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El ballet y la educación para la vida

Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo

Que grata noticia saber que el pasado 26 de abril del presente, una joven veracruzana originaria de Córdoba, la señorita Pulina Guraieb Abella–por segunda ocasión--, ganara el premio Gran Prix del Ballet y la medalla de oro en la categoría senior en el XII Concurso Internacional para Estudiantes de Ballet que organiza anualmente una de las escuelas más reconocidas y respetadas del mundo: la Escuela Nacional de Ballet de Cuba y lo meritorio, haberlo hecho frente a 250 concursantes de primer nivel, provenientes de 15 países del mundo que se hicieron presentes en el Teatro Nacional, ubicado en la Plaza de la Constitución de la ciudad de la Habana.

Y es que obtener estos reconocimientos, que se suman a otros alcanzados en esta disciplina por jóvenes cordobeses, demuestra el deseo de sus padres y maestros por cultivarles en el arte de la danza clásica en una de las instituciones -- hoy—de las más importantes de México: Fomento Artístico Cordobés y En Pro del Talento Veracruzano que preside la maestra en danza Martha Sahagún de Perdomo, apoyado por Conaculta y que no es más que el resultado de todo un esfuerzo de muchas décadas, emprendido por maestras de alta calidad como Adria Luz Velázquez, Miriam González, Arianne Pupo y la propia maestra Sahagún de Perdomo, cuya labor ha dejado huella al generar en los niños y jóvenes el amor a la danza clásica, conformando un semillero de bailarines profesionales que viven el arte y que –por las características de esta disciplina—les será siempre de incalculable utilidad en su vida.

Pero esta labor, no ha sido fácil. Porque la preocupación de crear figuras en el arte del ballet, no se hace de la noche a la mañana, y en ello tiene todo el mérito la Sra. Perdomo. Ella desde el año 1979 creó primero la escuela de ballet Fomento Artístico Cordobés y en 2006 la Asociación Civil en Pro del Talento Veracruzano (Prover) como un programa social único en el país dirigido a niños de escasos recursos, el cual ha ofrecido un entrenamiento de ballet clásico a muchas generación de bailarines-- niños y jóvenes --, con talento a los que se ha apoyado para hacerlos mejores seres humanos --, y a éstos se les brinda una preparación de vanguardia, en una academia de ballet como un espacio de entretenimiento y cultivo de la danza clásica.

Pero también, los gobiernos municipales de Córdoba, en todas estas décadas, se han preocupado por dar las facilidades para fortalecer esta práctica que hoy, sin duda sus frutos están a la vista, con los premios que alcanzan sus alumnos y que son un orgullo para nuestro estado y país.

Y es que en verdad la práctica del ballet—como el deporte--, deja muchos valores morales y aflora la sensibilidad de los jóvenes, al fortalecerles habilidades físicas, emocionales y espirituales. De ahí que si me atreviera a recomendar un ejercicio absolutamente integral, recomendaría a los padres de familia que incorporaran a sus hijas –e hijos también—a aprender danza. Y lo dice alguien, que aunque no lo crean, hizo danza desde los 5 años hasta la conclusión del bachillerato, aprovechando las oportunidades que nos ofreciera en aquellos años, el propio sistema educativo de Veracruz.

Y es bueno hacer historia, para demostrar lo mucho que significaron las escuelas de ballet profesional en el Estado y principalmente en Xalapa, en las década de los 60 y 70.

Desde que nació la Universidad Veracruzana en 1944, ya existía la Facultad de Bellas Artes impartiendo estudios de Música, Danza y Declamación. Para 1952, se creó la escuela secundaria de Bellas Artes, promoviendo la danza clásica y se buscaban alumnos que destacaran por sus habilidades, siendo lo propios maestros del sistema los que realizaban los reclutamientos. Ello era parte de la formación básica que recibíamos niños y jóvenes en aquellas décadas. Es decir, que lo que ha estado haciendo la ciudad de Córdoba, es lo que fomentaba el Gobierno del Estado especialmente en Xalapa, en la época de los años 50 y 60.

Y ¿cómo operaba el sistema al respecto? A los niños y adolescentes, desde que ingresábamos a la secundaria –incluso desde antes-- nos obligaban a cumplir créditos del plan escolar y, para aprobar ese grado teníamos que acreditar materias técnicas o artísticas, talleres o actividades productivas. De ahí que los alumnos, al iniciar la secundaria, teníamos que decidir entre las siguientes opciones:

  • En el caso de los varones, acreditarlo con los talleres de electricidad, encuadernado, carpintería, etc., que existían dentro de los planteles escolares o asistir a la escuela de Bellas Artes—ubicada entonces en la calle Sebastián Camacho no. 1 en el centro de la ciudad--, para aprender solfeo y un instrumento musical (piano, guitarra, violín, flauta, etc.), cursos que eran absolutamente gratuitos porque los profesores eran pagados por el propio Gobierno.

  • En el caso de las niñas, podíamos optar por aprender una actividad productiva en la Escuela Industrial para Señoritas—hasta hoy situada en la calle de Juárez esquina con Clavijero de la capital veracruzana—donde se aprendía: cocina, repostería, tejido, manualidades, etc., o asistir a la escuela de Bellas Artes, para acreditar solfeo, aprender un instrumento musical u optar por la danza. Como decía antes, todo ello era parte del plan de estudio para acreditar esas materias en la enseñanza media.

Así que, quienes nos decidíamos por ir a la escuela de Bellas Artes-llamado popularmente El Conservatorio--, fue un placer haber incursionado en el aprendizaje del Ballet. Y es que teníamos excelentes maestras: Guadalupe Contreras en la etapa infantil –primaria y parte de la secundaria--, y en la etapa profesional, con la maestra Esther Juárez. De aquellas generaciones de niñas destacaron muchas, pero recuerdo con gran admiración a Gilda Soto Quijano (hija de la Dra. Ernestina Quijano quien bailaba estupendamente, a Esthela Ramos Cacho y aunque parezca jactancioso, su servidora que soñaba que algún día, podía ser una gran bailarina.

A Esthela y a mí a la edad de 8 o 9 años, nos seleccionaron para desempeñar los papeles infantiles del primer Ballet de la Universidad en esa etapa, ballet que salía al interior del estado a realizar sus presentaciones. Este ballet, lo conformaban también jovencitas tales como Varenka Pensado, Astrid Maraboto, Rosita del Valle (esposa del gran amigo y siempre recordado Nacho Guzmán) y Edith Vázquez, entre otras. A nosotras nos tocó estrenar los salones de danza del Teatro del Estado, recibiendo clases con maestros de talla nacional e internacional como Farnecio de Bernal, bailarín y coreógrafo de la Academia de la Danza Mexicana y de la Compañía de Danza Moderna, a quien hasta apenas en 2011 le hicieron justicia y le otorgaron la medalla de oro de las artes mexicanas.

Pero todo este sistema, estaba planeado por el Gobierno con un propósito claro, proporcionar a los niños y jóvenes de Veracruz, elementos para conservarse sanos en lo físico y en lo mental, además de cultivarlos en las artes conociendo de música--autores clásicos--dentro de una educación artística , gratuita y obligatoria.

Toda esta situación cambió desgraciadamente al modificarse y promulgarse el 27 de noviembre de 1968, la Ley número 61—Orgánica de Enseñanza Media en el Estado de Veracruz--, creándose como consecuencia la Dirección General de Enseñanza Media en el Estado, dependiente del ejecutivo y todo ese fomento a las Bellas Artes como semillero de artistas con vocación para la música, danza, expresión instrumental, etc., quedaron en el olvido.

Desapareció la Escuela de Bellas Artes y en su lugar, se crearon facultades e institutos, que no digo que sea malo por el contrario favoreció a la generación de orquestas y grupos de alto valor para la Universidad, para el estado y el país; pero, lamentablemente al no reponerse las escuelas para niños y jóvenes, hizo que la misión de crear nuevos valores se perdiera.

Hoy, Xalapa ya no tiene escuelas de danza oficiales para niños y adolescentes, gratuitas y formadores de bailarines-, como las hubo en el pasado de gran calidad. Y las pocas escuelas de danza que existen en Xalapa y en otras partes del estado, como Poza Rica y Tuxpan, son todas particulares, lo que limita la oportunidad para quienes no tienen para pagarlas y lo que es peor, de quienes tienen interés pero que tienen que esperar a terminar un bachillerato para ingresar a una facultad de danza, de música, etc., haciéndolo a los 17 y 18 años aproximadamente, cuando en lo físico-corporal ya se ha determinado la estructura ósea y muscular—o ya se ha viciado la sensibilidad del oído, tan necesario para lograr sentir la música que se baila, o se interpreta al tocar un instrumento, contradiciéndose con lo que sugieren los grandes maestros, que es partir de los siete años la mejor edad para empezar a practicar el ballet o cualquiera de las bellas artes.

Y no quiero decir que sea malo que los alumnos entren grandes en edad a la facultad de danza, pero si reconocer que muchos de ellos, son llamados más por el interés de obtener un título que los acredite como licenciados instructores o maestros de danza, que el deseo de hacer carrera dentro de estas disciplinas que piden mucho en lo físico y lo mental de cada persona. Por eso, casos como el de Córdoba, los hace excepcionales y destacan porque siguen concibiendo la importancia de dar a los niños o jóvenes disciplinas formativas y culturales en esas edades, porque son determinantes no solo para el arte, sino para la vida de cada joven. Por ello mi mayor felicitación y que sigan los éxitos, como hasta ahora.

Finalmente, que bueno sería lograr que regresarán al sistema educativo de Veracruz o dentro de los programas municipales, los proyectos de las escuelas gratuitas de ballet o Danza Clásica para bien de los niños y niñas, pudiendo rescatarse la obligatoriedad de su práctica dentro de la educación formal; pues el ballet –en cualquiera de sus modalidades—como todas las Bellas Artes, es constructivo de potencialidades, valores, aprendizajes a través de métodos y técnicas “claves”, conocimientos y prácticas basadas en una dinámica estructuralmente armada, donde el ser humano al poner en movimiento sus manos, brazos, tronco, cabeza, piernas, rodillas--al unísono de una melodía--, expresa el sentimiento, la emoción y la belleza, de poseer el control absoluto de la mente y el cuerpo.   

Gracias y hasta la próxima

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