UNA REFLEXIÓN PERSONAL
Una reflexión personal.
Saludos.
Luis Villegas Montes.
PAN DE FIESTA.
Hace poco menos de 10 años, 9 para ser exactos, escribí un libro chiquitito, un folleto casi, contenedor de un ensayo que titulé: “La Alternativa Azul”.1 En él, puntualizo una serie de reflexiones que guardan relación con tópicos diversos en tono a una idea central: La unidad de Acción Nacional como factor de triunfo. Destaco algunas ideas textuales de ese escrito:
1. Menciono en primer lugar que los llamados “candidatos de unidad”, por lo general son aquéllos que surgen de convenciones sin que hayan contendido contra otros adversarios; empero que, en realidad, debe entenderse por tales a aquellos líderes “que han logrado apiñar en torno suyo o del proyecto que encarnan, a la mayoría de los militantes o simpatizantes en sus localidades; o mejor aún, sumar o contrarrestar con eficacia los nocivos efectos de la división interna”;2
2. En un apartado posterior agrego que la unidad del partido no es sólo una exigencia para los panistas; sino también “un elemento digno de tenerse en cuenta para ganar, o perder, una lucha electoral”;3
3. Curándome en salud, agrego después que me anticipo; que suena sencillo, demasiado simple, pero que los datos están ahí (me refiero a los triunfos electorales de 2004); empero que, en todo eso, “¿qué hay pues en común? ¿Qué sirve para explicar ese fenómeno? A mi modo de ver una sola cosa: La unidad del Partido. En todos los casos que el PAN perdió o ganó, como una explicación de fondo, marginal o no, interactuando con otros factores o no, hallamos la cohesión o la desunión de los panistas”;4
4. E incluso agrego que “en el caso de los municipios donde sorpresivamente resultó vencido, las pugnas internas que debilitaron al PAN y dificultaron incluso los actos más sencillos, explican convincentemente ese acontecimiento. De igual modo, en aquellos casos en que contra todos los pronósticos el PAN gana, frecuentemente y en la gran mayoría de los casos, encontramos que había candidatos de unidad; ya porque no participó nadie más en la contienda, ya porque el panismo regional se aglutinó en torno a la figura de un ex-Alcalde que en su oportunidad ejerció un reconocido liderazgo”,5 y
5. En el centro del análisis, Capítulo Cuarto, destaco situaciones concretas en torno a la tesis postulada, la “unidad” como referente indispensable de una victoria; y menciono tres casos concretos que la confirman: Las elecciones locales de 1992, las federales de 2000 y las extraordinarias municipales de 2002 en Juárez. Para concluir ese apartado, en resumen, destaco dos cosas: “En el escenario estatal, antes de estos años de 2003 y 2004, el PAN ha logrado logros significativos sólo en aquellos casos en que ha habido unidad en torno a sus líderes (entiéndase candidatos)” y “Ese esquema, de manera parcial se repite en las elecciones de Ayuntamiento, como se ha demostrado en líneas de antelación”.6
El triunfo del PAN ocurrido el pasado domingo, y merecido del todo, puede explicarse desde muchas perspectivas. Como escribí en otro libro de mi autoría: “La estrategia de campaña no corresponde sólo al candidato y su equipo, como no corresponde en exclusiva al partido político que lo postula; una campaña electoral es sobre todas las cosas un ejercicio compartido de responsabilidades y tareas en donde se espera que cada cual cumpla con su misión”.7 En el caso concreto no puede obviarse esa labor de semanas, de meses, en la que las dirigencias partidistas, estatal, municipales, regionales, se empeñaron en sacar adelante un proyecto de unidad. Pero no un proyecto de unidad de nombre, sino uno real, de facto, donde cada actor, cada liderazgo, cada protagonista, cada orden o nivel de autoridad, se integró al proceso de selección de candidatos y trabajó en las campañas ulteriores. Eso explica un éxito arrasador. Un esfuerzo por partida doble, primero, para no friccionar los procesos electivos internos; y segundo, para garantizar que el Día “D” la estrategia estuviera a punto: Representantes de generales, de casilla, abogados, observadores electorales, etc. Un ejército enorme, coordinado, capacitado, listo y en marcha para sacar adelante al Partido y a sus abanderados.
Ése y no otro es el mayor éxito del PAN: Trascender las diferencias naturales de grupo para integrarse en un proceso como equipo en donde cada quien jugó dónde y cómo debía jugar para que ganaran todos. El resultado está a la vista; si pretende ignorarse esa cuestión, si se soslaya el trabajo partidista, el trabajo político que llevó a multitud de acuerdos -cuando no a la reconciliación de largas enemistades- regionales, si de manera simplista todo el mérito se centra en un solo factor, como puede ser el desgaste del PRI, por ejemplo, se pondrá en riesgo la elección del 2018 que, no se nos olvide, está prácticamente en puerta.
Ésta está muy lejos de ser una victoria definitiva, concluida; es apenas un respiro para la sociedad chihuahuense; un breve compás de espera para los gobiernos del PAN; y una prueba de resistencia de cara a los dos retos inminentes: Construir un buen gobierno en un plazo excesivamente breve y sortear con éxito los comicios de ese año.
Como sea, bien por el PAN, bien por los panistas, bien por Chihuahua y bien por México.
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