guerra sicológica” avanzaba sin grandes contratiempos. La VOA, Voz de América, había devenido en una estación dirigida esencialmente contra Cuba, mientras que un aparato especialmente formado, desde la JM Wave, dirigía campañas publicitarias anticubanas a escala continental, mediante la utilización de todos los medios a su alcance, entre ellos el cine, la TV, los periódicos y revistas locales, conferencistas para universidades y otros escenarios etc. Incluso, se llegó a aprovechar el curso de las corrientes del golfo de México, para hacer llegar propaganda impresa a nuestras costas, cuando no era enviada por globos aerostáticos.
El bloqueo político, económico y comercial se arreció. Los medicamentos, las piezas de repuesto para la industria, los alimentos, en fin todo lo que antes provenía de Estados Unidos y de Europa, fue eliminada. Los barcos mercantes que tocaran puertos cubanos eran colocados en una lista negra y tenían prohibido atracar en puertos norteamericanos. Las exportaciones cubanas eran sistemáticamente saboteadas, cuando por alguna razón los barcos que la transportaban llegaban a puerto extranjero. Incluso, varias compras realizadas por el gobierno cubano, fueron saboteadas mientras se dirigían a Cuba, al no poder frustrar la negociación en curso. Los principales gobiernos latinoamericanos, presionados por Estados Unidos y con la excepción de México, finalmente romperían sucesivamente las relaciones con Cuba, completando así el aislamiento político, económico y cultural.
Dentro de Cuba, varios intentos para reorganizar a la contrarrevolución fueron puestos en marcha, desde la JM. Wave. Probablemente el más importante dirigido hacia el denominado Movimiento de Recuperación Revolucionaria MRR, entonces dirigido por Luis David Rodríguez, que había logrado formar un bloque o unidad contrarrevolucionaria, -la Resistencia Cívica Anticomunista, RCA- que agrupó a los rezagos de los grupos conspirativos que aún sobrevivían y restos de alzados en armas en el Escambray, al mando de Tomás San Gil. El eje central de sus planes era asesinar a Fidel durante un acto público, propiciar un levantamiento armado en las principales provincias del país y provocar un ataque al enclave militar norteamericano de Guantánamo, que sirviera de pretexto para una intervención de ese país.
En el sabotaje interno la CIA llegó a planear todo tipo de artilugio y mecanismo que directa o indirectamente afectara la producción, la economía u otros medios vitales de los servicios públicos. Uno de sus agentes, organizó una red para sabotear el transporte público a escala nacional, al verter virutas de acero en los motores de los vehículos. Otras acciones como roturas de maquinarias, daño a los neumáticos, fueron puesta en marcha, debidamente ilustrada por medio de instrucciones detalladas en panfletos, que les hacían llegar a sus colaboradores, utilizando principalmente la correspondencia nacional.
Los grupos de misiones especiales (GME), o comandos de infiltración para el sabotaje, abastecimiento y la subversión que operaban desde la JM Wave, fueron desarticulados cuando intentaban dinamitar las minas de cobre en la provincia de Pinar del Rio. En su lugar la CIA, formó los denominados comandos mambises, con su campamento principal en las inmediaciones del lago Porchartrain en Nueva Orleans. Las grandes embarcaciones o buques madres, seguirían en su fondeadero de Miami, desde donde, puntualmente, según la operación en curso, se trasladarían para recoger a los comandos y realizar las acciones encomendadas.
Varios operativos fueron realizados con éxito, entre los que se encontraron el ataque al puerto de Casilda y la agresión perpetrada contra instalaciones portuarias de Santa Lucía en la occidental provincia de Pinar del Rio. Adicionalmente realizaron 22 operaciones de sabotaje aprobadas por el CNS, en su mayoría fracasadas por las medidas de seguridad tomadas y participaron en 137 acciones terroristas contra objetivos costeros y embarcaciones cubanas, además de las infiltraciones de armas y pertrechos de guerra, que constantemente hacían para los grupos internos.
El 22 de octubre el buque REX, nave insignia de la CIA, fue sorprendido, mientras realizaba una importante infiltración de armas y pertrechos bélicos en la costa sur de la provincia de Pinar del Rio.
La “joya de la corona” de esta guerra sucia fueron sin dudas las denominadas operaciones autónomas: Estas consistieron en un “invento” subversivo de nuevo tipo, que pretendía desviar el accionar de los principales grupos CR controlados por la CIA fuera del territorio norteamericano para así poder negar “plausiblemente” sus acciones. Aquí se puso de manifiesto como quizás nunca antes, la política de doble rasero adoptada por la administración norteamericana desde épocas pretéritas. El comité Church, que en 1975 investigó a nombre del Congreso de Estados Unidos los complots de la CIA para asesinar dirigentes políticos extranjeros definía la “negación plausible, de la siguiente manera:
“el concepto original de la negación plausible preveía realizar acciones encubiertas de una forma calculada para ocultar la participación americana si las acciones fueran descubiertas. La doctrina era por momentos una ilusión y en otros, un engaño (……) Cualquier teoría que coloque a los funcionarios elegidos en la periferia del proceso de la toma de decisiones, es una invitación al error, o un abandono de la responsabilidad y una perversión del gobierno democrático. La doctrina es la antítesis de la responsabilidad”(….)
Esta noción de la política exterior fue complementada en el terreno operativo, con el diseño que en 1963 la CIA plasmó en una normativa bautizada con el eufemismo de “operaciones autónomas” que en su preámbulo instruía:
“las operaciones autónomas serán ejecutadas exclusivamente por nacionales cubanos, motivados por la convicción de que para desalojar al régimen debían actuar los cubanos de adentro y de afuera, en consonancia. El esfuerzo, probablemente costará muchas vidas cubanas, que se vuelve inaceptable para la conciencia de Estados Unidos… El gobierno norteamericano debe estar preparado para negar públicamente cualquier participación en este tipo de actos… Todas las operaciones autónomas serán montadas fuera del territorio norteamericano…Después de entrar en relación con un grupo, el representante de Estados Unidos debe dejar claro que el gobierno no tiene intención de intervenir militarmente, excepto para enfrentar a los soviéticos….Un experimentado oficial de la CIA será asignado para trabajar con el grupo. Él dará la información general y los apoyos materiales necesarios. Él debe influir, pero no controlar el curso de las operaciones”.
A partir de tales indicaciones las operaciones autónomas se proyectaron en diferentes ángulos o vertientes de la estrategia planeada. Entre sus objetivos se encontraron: La obstaculización del comercio marítimo; la organización y estabilización de un “foco” guerrillero” interno; las acciones contra objetivos costeros; el sabotaje o destrucción del potencial industrial y energético cubano; los atentados contra Fidel Castro; la reorganización de la contrarrevolución interna; la división del movimiento revolucionario; la penetración en el ejército rebelde con fines diversionistas y la preparación de un golpe de estado interno, que facilitara una acción definitiva de Estados Unidos contra Cuba.
Varios comandos contrarrevolucionarios, constituidos al amparo de estas “normas”, comenzar su actuar, entre ellos el de Manuel Artime Buesa, quien desde Nicaragua con el apoyo de su dictador Anastasio Somoza desarrollo la “II Guerrilla Naval”, que tenía como misión obstaculizar y detener el comercio naval hacia y desde Cuba, principalmente proveniente de los países socialistas, por medio del ataque y destrucción de sus naves. Según participantes de ese proyecto[8],
“a ese grupo se integraron unos 500 hombres, contando con dos bases y un centro de comunicaciones, en Nicaragua, un almacén de armas en Costa Rica y oficinas en Miami, donde radicaba la jefatura. Llegaron a disponer de dos buques madres de 250 pies de eslora, una docena de lanchas rápidas de desembarco, con motores silenciosos, un avión C-47, dos avionetas Cesna y un hidroavión, 200 toneladas de armas y un sofisticado sistema de comunicaciones que incluía el contacto permanente con la CIA. En dos años y medio de operaciones costaron a la CIA alrededor de 7 millones de dólares”.
La administración seleccionó a Manuel Ray Rivero, un ex ministro del primer gobierno revolucionario cubano para construir una nueva organización en el exterior, la Junta Revolucionaria en el Exilio, JURE, que uniera a los grupos CR más “razonables” y menos intransigentes en la búsqueda de una solución pacífica al “asunto cubano”, que estratégicamente debía devenir en el momento adecuando, instrumento en las negociaciones que se proyectaban con Cuba. Sería una exigencia de Estados Unidos para que los cubanos aceptaran como representante del exilio a una organización opositora de corte socialdemócrata en un eventual gobierno “reconciliación nacional” en la Isla.
Otro proyecto, el liderado por Enrique Ruiz Williams, ex mercenario de Girón, se puso en marcha aliado a los líderes contrarrevolucionarios Eloy Gutiérrez Menoyo y Antonio Veciana Blanch y su grupo Alfa 66, el cual se proponía organizar un destacamento armado en Santo Domingo para en su momento, desembarcar por las costas de Baracoa en la provincia de Oriente para desarrollar allí la lucha de guerrillas.
El denominado Directorio Revolucionario Estudiantil, DRE una típica operación autónoma de la CIA, desde su formación en 1961 se unió a los empeños ya descritos. Sus misiones estaban relacionadas con dos vertientes: La terrorista, mediante ataques comandos a las costas habaneras principalmente con fines publicitarios, destinados a darle protagonismo público y la otra, una cuidadosa campaña publicitaria y de guerra sicológica, destinada a subvertir la imagen de la revolución cubana en los medios estudiantiles del continente americano.
Mientras, las contradicciones existentes entre el exilio y la CIA con el proyecto dual gubernamental de la doble vía, hizo nacer la Junta de Gobierno Cubana en el Exilio, JGCE, una formación que debía reunir a los grupos más recalcitrantes del exilio y el sindicato del crimen organizado, la Mafia. Estos sujetos encabezados por el ex presidente Carlos Prio pretendían capitalizar al exilio, -aquel que no aceptaba el JURE, ni medias tintas-, en la solución del “caso cubano”. Decían contar con un presupuesto de 50 millones de dólares entregados por el “sindicato”, para derrocar al gobierno cubano y recobrar sus antiguos casinos de juego en la Habana. Lo cierto es, que posteriormente, tras el asesinato de JFK, investigadores de la comisión Warren y luego del comité Selecto de la Cámara de Representantes, lo vinculó con señales y amenazas contra la vida del presidente, demostrando que la vida orgánica de la JGCE duró el tiempo que media entre mayo y noviembre de 1963. Con la muerte e Kennedy, el mismo desapareció misteriosamente.
Entre los “afiliados” más activos de la JGCE se encontraban el Movimiento de Recuperación Revolucionaria Insurreccional, MIRR de Orlando Bosh y Posada Carriles; el Movimiento Nacionalista Cubano, MNC de los hermanos Novo Sampol, Comandos L de Antonio Cuesta y otros más, que tenían como misión esencial atacar y aterrorizar a las instalaciones y funcionarios cubanos en países extranjeros.
Nuevas reuniones del CNS el 19 de junio presidida por Robert Kennedy evaluaron los objetivos de la administración en su guerra contra Cuba, al tiempo que aprobaba 24 grandes sabotajes dentro de la Isla. Los aspectos priorizados fueron: 1.- incrementar las operaciones autónomas (antes descriptas). 2.- fortalecer el desarrollo de las operaciones Am/Truck y Am/Lash (golpe militar y de estado en Cuba.). 3.- incrementar el bloqueo económico y multilateral. 4.- acrecentar el aislamiento político de Cuba en el continente y fuera del mismo. 5.- priorizar el asesinato de Fidel, 6.- ampliar los objetivos y fines de la guerra sicológica: (calumniar internacionalmente al proyecto revolucionario, desacreditar a las FAR, romper la alianza con la URSS, aislar a Cuba, agudizar las contradicciones políticas entre las organizaciones revolucionarias.) 7.- explorar conversaciones de paz, que desde posiciones ventajosas resolvieran el diferendo existente y aparata a Cuba del bloque soviético.
En octubre, según la información desclasificada por el gobierno de Estados Unidos sobre este asunto, el Presidente, a sugerencia del CSN aprobó 9 sabotajes a grandes instalaciones energéticas y productivas en el interior de Cuba.
Las operaciones Am-Truck y Am-Lash estaban dirigidas contra las FAR y las ORI (organizaciones revolucionarias integradas) a los fines de captar y reclutar adeptos en el ejército y los mandos políticos para un eventual golpe de estado dentro del país, asesinado a Fidel como paso previo a ello.
Para esos fines el 29 de octubre Desmond Fitzgerald jefe de la CIA a cargo de Cuba, se entrevistó en Paris, Francia, con su veterano agente el excomandante Rolando Cubela Secades (Am/Lash) quien había sido jefe militar del Directorio Revolucionario durante la insurrección contra Batista y luego presidente de la FEU a quien le propuso, en unión con el ex comandante Ramón Güin Díaz (Am/Truck) el asesinato de Fidel y el golpe militar con las fuerzas que ambos decían tener para tales empeños. Se acordó que de resultar exitoso el golpe podía contar con el apoyo y respaldo del Gobierno de Estados Unidos.
En las discusiones de Paris para puntualizar los planes de asesinato a Fidel Castro, Cubela exigió a Fitzgerald una confirmación de la anuencia presidencial al proyecto golpista y solicitó la inclusión en un discurso de Kennedy de la siguiente idea: “una banda de conspiradores se apoderó de la Revolución cubana y la entregó al imperio ruso”.
Pocos días más tarde el 18 de noviembre, en la Sociedad Internacional de Prensa en la ciudad de Miami, el Presidente expresaba en un discurso, “es un hecho que una pequeña banda de conspiradores han despojado al pueblo cubano de su libertad y entregado la independencia y soberanía de la Nación cubana a fuerzas más allá del Hemisferio”. Cubela en Paris acompañado de su oficial de caso, tuvo noticias del discurso y ratifico su disposición para continuar el complot golpista y homicida.
Un análisis del panorama político operativo de entonces nos mostraba dos estrategias bien definidas, la de la CIA y sus aliados de la Mafia y el exilio que operaban libre y agresivamente sin control alguno, que tenía como finalidad -mediante una guerra sin cuartel- provocar un conflicto político-militar que obligara al gobierno norteamericano a intervenir militarmente en la solución definitiva del “asunto cubano”, y el de la administración Kennedy caracterizada por golpes selectivos contra Cuba, para destruir su potencial energético e industrial; el bloqueo, las presiones políticas y económicas, mientras que actuaba decididamente contra las acciones independientes de la CIA y el exilio cubano, a los fines de poder controlar y dirigir la política hacia la Isla.
Dentro de la estrategia kennediana, se destacó una nueva vertiente. En los inicios de 1963 habían comenzado delicadas e importantes conversaciones sobre las relaciones Estados Unidos y Cuba entre el abogado James Donovan, responsable de las negociaciones que liberaron a los mercenarios capturados en Girón y el Comandante René Vallejo, ayudante de Fidel Castro. Más tarde en abril la periodista Lisa Howard de la cadena norteamericana ABC News después de una entrevista a Fidel confeccionó un extenso artículo publicado en Nueva York en el cual daba cuenta de la disposición del líder revolucionario para normalizar las relaciones entre ambos países.
Meses después, en septiembre y en aquella misma ciudad sede de la ONU, la Howard propició un encuentro entre los embajadores Carlos Lechuga de Cuba y William Atwood de Estados Unidos, quienes conversaron sobre una eventual normalización de las relaciones entre ambos países quedando éste último en comentar la posición cubana al fiscal general Robert Kennedy, con el cual tenía una reunión pautada para esos días, ocasión que aprovechó para solicitar autorización de continuar los contactos, recibiendo la anuencia para ello, pero con la advertencia que debía extremar la secretividad de ellos. Fue en aquellos días, según Atwood, que informando de tales eventos al secretario de estado Dean Rusk, de paso por la ciudad, este le confirmó que su departamento nada tenía que ver con la política hacia Cuba, pues esta estaba en manos exclusivas de la CIA.
El 24 de octubre, Jean Daniel, periodista francés de paso por Nueva York rumbo a Cuba con el propósito de entrevistar a Fidel Castro, a sugerencia y mediación de Atwood se reunió con el presidente Kennedy quien le solicito que en la planeada entrevista, indagara las opiniones del líder cubano sobre el desenlace y lecciones de la crisis de los misiles y cuáles eran sus opiniones con respecto a Estados Unidos. Le explicó que a su regreso de Cuba, se reuniera nuevamente con él para intercambiar opiniones del viaje y conocer sus impresiones, pero lamentablemente el presidente sería asesinado pocos días después, el 22 de noviembre, en Dallas, Texas.
Como antes se expresó, pareciera que la política de Estados Unidos estaba secuestrada. Por un lado, una agresión que ese año alcanzó niveles insospechados, mientras que por otro, se realizaron acciones concretas por parte de Kennedy para explorar caminos de paz y arreglos políticos con Cuba. ¿Acaso todo aquello era una muestra más de la política de doble rasero del Imperio norteamericano?. ¿Acaso la política hacia Cuba del presidente estaba relacionada con una nueva perspectiva pacifica, la misma expuesta en su discurso de la Universidad Americana?. En realidad nunca tendremos respuestas a esas interrogantes, pues Kennedy fue asesinado, “más allá de la duda razonable” por sus políticas internas y externas, particularmente aquellas relacionadas con la paz y el desarme mundial y la posición que en los últimos tiempos asumió hacia Cuba.
[1] “special message to the congress on the defense budget, march 28 1961, en public papers of de Presidents of the Unite Stated, ed. Cit. pp 229-240
[2] Address before the American Society of Newspaper Editors, april 20 1961, Puplic Papers of the President of the United State, ed pag. 304.
[3] Radio al TV Report to the American People on Returning from Europe, jun 6 1961, en Public Papers of The President of the United State, ed. Cit, p, 445.
[4] Address in Berkeley at the Univerisity of California, march 23 1962, Public Papers of de Presindent of de United States, pag. 266
[5] Proyecto de la doble vía.
[6] Foreword en Public Papers of President of the United States, United States Government Printing Office, Washington Enero 1963 pp V y VI
[7] William Atwood, embajador alterno de Estados Unidos en la ONU.
[8] Felix Rodriguez Mendigutía: The Shadow Warrior, pag.119
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