TUXPAN, LA HISTORIA, SIN ELLA NADA ES COMPARABLE NI EXPLICABLE
Tuxpan, la historia, sin ella nada es comparable ni explicable
Cincuenta y ocho años después de la epopeya del Granma, los deportistas cubanos honran aquella hazaña con su actuación en los XXII Juegos Centroamericanos y del Caribe
Autor: Oscar Sánchez Serra, Enviado especial | subdirector@granma.cu
20 de noviembre de 2014 18:11:13
Una réplica del yate Granma se encuentra entre las muestras del museo.
VERACRUZ.— A Pierre de Coubertin, Barón de Fredy; se le conoce y reconoce como el restaurador de los Juegos Olímpicos en la era moderna, incluso invocarlo hoy en el ambiente de los XXII Juegos Centroamericanos y del Caribe, en esta ciudad, es también un tributo, pues estas citas nacieron a cuenta de la iniciativa mexicana de Alfredo Cuéllar y Enrique Aguirre, en el Congreso del Comité Olímpico Internacional, en París-1924, quienes con el mismo espíritu del francés presentaron a Cuba y Guatemala la Carta Fundamental de la reunión multideportiva y no solo la aprobaron, sino que acordaron arrancarla, en México, en el año 1926.
Pero Coubertin, casi un erudito, tiene una frase en una de sus obras escritas, que reza: “La historia, sin ella nada es comparable ni explicable”. Y aquella idea nos ha traído hasta hoy a la cuarta organización en México de estas lides; sin embargo, la primera fuera de su capital para que la historia encontrara a Cuba con una de sus gestas que mejor expresó la convicción de victoria y la fe en el triunfo del movimiento revolucionario dirigido por Fidel Castro, que terminó en la definitiva independencia de Cuba.
Noventa años después de la propuesta de Cuéllar y Aguirre, llega a Veracruz la delegación cubana y hasta Tuxpan fueron sus kayacistas y canoístas, justo en el mismo lugar por donde embarcaron, también en un mes de noviembre, quienes harían posible que la Isla se convirtiera en una potencia deportiva mundial y brillara para toda Centroamérica y el Caribe.
Si el yate Granma con su preciosa carga de 82 expedicionarios a bordo aquel día 25 del onceno mes del año 1956, fue la proa de la Revolución y el que hoy mantiene a la pequeña isla caribeña navegando en los mares de la soberanía, los representantes del canotaje abrieron la senda victoriosa de la comitiva cubana en estos Juegos y no solo lograron la medalla dorada que abrió el medallero antillano, además coparon la cima de los podios en ocho de las 12 finales disputadas.
Desde las aguas de Tuxpan, Veracruz, Coatzacoalcos y en Córdoba y Xalapa, en la vasta región veracruzana, sedes de los Juegos, llega la comparación y al propio tiempo la explicación que solo la historia es capaz de recoger. Cuba no accedía a la cima de los Juegos y fue solo después de que el Granma arribara a la costa para coronar la cordillera oriental de la Sierra Maestra y descender con el torrente libertario hacia los llanos, que el deporte se encumbró y apenas 11 años transcurrieron, cuando en 1970 se encaramó en la azotea del medallero y de allí no se ha bajado desde entonces.
El reto aquí, por cierto difícil por el cambio generacional en el movimiento deportivo cubano y algunos deslices en la conducción de este, el incremento de la calidad en el área y la mejoría del país anfitrión, es mantener esa proa, que en 1956 no se detuvo frente a la fuerza cinco que tenía el mar encrespado por el azote de los vientos del norte, como sucede ahora durante la actual reunión multideportiva.
La historia, esa de la que nos habló Coubertin, no solo compara y explica, también motiva y así han llegado los atletas cubanos que como el nadador Hanser García, el “Pollo”, arribó a la meta de primero aun cuando se presagiaba que ni siquiera podría estar en la salida, o el propio canotaje que se repuso a la derrota inicial de su primer bote, cual Alegría de Pío, salvando la distancia, y convirtió el revés en victoria llevándose el 67 % de los cetros otorgados en Tuxpan.
Y es México, de donde salió el Granma, el único país que no rompió relaciones con la Mayor de las Antillas después del triunfo revolucionario, el que hoy fraternalmente dirime en una pacífica lucha el liderato del medallero. La historia, entonces, no podía ser más pródiga en encuentros y coincidencias, más bien recompensa a los pueblos.
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