VERACRUZ Y EL MIEDO

 

Uriel Flores Aguayo

Los temores rondan por nuestro estado, andan de la mano con los rumores y los acompañan las ocurrencias y uno que otro discurso que, a fuerza de repetirse, no dicen nada y nadie atiende. De pronto, muy rápido, en unos cuantos días, se vuelve a vivir un ambiente de inseguridad: robos, asaltos, secuestros y crímenes varios. Esa es la percepción pública, ganando notoria centralidad en la información y los comentarios sociales; tal vez los hechos más llamativos tienen que ver con los asaltos aterradores en restaurantes del puerto de Veracruz, aunque hay de todo por todos lados en nuestra entidad.

Surge un miedo inevitable pero también indignación y demandas a las autoridades; no nos conviene, no es sano, vivir con miedo porque nos paraliza y, sobre todo, nos hace extremadamente frágiles a cualquier amago de violencia, real o supuesta. Pasara un tiempo para que el miedo baje, cuando haya posibilidad de expresarnos de otra manera por la madurez cívica pero también por los resultados que den en la materia de seguridad los distintos niveles de Gobierno. Lo que nos pasa en ese sentido obliga a un repaso de circunstancias y reacciones, no deben repetirse los viejos lamentos pero menos la arcaica demagogia; no lo debemos permitir, es nuestra tranquilidad lo que está en juego.

Es previsible pero nada eficaz la respuesta de las autoridades cuando minimizan los problemas, cuando hacen reuniones para la foto y cuando convocan a formar organismos sin vida propia; es peor lo que hacen ciertos personajes públicos, como algunos diputados locales, que sueltan ocurrencias y barbaridades, como criticar a los quejosos o proponer sanciones para los que "esparzan rumores" según su forma de entender los fenómenos de las redes sociales.

La reciente ola de violencia en Veracruz no admite, si hay seriedad, interpretaciones simples y elusivas, se requiere hablar con rigor y proceder en coherencia. Más allá de la mejora en nuestro contexto democrático, déficit que empeora todo, se necesitan, son urgentes, medidas precisas y reales: revisar estrategias, verificar el profesionalismo de las policías en general, hacer seguimiento de inteligencia interna y externa, informar a la sociedad con valor y seriedad e involucrar a los organismos civiles en la observación y propuesta para mejorar a fondo la actuación policial así como su relación con la sociedad. No creo que se deba sostener la línea de los retenes que, a mi parecer, sirven para muy poco y, en cambio, generan muchas molestias a los viajeros; los desfiles de patrullas no tienen ningún sentido si se piensa en medidas preventivas y resultan muy caros en combustibles; el uso de máscaras nunca fue sensato, ahora lo es menos, ni es serio y provoca un ambiente negativo, por lo demás también hacen más distancia entre la policía y el ciudadano.

A estas alturas de nuestra reciente historia de violencia en Veracruz, no hay duda que esta existe en la medida que las autoridades lo permitan; una policía medianamente preparada sabe quiénes y donde delinquen, por lo tanto estaría en condiciones de evitarlo o aprehenderlos si lo quisiera  hacer; no creo en las casualidades, lo que nos pasa no es fatalismo, es el resultado de las omisiones y complicidades de las autoridades; el nivel de involucramiento es más difícil de precisar pero no se puede olvidar que hay una cadena de mando al respecto. Desde mi punto de vista la seguridad es una  cuestión política, no técnica o presupuestal; depende de la voluntad política para hacer lo correcto, que inicia con los nombramientos, los fines legales y la honradez en el manejo de los recursos asignados. Si creen que  la seguridad también es negocio, que la sociedad aguanta todo lo que le pase y que se puede "nadar de a muertito" se van a llevar una desagradable sorpresa.

El sorprendente y peligroso fenómeno de las auto defensas en Michoacán es resultado de un proceso de descomposición social e institucional, del abandono oficial, la corrupción gubernamental y el hartazgo de la ciudadanía; no se deben comparar entidades a la ligera, cada cual trae su historia; lo que pasa allá no va a ocurrir en Veracruz mecánicamente, pero si puede haber algún tipo de similitud en las acciones de autodefensa, como lo vimos recientemente en el puerto. Esperaríamos seriedad y sentido común en las autoridades en general y un solemne compromiso profesional de los mandos policiales y de sus tropas.

Recadito: La prostitución que hicieron del PRD en Veracruz, lo transformo en Prostíbulo de la Revolución Democrática.  
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