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Dobri Dobrev, el santo mendigo búlgaro
Hace penitencia y todo lo que recoge lo entrega a las iglesias de alrededor
Roberta Sciamplicotti
© Public Domain
Tiene casi 100 años, Dobri Dobrev, los cumplirá este año. A quien no lo conoce, el anciano señor búlgaro puede parecer un mendigo como tantos otros que depende de la caridad de los viandantes para salir adelante, pero en Sofía (Bulgaria) todos lo consideran “santo” y “extranjero divino”.
Vive en una sacristía a 15 km de Sofía, y desde tiempo inmemorable se dirige a la capital búlgara – en el pasado a pie, ahora en autobús – para su mendicidad cotidiana. Vive con los 80 euros de la pensión, y con el alimento que le dan. “Todo el dinero que recoge lo da siempre a las iglesias de la zona (un día llevó 35.000 lev, unos 24.800 $, a la catedral de Aleksandăr Nevski) y a los orfanatos (siempre se inclina ante cada niño que encuentra)” (Il Timone, 4 marzo).
Se ha convertido en popularísimo y varios sitios web celebran su figura. En el año 2000 se le dedicó un documental, en el que afirmó que “la buena voluntad es justa y verdadera. Todo en ella es positivo” (Huffington Post, 4 marzo).
Su pasado está envuelto en el misterio. Un día contó que había hecho “algo equivocado” y que decidió desde entonces reparar el mal causado con una vida de penitencia.
A pesar de su edad tan avanzada, Dobrev “sigue dando generosamente a los demás su único tesoro – amabilidad y humanidad. Y de vez en cuando puede ser visto por las calles de la ciudad en busca de personas generosas que ayuden a su causa” (Saintdobry.com).
“No teme el frío y el mal tiempo, no se preocupa del hecho de que no comerá. No se enfada con la gente que es indiferente a su obra. Este viejecito irradia amabilidad y docilidad. Está dispuesto a besar la mano de un niño con una sonrisa”, “a hablar de Dios con cualquier persona”.
“No cuenta con los extraños para salvar su cuerpo, sino que quiere salvar el alma de ellos. No puede considerarse un mendigo a un hombre como él que ha olvidado sus propias necesidades y recoge dinero para una noble misión, lejos de los beneficios materiales”.
Dobry tiene cuatro hijos y ha sobrevivido a dos de ellos. Una de sus hijas le cuida, aunque vive en Sofía. El anciano no esconde la amargura por las falsas voces según las cuales habría desheredado a sus familiares y habría donado el dinero de las propiedades vendidas. Por esto ya no habla de su familia.
Piensa solo en dar. “Es un hombre que colecciona virtudes, reúne y recoge frutos para la vida eterna”, comenta el secretario de la catedral de Aleksandăr Nevski.
“¿Su mensaje? Duro y esencial como la tabla de madera sobre la que duerme: 'No se debe robar, mentir, cometer adulterio. Hay que amar a los demás como Dios nos ama'” (Il Timone, 4 marzo).
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