COLUMNA LA JORNADA HUASTECA

La Jornada Huasteca

Los libros libres no entran a la biblioteca

Livia Díaz

Hace una década los escritores con libros autopublicados de Poza Rica acordaron donar un ejemplar de sus ediciones a la Biblioteca Pública Municipal de Poza Rica, lo que se anunció con bombos y platillos, también para que se difundiera y más personas pudieran ir a verlos, leerlos y disfrutar y conocer la creación de sus conciudadanos. Al ir a buscar esos libros a la institución, en 2013, se encontró, con pena, que no estaban en donde se pretendía.

El único libro que versa sobre Poza Rica, un viejo tomo de una producción que hizo PEMEX hará más de 30 años, se encuentra en un cajón, reservado para quien pregunte y dedique con esmero a este tomo su lectura y aún con mayor cuidado, y es privilegio conseguirlo prestado, un libro de Capitanachi, quien fue un cronista voluntario de su pueblo y escribió y publicó, por cuenta propia, en tres partes, la historia del municipio petrolero.

No del todo tienen responsabilidad sobre ello los trabajadores en la institución, sino en general, la forma del manejo de los libros en las instituciones, las bibliotecas, son una suerte de quirófano en donde al libro lo tratan de aislar de otros más o menos enfermos y tiene su área blanca, negra y gris. Lo que afecta a la cultura general.

Al sistema de archivo de las bibliotecas les falta asimilar también otras donaciones, les falta la promotoría del libro que planifique y determine la búsqueda de las nuevas producciones y no solo como el contemplador del orden interno de la sala de archivo de los libros sino para tornarse en verdaderos promotores de la lectura, la escritura y la ilustración pública.

Lo que está pasando al interior de las bibliotecas ya es intolerable, además de que continuamente hay un interminable derroche de recursos y de que no llegan a sus estanterías los libros que, por justicia deberían ingresar a sus edificios, sino que se quedan perdidos en el tiempo, empolvándose, en bibliotecas hogareñas, sótanos y almacenes, sin otro uso que el kilo o la basura, o de la basura al kilo.

Así se encuentran los libros en México, país en el que se habla mucho de que nadie lee, pero lo que se produce, no es lo que alguien quisiera leer, o el motor o el negocio del día.

El panorama de Poza Rica no dista mucho del de Tampico o Tantoyuca.

En Tampico hace poco un compañero periodista socializó la foto que tomó del estante en el que se colocan los libros producidos por autores locales en la biblioteca pública, son apenas una veintena y están aislados del resto de los producidos en la ciudad, o incluso el estado. La verdad a muy pocos autores les da por soltar un libro en las bibliotecas y luego se quejan de ser casi desconocidos en su propia tierra.

En Tantoyuca hay solo tres libros escritos sobre el municipio en la biblioteca y que tienen reservados para lectura y lectores en un rinconcito cerca del escritorio de la administradora del lugar y son una monografía, una historia breve y un estudio antropológico.

Los libros más buscados en esa cabecera municipal, son las monografías. A la escuela secundaria federal cada tanto le da por pedirles a los alumnos que hagan una monografía, así que si en la institución se hiciera una compilación de monografías de Tantoyuca, seguramente habría miles de tomos en la biblioteca.

Cada monografía realizada por alumnos de esta escuela y del Cbtis, contiene además de informaciones específicas, fotografías únicas del municipio, además de anécdotas y otros materiales de valor incalculable, incluso y por lo mismo hay una leyenda urbana de que, una profesora de esas escuelas, sabedora de la riqueza de dicha información, tiene en su casa el reservorio más importante de información de la huasteca veracruzana contenido en las monografías hicieron a su solicitud a lo largo de toda su carrera.

El caso es que, en las bibliotecas, estas no son prioridades, y si acaso llegaran esos libros a sus instalaciones, permanecerían en la antesala, separados de los demás libros, para que no se contagien los que privilegiadamente contiene la institución, y es que, como lo he dicho antes, en las bibliotecas se seleccionan los espacios para la colocación de los acervos intentando que no haya enfermos entre los sanos, porque los libros nuevos podrían tener gusanos, termitas y humedad.

Aún con todo esto, su sección de no sanos, no está identificada archivológicamente, tampoco se les cuenta o se les tiene clasificados por si alguien pregunta. Usted puede acceder por internet al catálogo del acervo y no los encontrará.

Se ha visto también que muy poco interés por la identificación bibliográfica hay por las regiones. El personal de las bibliotecas no se la pasa buscando los materiales producidos in situ para promoverlos, darlos a conocer, o de perdida enterar a la población local de las nuevas producciones, y quien que así lo hiciera estaría innovando en el mundo, porque al parecer a nadie le importa.

Lo último me consta y lo sé, porque en el lugar en donde más se ha escrito y que más obras ha inspirado y que es Tepozatlán, el único libro en acervo por la biblioteca del propio municipio, es de una escritora chilena y fue donación que se encuentra, como los de Tantoyuca y Poza Rica, en un cajón reservado a los no comunes. No obstante, en la tienda de libros del museo hay docenas, sino cientos, de libros escritos en, de, o para Tepozatlán. Inspirados en su tierra, la cultura o la historia, y en el interior de la biblioteca del mismo museo no hay libros de Tepoztlán, amén de citas en históricos, antropológicos o crónológicos. La vasta producción de siglos de literatura y la escritura de libros con temática política, social es completamente ignorada. Reitero, esto es inaudito. Las salas de consulta deberían tener niveles, y luego alguien se responderá, con razón estamos como estamos.

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