LOS SANTOS ANGELES CUSTODIOS
TU ENCUENTRO CON DIOS
La Providencia ha determinado para cada uno de nosotros la carrera que ha de recorrer, el lugar en el Reino Eterno que debemos conquistar. "He aquí, dice El Señor, que yo envío a mi ángel, que caminará delante de vosotros, os protegerá e introducirá en el lugar que os tengo preparado".
Los ángeles custodios nos hacen conocer la Verdad, la virtud, el sólido y verdadero bien, y a él nos conducen. Cuando sentimos santas inspiraciones o alguna inclinación a desligarnos de las criaturas para entregarnos a Dios, recibimos, indudablemente, un buen consejo de nuestro caritativo guía. Nada más ingenioso que su celo por nuestra santificación. Unas veces nos propone el ejemplo de Jesucristo, o de los santos cuyo carácter tiene más relación con el nuestro; otras, nos pinta la brevedad de la vida, el momento de la muerte, la eternidad. Otras, ofrece a nuestra vista las bellezas de la virtud, los encantos de la paz, fruto de la buena conciencia; las coronas prometidas a la constante fidelidad.
Nuestro trato con nuestro Ángel Custodio ha de tener un carácter amistoso, que reconozca a la vez su superioridad en naturaleza y gracia. Aunque su presencia sea menos sensible que la de un amigo de la Tierra, su eficacia es mucho mayor. Sus consejos y sugerencias vienen de Dios y penetran más profundamente que la voz humana. Y, a la vez, su capacidad para oírnos y comprendernos es muy superior a la del amigo más fiel; no sólo porque su permanencia a nuestro lado es continua, sino porque entra más hondo en nuestras intenciones, deseos y peticiones. El Ángel puede llegar a nuestra imaginación directamente -sin palabra alguna- suscitando imágenes, recuerdos, impresiones, que nos señalan el camino a seguir. Nunca nos sentiremos solos si nos acostumbramos a tratar a ese amigo fiel y generoso, con el que podemos conversar familiarmente. El, además, une su oración a la nuestra y la presenta a Dios. Es necesario, sin embargo, que mentalmente le hablemos, porque no puede penetrar en nuestro entendimiento como lo hace Dios. Y entonces, él podrá deducir de nuestro interior más de lo que nosotros mismos somos capaces. "no podemos tener la pretensión de que los Ángeles nos obedezcan... Pero tenemos la absoluta seguridad de que los santos Ángeles nos oyen siempre", decía el Beato Josemaría Escrivá de Balaguer.
Hoy puede ser un día para reafirmar nuestra devoción al Ángel Custodio, pues es mucha la necesidad que tenemos de él. Busquemos en él fortaleza en la lucha ascética ordinaria, y ayuda para que encienda en nuestros corazones las llamas del Amor de Dios.
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ANGEL DE DIOS
Angel de Dios, bajo cuya custodia me puso el Señor con amorosa piedad, a mí que soy vuestro encomendado, alumbradme hoy, guardadme, regidme y gobernadme. Amén.
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ORACIÓN AL ANGEL DE LA GUARDA
(Macario, El Egipcio)
Angel santo, que velas por mi pobre alma y por mi vida, no me dejes - soy pecador - y no me desampares a causa de mis manchas. No dejes que se me acerque el mal espíritu. Y dirígeme poderoso preservando mi cuerpo mortal.
Toma mi mano débil y condúceme por el camino de la salvación.
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DEVOCIÓN AL SANTO ANGEL DE LA GUARDA
(San Juan Berchmans)
Ángel Santo, amado de Dios, que después de haberme tomado, por disposición divina, bajo tu bienaventurada guarda, jamás cesas de defenderme, de iluminarme y de dirigirme: yo te venero como a protector, te amo como a custodio; me someto a tu dirección y me entrego todo a ti, para ser gobernado por ti. Te ruego, por lo tanto, y por amor a Jesucristo te suplico, que cuando sea ingrato para ti y obstinadamente sordo a tus inspiraciones, no quieras, a pesar de esto, abandonarme; antes al contrario, ponme pronto en el recto camino, si me he desviado de él; enséñame, si soy ignorante; levántame, si he caído; sosténme, si estoy en peligro y condúceme al cielo para poseer en él una felicidad eterna. Amén.
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ORACIÓN AL ANGEL DE LA GUARDA
Angel de la paz, Angel de la Guarda, a quien soy encomendado, mi defensor, mi vigilante centinela; gracias te doy, que me libraste de muchos daños del cuerpo y del alma. Gracias te doy, que estando durmiendo, me velaste, y despierto, me encaminaste; al oído, con santas inspiraciones me avisaste.
Perdóname, amigo mío, mensajero del cielo, consejero, protector y fiel guarda mía; muro fuerte de mi alma, defensor y compañero celestial. En mis desobediencias, vilezas y descortesías, ayúdame y guárdame siempre de noche y de día. Amén.
Padrenuestro y Avemaría.
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