EXTRAÑANDO EL MODELO DEL “BUEN PADRE”
POR LA VERDAD Y LA CONFIANZA
Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo
Recordando a mi padre, inspiración y modelo de vida que me marcó para siempre.
Recientemente leía un mensaje, en el que marcaba las diferencias de lo que es: “Padre bueno”---vs---“buen padre”. Y me gustó mucho esa distinción, por lo que tomándolo como base y además agregando algunas cosas de mi cosecha profesional, trataré en forma sencilla explicarlo, pretendiendo sea de interés ante la cercanía del día en que festejamos a los padres de familia --y también por qué no-- a los padres sustitutos, tutores y guías espirituales, que en muchos casos fungen con mucha dignidad, ese rol ante la sociedad:
Padres buenos hay muchos, pero…buenos padres hay pocos. ¿Pero cuál es la diferencia?
El “padre bueno”:
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Quiere, pero sin pensar. Es decir, sólo ama y da a manos llenas, sin razonar si lo que hace por el hijo pueda ser contraproducente en sus vidas.
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Éste, sólo sabe decir que sí, a tal grado que se vuelve rehén de sus propios hijos.
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Hace del niño un pequeño dios que acaba en un pequeño demonio, que exige sin saber ganarse las cosas.
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El “padre bueno”, le resuelve todo a su hijo, para que “no sufra lo que él sufrió”, en lugar de que lo enseñe a ganarse las cosas con esfuerzo y eso le permita valorarlas y ponderarlas en su justa medida.
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El “padre bueno”, “amanteca” la voluntad de su hijo frenando por una parte, el “libre albedrío” y por otra, dándole todas las libertades, aun no estando maduros los hijos física o emocionalmente; por eso su autoridad lo convierte—a corto o mediano tiempo--, en un padre autocrático o demasiado permisible, que no sabe encontrar el punto medio en la formación de sus hijos y que no se da a respetar porque existe incongruencia en sus percepciones o decisiones. Este tipo de formación endeble y timorata, fomenta la: inseguridad y la baja tolerancia a la frustración, que pueden llegar a generar en los hijos problemas desequilibrio e inadaptación en su presente y futuro.
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Por lo tanto, ser un “padre bueno”, es lo más fácil. Porque para serlo, basta un corazón blando. Pero lamentablemente, esa flacidez en las emociones del padre, no permite transmitirles su autoridad, los valores consistentes y abrir la consciencia a los hijos para entender que la vida es esfuerzo, compromiso, respeto a otros y sobre todo, voluntad para dar antes de poder exigir.
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Y así, el “padre bueno” llega a la vejez decepcionado y tardíamente arrepentido.
En cambio el “buen padre”:
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Piensa para querer. Es decir, no está manipulado por los hijos y dice sí cuando es sí, y no cuando es no. Y sabe mostrar en sus decisiones el valor de la justicia.
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Su comportamiento, es el mejor modelo para poner límites a sus hijos haciéndoles ver, en cada etapa de desarrollo, que la vida no es “de caramelo” y que en cada acción--buena o mala--, hay un resultado, y hace entender al hijo el valor de hacerse responsable de sus actos.
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Un “buen padre”, reconoce en sus hijos sus capacidades, habilidades, conocimientos, y sentimientos, etc., y los premia no siempre con cosas materiales, sino con nuevas oportunidades, preparándoles para lograr metas más elevadas—en lo interno--en beneficio de su desarrollo físico, mental y emocional; y de esta manera, los apoya para lograr su plena adaptabilidad y madurez.
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Un “buen padre”, no hace ídolos; hace entender a su hijo que la soberbia y la altivez son enemigos de la humildad. Que hay un ser superior—que puede ser llamado Dios,-- o como quieran nombrarlo según la religión o creencias de cada quien---, que bondadosamente creó todo el universo, nuestro planeta y todas las cosas que existen en ella. Por lo tanto, un “buen padre”, no alienta aires de grandeza, sino que explica el valor de la sencillez, de actuar siempre en favor de la humanidad, porque el hombre no puede alcanzar todo sólo, si no tiene el apoyo de los demás.
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Un “buen padre”, es aquel que hace entender a un hijo, que es la parte de un todo y no el todo en sí mismo. Es decir, que como él existen también más personas importantes a su alrededor que merecen respeto y deben ser valoradas. Que le hace entender, que ningún ser humano es perfecto ni omnipotente y, que éste es agraciado, mientras esté en equilibrio con la naturaleza–en el exterior o en su propio cuerpo--; que sabe explicar a su hijo, que los excesos y los descuidos sólo deterioran al ser humano y que tarde o temprano la naturaleza cobra su factura. Por lo tanto, el “buen padre”, hace que el hijo ame la naturaleza y todo lo que habita en ella: las plantas, los animales, las personas con la que convive y la propia vida.
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El “buen padre”, echa a volar la fantasía de su hijo dejándole crear un aeroplano con dos maderas viejas o haciendo un papalote con dos lienzos de papel o enseñándole a nadar para vencer sus miedos; y lo hace así, porque quiere que su hijo sea creativo, decidido, que aprenda a pensar y a elaborar sus propias herramientas y a poseer capacidades, porque eso le va a servir para toda la vida; por eso un “buen padre”, no se endeuda a la primera para satisfacer al hijo con regalos costosos y sofisticados supliendo así la falta de afecto y atención. Porque sabe que esos juguetes o entretenimientos—sino son controlados--, sólo enajenan y limitan la creatividad y sociabilidad.
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El “buen padre”, premia de manera justa el aprovechamiento y templa el carácter del hijo, no creando fantasías—con videojuegos, películas llenas de personajes todopoderosos que sólo existen en la imaginación, etc., sino que le ubica y crea realidades, llevándolo por el camino de la emoción del logro a través de la competencia leal y de la cooperación para alcanzar objetivos en equipo. Transmite entonces valores como: el respeto, el compromiso, la responsabilidad, el amor, la generosidad, la verdad, etc., para que siempre sea objetivo y justo en sus apreciaciones y en su forma de elegir aquellas alternativas que le ofrecen lo mejor para su vida.
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El “buen padre”, con todo lo anterior, da elementos a sus hijos para que en su presente y futuro sean felices. Porque en la medida de que el hijo (hombre o mujer), aplica todos esos conocimientos y valores recibidos --para bien propio y común--, le permitirá ser una persona adaptable, responsable, generosa, valiente y confiable, y le permitirá cultivar amigos, en su momento amar a una pareja, comprometerse con su sociedad y su país, para dejar algo en el tiempo y espacio que le toque vivir.
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Un “buen padre” incluye además, ser una excelente pareja y un promotor de la familia integrada y en armonía, porque sólo a través de ella se ofrecerá lo mejor a la sociedad. Y si por alguna razón sucediera ser padre en soltería, un divorcio o una separación, el “buen padre”, jamás abandona a los hijos, por el contrario es cuando más se preocupará en darles amor y atención y estará siempre pendiente de ellos para no afectarlos en su desarrollo físico y emocional.
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Un “buen padre”, entonces es un ser que tomó –desde antes de serlo--, un gran compromiso con la vida y eso hay que aprenderlo a tiempo. Y por eso, éste crece en años y llega a viejo, respetado, querido y siempre comprendido.
Por eso ser “buen padre” es un reto, pero a la vez un orgullo cuando ese reto se cumple. Y su más alta compensación será ver que su hijo, sea en el presente y futuro, un buen ciudadano y ejerza con orgullo—a su debido tiempo--su paternidad. Un buen padre, es quien enseña a su hijo a construir su propia felicidad.
Por eso en esta época, en que los jóvenes rehúyen a los compromisos de pareja y mucho más a la paternidad responsable, nos debe poner en alerta para ayudarles, orientarles o reorientarles y éstos se convenzan, que cuando ellos decidan unir su vida en pareja y formar una familia, lo hagan conscientes de que es el paso más maravilloso de su existencia, y para que siempre estén receptivos de ser: no sólo buenos, sino excelentes padres.
Nosotros fuimos una generación que aun recibimos valores especiales, en particular de la figura paterna, misma que no necesitaba ser ilustrada con maestrías y doctorados. Y yo lo veía en mi padre--explicarlo y aplicarlo--, en su psicología cimarrona, en su psicología de la vida y decía: “solo es cuestión de poner la cabeza clara sobre los hombros por sobre la emoción cuando se tomen decisiones para enderezarlos--por el bien de los hijos y de la familia--, y poner en otros momentos, el corazón a disposición de ellos cuando te pidan atención y amor”.
FELICIDADES A TODOS LOS PADRES EN SU DÍA, QUE LA PASEN INCREÍBLE Y QUE DIOS SIGA DANDO MÁS “BUENOS PADRES” A ESTE MUNDO.
Gracias y hasta la próxima.
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