LOS ROSTROS DEL MALTRATO

Opinión

 

Lisandra Fariñas Acosta

Hay que escuchar a la gente, porque solo así se tendrá la idea más acabada del pulso social, decía en clase un viejo profesor y periodista. Recurren constantemente sus lecciones al recuerdo en estos tiempos donde tanto se habla de respeto y de recuperar valores cívicos. Tiempos donde apelamos a un cambio de mentalidad inaplazable y vital en nuestros ciudadanos, sin el cual avanzar hacia una sociedad funcional no pasa de ser una quimera. Cuestiones todas de prioridad en la Cuba de este siglo. Se llama a la oportuna reflexión, pero muchas veces desoyendo la retroalimentación natural que brinda el pueblo.

Porque hay situaciones que no pueden admitirse en un país que se repiensa, decidido a actualizar su modelo económico y social, convocado a recuperar la institucionalidad y el orden.

Si bien es dañina la indisciplina ciudadana, también lo son las actitudes de otros actores que conforman el resto del entramado social. Comportamientos cargados de indolencia hacia el otro, desconocedores de la ley, atropellantes.

El maltrato se ha ido colando silenciosamente en diversas áreas de nuestra sociedad. Es cierto que maltrata el joven al anciano que aborda el ómnibus, cuando no ofrece su puesto en señal de consideración. Maltrata a todo aquel que lo escucha el ciudadano que grita palabras desproporcionadas en plena calle. Pero también aflora el maltrato como la mala hierba, en tantos otros actos de desidia protagonizados por un sinnúmero de instituciones, las mismas que se supone le sirvan y guíen al hombre en su función social.

Descrédito, irrespeto y desconfianza es el saldo que puede generar la falta de institucionalidad. Historias de maltrato repetidas que hay que borrar definitivamente del imaginario social, o estaremos arando sobre el mar.

"Es el colmo del irrespeto, siempre es igual", decían los vecinos de la circunscripción en que vivo cuando comentaban indignados el último plantón recibido en la pasada rendición de cuentas, por "aquel" que debía explicar los motivos de que aún no se destupan los desagües del alcantarillado, en una de las zonas más bajas del reparto Camilo Cienfuegos, en La Habana del Este. "Cada vez que llueve clamamos no pase de una llovizna", decían entonces sin imaginar que la próxima inundación estaba cerca. Porque el pasado viernes, el agua entró a las casas una vez más. Y me pregunto, porqué no dar la cara, porqué negar una explicación desconociendo irrespetuosamente la angustia ajena.

Impotencia de no poder hacer nada y ver como el nivel del agua alcanza los colchones, el televisor, los muebles, y se acerca peligrosamente a los tomacorrientes... Decir que no hay materiales, que hay que esperar a que entre el presupuesto, no habría resuelto el problema, pero sí quizás aliviado el alma al saber que se preocupan, que el gobierno municipal tiene el problema presente, que en cuanto se pueda se arreglará. Pero es más fácil no asistir al "juicio" del pueblo.

¿Cómo exigir después a esos mismos ciudadanos responsabilidad social? Y no es que estas actitudes puedan justificar las malas conductas que pululan por ahí, pero valdría la pena reflexionar sobre ello. Los hombres siguen modelos sociales, y tienen en las instituciones un patrón de comportamiento, de legitimación de actitudes.

Como esta, abundan las situaciones: que quien abre el hueco en la calle no es quien lo tapa; que quien lo tapa no es el que se lleva los escombros; que el cobrador de la luz no puede decir al cliente la lectura del metro contador; que la tienda cerró 15 minutos antes; que la cola se hace afuera; que "no te puedo explicar, a mí me lo orientaron así y así lo hago"; que es el único refrigerador que queda de esa marca... ¡pero debían rebajarle el precio porque tiene defectos! "Lo siento, eso es lo que vale, no está declarado como merma".

Y así, un sinfín de absurdos, desconocimiento al esfuerzo del trabajador, al derecho a recibir un buen servicio, a vivir en un entorno agradable, y un largo etcétera marcado una y otra vez por el maltrato.

Vuelve la historia buscando responsables. Las instituciones se conforman de ciudadanos, y son las instituciones las encargadas de predicar con el ejemplo.

Maltrato ciudadano y maltrato institucional. El huevo o la gallina de un mismo guion, en el que la serpiente se muerde la cola y van de la mano causas y consecuencias.

Respetemos el derecho ajeno, y habrá paz.

http://www.granma.cubaweb.cu/2013/12/06/nacional/artic01.html

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