ALCOHOLICOS ANÓNIMOS CUMPLE 80 AÑOS LUCHANDO CONTRA LA BOTELLA
Washington, EU.- "Me llamo Andrew y soy alcohólico". Breve pausa. "¡Hola Andrew!", saluda el grupo. Es lunes, en torno a las 12 del mediodía, y a estas horas, en este caluroso día de veranoen un barrio comercial de Washington, cabría suponer que la gente tiene otros pensamientos distintos a una copa de vino, un cóctel o un trago de aguardiente. Pero en la reunión de Alcohólicos Anónimos (AA) no cabe un alfiler: entre sus 40 sillas, apenas hay alguna libre.
Después, Andrew comienza a contar. Cómo dejó de controlar cuánto bebía en una fiesta de cumpleaños y tuvo que luchar contra la peor resaca de su vida, cómo de pronto su adicción no tenía límites y empezó a definir toda su vida, cómo cada vez se alejaba más y más de sí mismo. "Mi actitud comenzó a estar realmente descontrolada", explica Andrew, que no revela su nombre de pila.
Son historias como las de Andrew las que unen a personas de todo el mundo en la batalla contra esta mortal adicción. Según datos de AA, que mañana cumple ocho décadas de vida, el año pasado contaba con más de dos millones de socios activos. Y es que tanto en Estados Unidos como en otros países del mundo, el alcohol sigue siendo la más letal de todas las drogas. Por eso, sólo en Washington se celebran centenares de encuentros de AA cada semana.
Bill Wilson había tirado por la borda su salud y su carrera como corredor de bolsa cuando en junio de 1935 fundó la organización en la peor noche de su vida. Estaba sobrio, en una conocida clínica de rehabilitación neoyorkina. Había pasado ya tres veces por el Towns Hospital de Manhattan, y las tres había vuelto a la botella antes de recuperarse.
Lo que sucedió en esa clínica se transmite en cada sesión de AA como una especie de mito fundacional sagrado: Wilson, al que habían dado una infusión de belladonna, estaba consumiéndose entre las alucinaciones cuando una luz blanca iluminó su habitación, dejándolo aturdido. Él, que se definía como agnóstico, se sintió como en una colina, envuelto en un sentimiento de espiritualidad. Esa aparición fue el golpe que lo empujó a liberarse y no volvió a derramar una lágrima.
AA nació durante un viaje de negocios, cuando convenció al cirujano Robert Smith -hoy conocido como Dr. Bob- del poder de dios en la lucha contra la adicción. Wilson expandió su mensaje y registró el libro Alcohólicos Anónimos, conocido también como "Big Book" (libro grande). En él se describen los 12 pasos para salir del alcoholismo, estrechamente vinculados a los principios bíblicos. El último se asemeja al mandamiento de amor al prójimo: ayuda a los demás a superar su adicción.
"Es un problema para un montón de gente", afirma Mitch, que desde hace tiempo colabora como voluntario en Washington. Al término de la sesión, los participantes se levantan, juntan las manos y rezan el "Padre nuestro". Puede que el método no sirva para todo el mundo, pero también hay personas no religiosas que encuentran una salida siguiendo los preceptos de AA, señala Mitch, que también utiliza un pseudónimo.
Hace tiempo que el método de Wilson sirven de guía para combatir otras adicciones: hay fumadores, jugadores de cartas, adictos a la marihuana y a drogas más duras como la metanfetamina que también juraron los 12 pasos de AA. Y en Washington hay incluso un Workaholics Anonymous que ayuda a los adictos al trabajo.
Quien espere rostros desmoralizados y un ambiente sombrío en los encuentros de AA se equivoca de pleno. Los participantes ríen, bromean, cuentan sus luchas contra la botella, quedan para ir de picnic el fin de semana y se dan la enhorabuena a medida que superan sus etapas de abstinencia. Quien logra no beber durante 24 horas, uno o varios meses, recibe unas monedas especiales de distintos colores como premio. Muchos llevan consigo estas pequeñas medallas: "Te fortalece un poco", explica Mitch.
Al menos en esta reunión de Washington están representadas todas las edades y niveles adquisitivos: un joven tatuado y lleno de piercings se sienta junto a una mujer de mediana edad, con un blazer oscuro, mientras que un afroamericano con ropa deportiva comparte fila con tres jóvenes que parecen elegantes oficinistas. Todos intentan darse apoyo mutuo. Para muchos ex alcohólicos que se separan de sus viejos compañeros de botella, AA es como una nueva familia. Una participante lo resume así: "Estoy toda la semana esperando que llegue la reunión".
Por Johannes Schmitt-Tegge/DPA
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