MÉXICO: EL SUEÑO DE LAS ELITES

 

Uriel Flores Aguayo

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Se puede decir tranquilamente que el PRD asumió en los hechos una línea política colaboracionista que confundió e inmovilizó a sus bases; en ese sentido los dirigentes, por acción u omisión, traicionaron sus postulados y tienen que rendir cuentas y pagar un costo político; los chamaquearon, pero lo peor es que lo consintieron por sus fines de grupo, también se veían en un Gobierno de coalición y se saben beneficiados de la reelección en tanto mantengan el control del alicaído partido del sol azteca.

 

Los dueños de México decidieron que había llegado el tiempo para revisar nuestra historia, romper esquemas y asumir un control casi absoluto de la vida pública del país. Los doce años que el PRI estuvo fuera de la Presidencia fueron eternos para esa fracción mayoritaria de la oligarquía, sin poder hacer los grandes negocios con exclusividad y padeciendo  los sustos que les dio la alternativa y fenomenal candidatura de Andrés Manuel López Obrador, que ponía en riesgo la satisfacción de sus ambiciones y un estilo de vida ocioso y derrochador. No pueden ocultar su prisa, omiten el cuidado de las formas y atropellan cualquier procedimiento que se les ponga enfrente; la semana pasada, por ejemplo, modificaron en veinticuatro horas treinta artículos de la constitución general de la república para satisfacer la cuota del PAN a cambio de sus votos por la reforma energética  que es, en el fondo, lo que realmente les interesa como negocio de siglos.

El grupo político hegemónico (Edomex e Hidalgo)  necesita cubrir las facturas que hizo para llegar a la Presidencia , en cuya búsqueda trabajó varios años e invirtió fabulosas cantidades de dinero, y prepara el terreno para perpetuarse en el poder. Ese grupo tiene cierta estabilidad y se ha consolidado a partir de sus alianzas con la oligarquía, a la que no toca en sus intereses, y con las otras fracciones del Priismo, a la que paga con la zanahoria de la reelección. Sin duda, el Pacto por México fue el mecanismo principal para configurar una coalición informal que le permitió a Peña Nieto,  a cambio de cacahuates a la oposición, garantizar sus reformas. El PRI se aprovechó de la derrota del PAN, de sus ambiciones y corrupción; sin ánimo para luchar y con la nostalgia del poder recién perdido el partido blanquiazul se echó en brazos de Peña Nieto, sin perder de vista sus ligas con ciertos grupos económicos; lo del PRD es dramático, donde se aprovecharon de un liderazgo oportunista y más preocupado por deslindarse de AMLO, para obtener su apoyo prácticamente a cambio de nada, salvo de fotos y palmadas. Al sumar a la oposición en una mesa de oropel y discursos el PRI vio despejado el camino para consumar las reformas que le pidieron los centros de poder internacional; en tanto los mandos del PRD ocupaban su tiempo en justificar su actitud pactista y esconderse de los medios en sus encuentros ínter partidistas, el bloque del poder avanzaba en todos los terrenos; se puede decir tranquilamente que el PRD asumió en los hechos una línea política colaboracionista que confundió e inmovilizo a sus bases; en ese sentido los dirigentes, por acción u omisión, traicionaron sus postulados y tienen que rendir cuentas y pagar un costo político; los chamaquearon, pero lo peor es que lo consintieron por sus fines de grupo, también se veían en un Gobierno de coalición y se saben beneficiados de la reelección en tanto mantengan el control del alicaído partido del sol azteca.

Las llamadas reformas estructurales son ilegitimas en tanto no formaron parte de las plataformas electorales de los partidos que apoyaron a Peña Nieto, nunca les hablo a los Mexicanos de privatizar la industria energética, ni de la reelección, ni de mayores cargas fiscales etc. Son reformas para los negocios y el control político, a espaldas de los ciudadanos; el grupo hegemónico tiene evidentes planes de continuidad, sin reparar en obstáculos, considerando incluso una política represiva. Los efectos sociales y económicos tardarán en reflejarse en la vida cotidiana de la gente, una prueba para los cambios es la elección federal del 2015; la ambición y ligereza del PRI, cerrando espacios de participación, pone en peligro la estabilidad del país; si no hay causes democráticos, no se supera la inseguridad y tampoco se reactiva la economía, la posibilidad de estallidos sociales estará a la orden del día.

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