PARAISO SINTÉTICO: LAS NUEVAS DROGAS DE DISEÑO

impresión de pantalla de la infografía Nuevas drogas: qué contienen y qué provocan (Chilango)

 

Paraíso sintético: las nuevas drogas de diseño; ya están llegando al DF

Publicado el 18 junio, 2014

 

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Producidas para imitar los efectos de las drogas comunes, van ganando terreno en el mundo y están llegando al DF. Algunas de ellas son tan potentes que sus efectos duran incluso un día o bien pueden cambiar la apariencia de la piel y hasta producir paros respiratorios.

Juan estaba casi decepcionado. Tardó muchas horas en sentir algo, tal vez cuatro. Empezó por mareos y luego lo invadió un cosquilleo: primero en el estómago, después, en brazos y piernas. Siguió con un bochorno insoportable y comenzó a sudar como si acabara de correr un maratón. No podía respirar bien y le dio taquicardia. Se asustó. Estaba en su casa, con un amigo que le cuidaba el viaje. Necesitaba calmarse, le dijo, sólo así vería cosas chidas.

Entonces empezó a notar cómo la cara de su amigo se distorsionaba y parecía la de un animal. «A veces éramos perros, a veces, caballos». Cada vez más aterrado, Juan salió a la calle. A su paso, todo se movía, los árboles brillaban, las estrellas se caían. Después, nada, ni un solo recuerdo.

Amaneció en su cama, sin saber cómo llegó ahí. Su amigo debió regresarlo. Su única certeza cuando despertó era la sed, el fuerte dolor de cabeza que lo mareaba y una terrible ansiedad. «No sé, era más feo que una cruda. Pero la neta, no pude parar».

Era la primera vez que consumía pastillas de 2cp, un potente alucinógeno de larga duración pero de efecto retardado: inicia después de unas horas de haber sido ingerido y dura entre 10 y 20 horas. Y puede ocasionar paros respiratorios. A Juan se lo habían advertido. ¿Y no te dio miedo probarlo?, le pregunto. «No, quería algo más fuerte».

Drogas

A sus 25 años, a Juan, consumidor habitual de marihuana, hachís, tabaco, alcohol «y todo lo que se ponga enfrente», se le empiezan a perder las cosas en la memoria. No recuerda con precisión cuántas veces ha tomado 2cp, «deben ser como siete.

No las tomo seguido, las guardo para ocasiones especiales». Con sus dedos largos busca en la bolsa del pantalón y saca una bolsita con tres o cuatro pastillas de colores. «Son éstas», me dice, y antes de que pueda tocarlas o alguien más se dé cuenta, las vuelve a guardar, confirmando que queden seguras en la profundidad de su bolsillo.

Drogas

El 2cp es una de las llamadas nuevas drogas sintéticas que, según el Informe Mundial sobre las Drogas 2013 de la ONU, ya suman 250. Como si Walter White se hubiera puesto a trabajar sin parar, durante la última década, aparecieron los “euforizantes legales”, llamados así porque son elaborados con sustancias que se utilizan en medicamentos para la gripe, la tos o la diarrea. En principio no los podían prohibir, aunque ahora de legales ya nada más tienen el nombre.

Drogas

Estas mezclas, que empezaron como experimentos caseros, intentan imitar los efectos de las drogas ilegales al activar las mismas zonas del cerebro, pero a un costo más bajo. Sin embargo, con daños a la salud más rápidos y devastadores. Así surgieron los opioides sintéticos, como el krokodil, una droga que cambia el aspecto de la piel y que está desplazando el uso de la heroína. O los cannabinoides sintéticos –ámbar, spice, diesel, King Kong, K2–, que imitan la marihuana e instantáneamente provocan letargo.

O las catinonas sintéticas, vendidas como sales de baño o fertilizantes para plantas que, dicen sus consumidores, te vuelven caníbal. O la mefedrona, una droga alucinógena que se vende como éxtasis, así como la heroína y la cocaína sintéticas, piperazinas, como la BZP, entre otras. Se sabe que estas nuevas sustancias provienen, en su mayoría, de laboratorios del este y sureste de Asia. China e India, cuyas industrias farmacéuticas y químicas están muy avanzadas, lideran la cadena de producción. «Cualquier persona con conocimientos en química las puede preparar en laboratorios clandestinos », dice Ricardo Iván Nanni Alvarado, director general adjunto de Políticas y Programas contra las Adicciones del Centro Nacional para la Prevención y Control de Adicciones de la Secretaría de Salud.

Jaime odiaba que en la escuela le dijeran “enano”. O “duende”. Así que se puso a ejercitar sus músculos para “un día chingarse a todos los que lo molestaban”. Se convirtió en un fortachón de 160 centímetros que, siguiendo los mandatos del lugar común, empezó a consumir alcohol y tabaco cuando iba en la secundaria. Decía que un poco por curiosidad y otro tanto por soledad, y desde los 14 comenzó a meterse de todo: primero cemento, thinner, resistol; más tarde, marihuana, cocaína y crack. Tenía 33 años y su figura atlética era sólo un recuerdo, la ilustración de su decadencia. Su rostro estaba surcado por cicatrices, marcas de peleas callejeras. Sus padres dejaron de apoyarlo y él abandonó su empleo como policía municipal en Naucalpan.

Su piel parecía la de un hombre de 50. Su dentadura, amarillenta y algo verdosa; la encía ennegrecida. Miraba el mundo con un único y opaco ojo; el otro lo perdió cuando intentabarobar una dosis de heroína y lo descubrieron y le clavaron un desarmador en el globo ocular derecho. El año pasado un amigo le habló de otras sustancias más fuertes. Así conoció –y se perdió– el ámbar, el spice y la mefedrona. Lo encontraron muerto en la calle. En el reporte anual Nuevas drogas en Europa 2012, que publicó el Centro de Monitoreo Europeo para Drogas y Adicciones de la instancia policial Europol, se estimaba que sólo en 2012 aparecieron 73 nuevas sustancias.

Es decir, poco más de una droga cada semana sintetizada en algún laboratorio clandestino. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Adicciones (ENA 2011), el consumo de drogas ilegales en México se duplicó en la década anterior, al pasar de 0.8 a 1.5% entre personas de 12 a 65 años de edad. Es decir, cada vez nos drogamos más. «Dicen que con más dosis te vuelves caníbal». Roberto y su amigo Pedro –no son sus verdaderos nombres– se refieren a las “sales de baño”, una droga que a simple vista parece inofensiva y que nada tiene que ver con los relajantes que se usan a la hora de meterse a la tina. Esta droga se confundiría fácilmente con pequeños cristales de sal marina.

Pero estos cristales inoloros, que este par de amigos compra por internet entre 350 y 500 pesos el frasco, están hechos con un alcaloide prohibido a nivel mundial –la metilendioxipirovalerona (Mdpv)– extraído del árbol del khat, originario de África. Su efecto es20 veces más potente que el LSD y la cocaína sintética, y pueden durar desde un día hasta una semana y son perceptibles a partir de dosis muy pequeñas. Las referencias más inmediatas están en el caso de Rudy Eugene, quien supuestamente se encontraba bajo los efectos de las sales cuando se comió el rostro de un indigente en Miami.

Según José Angel Prado García, director general adjunto de Operación y Patronatos del Centro de Integración Juvenil, «en México no tenemos registro de ningún consumidor de esta sustancia, tampoco hemos atendido a ningún adicto de este tipo en los centros». Incluso un dealer que atiende a su clientela sobre pedido dice que las sales apenas están llegando a México y que él no conoce a nadie que las haya consumido. Sin embargo, Roberto y Pedro, de 22 y 29 años, han experimentado con la droga. En cuanto entra al organismo, la temperatura corporal aumenta drásticamente. «Sientes como si te quemaras. No es una sensación agradable, te da miedo, quieres salir corriendo». Lo que sigue es una sensación de alerta, y cualquier sensación de cansancio o sueño se desvanece. Es más, no queda rastro de ninguna sensación. «No sientes ningún dolor, ni aunque te lastimes, te cortes, te golpees, no sientes nada».

El doctor José Ángel Prado García sostiene que las sales causan daño permanente en el cerebro y cuadros sicóticos crónicos, como esquizofrenia y paranoia. Las “sales de baño” se venden en presentaciones en sobre o frascos de 200 y 500 miligramos. Tiene al menos 16 marcas distintas, como Cielo de Vainilla, Ola de Marfil, Bendición, Relámpago Blanco, Huracán Charlie, Ivory Wave, entre otras. En el envoltorio se podía leer “No es comida”. A Joel –tampoco es su nombre verdadero– le ofrecieron un polvo blanco parecido a la coca. Después de inhalarlo, de pronto comenzó a golpear su cabeza contra la pared y luego, a rascarse los brazos y las piernas con desesperación. Decía que tenía gusanos adentro.

Luego empezó a reírse y a llorar sin control. Según él, estaba en un barco que se hundía.Había consumido dragonfly o libélula, una de las llamadas drogas de diseño cuyos efectos son muy potentes: pueden durar hasta tres días y provocar problemas de corazón, convulsiones y alucinaciones. Según las autoridades chilangas de salud, produce daño renal, insuficiencia hepática, paro cardiaco y respiratorio e, incluso, puede ocasionar amputaciones de brazos y piernas entre los consumidores asiduos. En el DF ya se reportan pacientes en tratamiento aunque no se sabe, ni por rumores, de distribución ilegal. Se supone que hay algún Walter White en potencia. Pero es el krokodil, también conocido como “heroína de los pobres” (cuesta entre 8 y 20 pesos la dosis), una de las drogas que han reportado mayor incremento de consumo en el país. Se trata de una droga sintética que consumida por adictos a narcóticos duros, como la heroína y el opio.

Recibe este nombre debido a la apariencia escamosa de color gris verdoso que se forma en el sitio de inyección. La “droga zombi”, como se le dio a conocer, ha encendido los focos rojos en la Ciudad de México. «Algunos adictos han llegado con los efectos característicos de impacto –dice el doctor Prado García–: mucho dolor de cabeza, pérdida de identidad o despersonalización, intensidad en la percepción de las imágenes, sonidos, pérdida del sentido del tacto, que incluyen alucinaciones, y una gran sensación de miedo». Pero todavía no presentan daños en la piel o huesos, «quizá porque estos efectos se alcanzan cuando ya hay un consumo de al menos seis meses continuos». A diferencia de la heroína, que produce efectos alucinógenos durante varias horas, el krokodil sólo dura entre una y dos horas. Por eso un adicto consume más dosis. Una vez dentro del torrente sanguíneo, la droga daña los vasos y tejidos. La droga seca y expone la carne y da apariencia escamosa a la piel antes de disolverla. En casos graves, seca las extremidades, como los dedos, crea ampollas y causa flebitis y gangrena que, en la mayoría de los casos, terminan en amputación.

Víctor, un adicto al LSD y a los ácidos, pone dos gotas a mi pipa. Antes la había preparado con un poco de marihuana y ahora saca un frasco marrón del que extrae con un gotero el aceite de hachís butano. «Es algo leve, nada más para que te relajes», me dice. Aunque se denomina líquido, en realidad es una sustancia viscosa de color ámbar. De ahí su nombre, aunque el color y el olor pueden variar, dependiendo del tipo de disolvente utilizado. Los colores más comunes son el verde y el marrón. El aceite más potente en el mercado suele ser rojo amarillento. Víctor enciende la pipa por debajo y la preparación comienza a burbujear. Él da una calada larga. No hay ningún olor extraño en el aire, sólo el típico a marihuana.

«Vas a sentir lo mismo que con un churrito», dice cuando me pasa la pipa. El ámbar pertenece al grupo de los cannabinoides, es decir, similar a la marihuana aunque químicamente no tienen nada en común: el aceite se mezcla con solventes químicos que adulteran la sustancia y la convierten en una droga sintética. Esta sustancia se rocía sobre la hierba y sus efectos son cuatro veces más potentes. «Comienzan a hacer efecto lentamente, pero después viene un golpe que te puede tirar», me advierte Víctor.

Solamente doy una fumada a la pipa (se fuma en pipa de opio) porque no quiero correr riesgos. Me siento extraña, sufro taquicardia y, aunque trato de relajarme, no lo consigo. Esta droga, también conocida como K2, K3, spice, diesel, King Kong, nube 8 o cualquier ocurrencia que tenga el fabricante, era conocida como JWH-18 en honor a su creador, John W. Huffman, quien la desarrolló como medicamento para tratamiento para curar el sida. Víctor, en tanto, da tres o cuatro fumadas a su pipa. Se vuelve un ser pasivo, casi inerte. No habla y sólo fija la mirada en un punto. Le pregunto si está bien y dice que tiene un viaje de colores, que no lo moleste. FIN

Fuente: Velma Mayén | Chilango

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