DOS HOMBRES UNIDOS POR LA HISTORIA

 

 
Viernes, 13 Junio 2014 09:38 Fecha de Publicación Mayvi Cruz y Olga Álvarez Visitas: 43

 

El mismo día del mismo mes, pero con casi un siglo de diferencia, nacieron en latitudes diferentes del continente americano, dos hombres cuyas vidas los convertirían en héroes de las luchas emancipadoras del pueblo cubano: Antonio Maceo y Grajales y Ernesto Guevara de la Serna.

Tenía Maceo 23 años de edad cuando Carlos Manuel de Céspedes inició nuestra primera guerra libertadora por la independencia y la abolición de la esclavitud. Su valentía a toda prueba, su audacia, lo convirtieron en uno de los jefes más temidos por el enemigo. Maceo era de los hombres que van al frente del combate, de los que arriesgan su piel junto a los subordinados. De ello dan testimonio las 22 heridas recibidas en combate. Provenía de una familia de patriotas y de una madre que lo fue, y lo es hoy en espíritu, de todos los cubanos dignos: Mariana Grajales.

Maceo tuvo el valor de defender siempre la unidad de las fuerzas revolucionarias y de no encubrir ninguna acción que la dañara. Su sentido de la disciplina y del honor eran cualidades de su excepcional personalidad. Fue un hombre de pensamiento y de acción.

Después de diez años de combate, la guerra iniciada el 10 de Octubre de 1868 se perdía por las divisiones en las filas libertadoras, como consecuencia del caudillismo regionalista y la falta de cohesión para conducir adecuadamente a la República en Armas y a su Ejército Libertador. Ello derivó en una paz sin independencia ni abolición de la esclavitud. Antonio Maceo se negó a aceptar esta situación y tras entrevistarse en plena manigua, en Mangos de Baraguá, con el más alto jefe de España en Cuba, Arsenio Martínez Campos, y rechazar aquella paz indigna, reanuda las hostilidades junto a su tropa.

Se adoptó en Jimaguayú una nueva y breve Constitución para la República en Armas; se creó un nuevo gobierno y Maceo quedó como jefe militar de Oriente. Pero era un esfuerzo inútil. La fatiga y la desidia y ciertas concesiones españolas pudieron más que la fe en la victoria. Limitadas las hostilidades a la provincia oriental y pacificado el resto del país, Maceo y los suyos se quedaron solos. Sin embargo, aquel gesto de rebeldía sirvió para demostrar que aún había hombres y jefes dispuestos a continuar la lucha por la causa nacional. Era solo cuestión de tiempo. Nuevos intentos infructuosos haría Maceo junto a Calixto García en la llamada Guerra Chiquita y luego junto a Máximo Gómez en la década de los ochenta, ocasiones ambas en las que también participó Martí, y otro intento en 1890 que fue abortado en su gestación.

La última guerra contra la corona española, la de 1895, tendría otra vez a Maceo en el campo de batalla, esa vez como Lugarteniente General del Ejército Libertador, cuyo General en Jefe ―por acuerdo de todos los jefes militares de la pasada guerra consultados por Martí en su condición de Delegado del Partido Revolucionario Cubano, incluido el propio Antonio Maceo―, era Máximo Gómez, el autor de la primera carga al machete en los días tempranos de la gesta de Yara, el que enseñó a los patriotas cubanos a convertir en arma temible ese instrumento de trabajo.

El Che también patentizó el gran respeto y admiración que experimentó por el bravío luchador independentista cubano Antonio Maceo y Grajales.

El siete de diciembre de 1962 comentó en torno a la vida y la obra de quién suele ser igualmente calificado en nuestra historia como el titán de Bronce, al hablar en el acto efectuado en El Cacahual con motivo del aniversario 66 de su caída en combate.

Comenzó su discurso destacando la vigencia que le atribuía a Antonio Maceo en ese instante que vivía Cuba tras haber producido unos años antes el triunfo revolucionario.

“Hoy, que estamos en la tarea de la construcción del socialismo en Cuba afirmó-, que empezamos una nueva etapa de la historia de América, el recuerdo de Antonio Maceo adquiere luces propias. Empieza a estar más íntimamente ligado al pueblo, y toda la historia de su vida, de sus luchas maravillosas y de su muerte heroica, adquiere el sentido completo, el sentido del sacrificio para la liberación definitiva del pueblo.”

Recordó que él no estuvo solo en esa lucha y dijo que fue uno de los tres grandes pilares en que se asentó todo el esfuerzo de liberación del pueblo cubano en el siglo XIX. Y señaló que él, Máximo Gómez y José Martí, constituyeron las fuerzas más importantes, las expresiones más altas de la revolución de aquella época.

El Che resaltó que Antonio Maceo tuvo dos momentos, los más importantes de su vida: los que, a su juicio, lo definirían como hombre y como genio militar. Argumentó de inmediato que el  primero de ellos fue, cuando contra todas las corrientes, contra todos los conformismos, contra todos los desesperados  que querían alcanzar algún  tipo de paz después de 10 años de lucha, cuando se desintegra el Ejército de Liberación y se firma la Paz del Zanjón, Antonio Maceo expresa la Protesta de Baraguá y, solo, trata de seguir la lucha en condiciones imposibles.

Y al calificar este significativo hecho protagonizado por Antonio Maceo, el 15 de marzo de 1878, el Che planteó lo siguiente: “Y la Protesta de Baraguá fue el último intento de un espíritu noble por continuar una lucha a la cual ya venía dedicado desde 10 años antes.”

Para el Che el otro momento crucial en la vida de Antonio Maceo tuvo lugar entre octubre de 1895 y enero de 1896 cuando él realizó la histórica invasión desde Oriente hasta la provincia más occidental de Cuba, Pinar del Río.

La guerra por la independencia de Cuba se había logrado reiniciar el 24 de febrero de 1895 y en el transcurso de los meses  y tras las primeras batallas y combates, entonces se preparó, al decir del Che, la segunda de las hazañas definitorias de la vida de Maceo: la Invasión.

Acerca de la capacidad de Maceo para haber realizado tal hazaña, el Che precisó en el discurso pronunciado el 7 de diciembre de 1962, en El Cacahual:  “Organizándolas pacientemente, a sus tropas, nutriéndolas con una fuerte caballería, amparados en el escaso poder de fuego de la infantería de aquella época, con movimientos continuos, con marchas y contramarchas, combatiendo sin cesar casi día a día, atacando fulminantemente la mayoría de las veces, resistiendo a pie firme los ataques otras, Antonio Maceo cruzó la Isla de una punta a otra y llevó el fuego revolucionario a provincias que no lo había conocido en la anterior etapa de la guerra de liberación.

“Para hacer esto que hoy se puede referir en pocas palabras, se necesitaba un inmenso poder de organización, una inmensa fe en la victoria y en la capacidad de lucha de sus hombres, y un poder de mando extraordinario para ejercerlo día a día, durante años de lucha, en condiciones extremadamente difíciles…

El Che se refirió a cómo la vida y la obra de Antonio Maceo permanecían, a más de sesenta años de su caída en combate, siendo fuente de motivación y ejemplo.Recordó en forma específica cómo el pueblo cubano había estado a la altura de Maceo en ese mismo año de 1962 cuando se desencadenó la denominada Crisis de Octubre, y Cuba estuvo incluso amenazada por una intervención militar directa de los Estados Unidos y hasta de un posible ataque nuclear.

“Nuestro pueblo todo fue un Maceo, significó, nuestro pueblo estuvo disputándose la primera línea de combate en una batalla que no presentaría quizás líneas definidas, en una batalla donde todo sería frente y donde seríamos atacados desde el aire, desde el mar, desde la tierra, cumpliendo nuestra función de vanguardia del mundo socialista en este momento, en este lugar preciso de la lucha.”

Y agregó el Che al recordar un principio medular planteado por Antonio Maceo: “Por eso sus palabras, sus frases tan queridas resuenan tan hondo en el corazón de los cubanos, y es de obligada recordación esa frase que está inscripta al costado del Monumento: “Quien intente apoderarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, sino perece en la lucha.” Ese fue el espíritu de Maceo y ese fue el espíritu de nuestro pueblo.”

Manifestó seguidamente el Che  que eso es lo que se podía mostrar con orgullo ante su recuerdo y ante el mundo, y llamó a tener en cuenta y repetir con la misma fe encendida en el porvenir de todo lo noble de la Humanidad, cada una de las frases de Maceo, a quién catalogó como ejemplo de un revolucionario que lucha por la liberación de su país.

“Por eso hoy levantamos el pensamiento de nuestros grandes héroes, resaltó, de los luchadores de aquella guerra gloriosa, y lo hacemos nuestro y lo repetimos una y otra vez, porque no han sido nada más que frases de la misma lucha de la Humanidad por deshacerse de la explotación.

Todas las frases de Antonio Maceo, de Martí o de Gómez, son aplicables hoy en esta etapa de la lucha contra el imperialismo, porque toda su vida y toda su obra, y el final de su vida, no son nada más que un jalón que marca el mismo largo camino de liberación de los pueblos.   

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