LA QUÍMICA Y LA FIESTA DE LA RISA

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Por Víctor Manuel Estupiñán Munguía* 


“El tiempo que pasa uno riéndose es tiempo que pasa con los dioses”
Proverbio japonés


Charraterapia, sanación y endorfinas

Como antecedentes históricos del placer y poder curativo de las charras, chistes y demás discursos humorísticos, tenemos que en Japón, Tíbet, India, China, entre otros lugares, existen las ceremonias sagradas de la risa. Estas se realizan en el interior de los espacios sagrados o templos, con reforzadores psicológicos como velas, figuras, dioses o guías espirituales, incienso, flores, música religiosa.
 
Las ceremonias varían en su forma pero no en su contenido. Los miembros se agrupan y a cada uno de ellos le va tocando el turno para que se rían todo lo que puedan y por el mayor tiempo posible.

Todo hace suponer ante dicha lógica oriental, de que la risa efectivamente “limpia” a las personas y también aquellos lugares denominados sagrados. Dicha limpieza carga de energías positivas a los participantes y  a los recintos sagrados. Es una forma milenaria de curar (se). No hay que olvidar de que el cuerpo humano es otro templo muy importante ante la cosmovisión oriental. La relación entonces estaría dada por: individuo-templo-cosmos.

Por otra parte, hasta los niños recién nacidos y con mayor razón los de semanas empiezan a reírse. La risa opera como un imán para atraer la suficiente atención, para así de esta manera asegurar el alimento, higiene, amor, cuidado y, maternidad.

No cabe duda, la sobrevivencia tiene un gran aliado que es el poder de la risa. Más sin embargo, si aceptamos que mediante la risa el organismo logra niveles óptimos de tranquilidad y armonía en sentido amplio, entonces también tendremos que aceptar que se reconvierte en una práctica oculta de salud del bebé.

La risa provoca que el sistema inmunológico del bebé se mantenga en el máximo de su potencia. Contrariamente, se sostiene que una persona que es víctima de la depresión tiende a que la risa lo abandone. Es por ello que risa y salud generalmente van unidas, siempre que no se trate de drogas y demencia.

Una persona risueña (ri-sueña), es precisamente la que sueña, concibe y
siente que el mundo o realidad es color de rosa; por ello, la facilidad de andar ri-sueña, sonriente, proclive a la risa, de por sí placentera. Muestra risa en el semblante como los niños recién nacidos, que no obstante recién nacidos y somnolientos infunden gozo y alegría. La risa opera como una efectiva vacuna social.
 

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La fascinación que ejercita inconscientemente el bebé, funciona como una verdadera y, refinada tecnología de la sobrevivencia, aunque sus razones tienen a permanecer oculta.

Por ejemplo, hemos escuchado a nuestros semejantes o, también nosotros lo hemos sostenido llenos de emoción: “Que bebé tan simpático...”; “Que bebé tan fascinante...”; “Que chulo... es muy simpático... se ríe mucho...” ¡Por supuesto que es fascinante!, su fascinación es una de las grandes maravillosas y mágicas funciones del poder de la risa. Incluso, hay veces en que el niño se encuentra dormido y  sin embargo, sigue con la fábrica de risas y sonrisas. Es pues, parte constante de la terapia garantizada y, por lo tanto accesoria a la etapa de infancia. Verdaderamente se trata de risas de ángeles.

En el caso del niño mayor y del adulto, la risa es capaz de “jalar” más oxígeno. Se convierte en un catalizador para el ejercicio respiratorio, acarreándole grandes beneficios al cuerpo en general.
 
Por todo lo antes dicho, la salud es el centro de la risa provocada por las charras y, demás discursos humorísticos.

Parecería increíble, pero las charras y chistes con su poder placentero son capaces de hacer producir endorfinas. Estas significan “morfina endógena”. El cuerpo es capaz de elaborar cientos de sustancias benéficas. Es en sí un gran laboratorio natural y de los más perfectos que alguien se pueda imaginar. Siempre y cuando su tarea se realice bajo ciertas condiciones óptimas requeridas para su operatividad sistémica.

Un cuerpo como  el humano, no podría estar menos equipado, puesto que las condiciones a las que se encuentra sometido son de lo más diversas, pero también de lo más sorprendentes. Estamos hablando pues, de un ser superior y con un sistema adaptativo a las más diversas situaciones humanas y, de sociabilidad.

No debemos dejar de lado de que el hombre es la única criatura que es capaz de elaborar ciertos discursos con el afán de buscar la risa social. Como si fuera la sagrada lluvia que hará germinar el espacio sagrado de la madre tierra, así el hombre común y corriente, en lugar de bailar “la danza de la lluvia”, se esfuerza por elaborar  narrativamente “la risa del buen humor”.

Una buena dosis de endorfinas produce alegría, euforia, placidez, buenas vibraciones, en una palabra: optimismo y con ello, ganas de vivir. Estas sustancias mágicas son capaces de prevenir enfermedades, alteraciones e incluso, curar enfermedades. También su poder curativo alcanza para reducir el cansancio y el dolor. Su poderío metabólico y bioquímico es capaz de regular el flujo cardiovascular. Es por todo ello que se debe de procurar el consumo regular de chistes y charras. Ya que equivale a estar consumiendo las mejores “vitaminas” y “minerales” en antimaterias y, demás complementos que necesitaría el cuerpo y sobre todo el “alma” o si se prefiere,  en llamarle “el espíritu”.

Estas sustancias con poderes mágicos son tan poderosos sus efectos que ocasionan placer, empuje, vitalidad, auto curación, gozo interno y, gran bienestar general. De allí, el gran auge de “la yoga de la risa”.

Para que surja la emoción se requiere un determinado flujo de péptidos. Las encefalinas, endorfinas, dinorfina o endomorfina son utilizadas como sinónimos y provocan tranquilidad y euforia. Su  gran poder  se encuentra plenamente demostrado.

Una determinada emoción es capaz de adulterar la sangre ante la presencia de sustancias que se “fabrican” en tiempos relativamente cortos, en este caso gracias a las charras y chistes. Gracias a éstas, hacen que se dispare un remedio endorfínico de tipo social. Se reconvierten en un medicamento terapéutico de tipo informal. Estas “vacunas informales”  contra el stress de la propia existencia  se aplican a cuentagotas, usando la jeringa de la suma jocosidad cotidiana. Son pues, recursos sanadores y además, rituales de alta sociabilidad.
 
Ahora bien, el receptor delta se encuentra en el sistema límbico y desempeña un papel importante en la regulación del humor.

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Las endorfinas provocan la curación y de paso eliminan o reducen la ansiedad, combaten la depresión y son capaces de reducir considerablemente la tensión sanguínea entre otros grandes males  del hombre moderno. El cuál por cierto, vive en sociedades cuyo sentido de la vida no aparece muy claro, es decir, la enajenación hace y sigue haciendo sus estragos por todas partes.
 
Un grupo de personas que son adictos a los chistes y charras, es decir, que consumen y producen buen humor son menos propicias al consumo de drogas. Al igual que los que realizan deportes, o los que consumen cierta música armónica, los que gustan del buen chocolate, entre más. La clave está en que todos ellos son determinantes en la producción de endorfinas.

Así, una persona que su cerebro le produce endorfinas en cantidades generosas, siente que las drogas no le hacen falta para nada, lo peligroso es lo contrario. La ecuación se despeja de la siguiente manera: entre mayor sea la producción de endorfinas, menos es la posibilidad de consumo de drogas y viceversa. De esto concluimos que las charras y chistes pueden ayudar a  prevenir relativamente al consumo de drogas.

La sanación se puede lograr en gran medida gracias a las charras y, de su poder humorístico. El alivio que se logra está basado en pruebas y reacciones físico químicos cerebrales, estomacales entre más.

El goce nos puede provenir del baile, comida, canto, música, arte, poesía, y humor (risa), entre otros. Incluso, se ha sostenido que la risa tiene que ver con la energía kundalini. Habiendo personas que empiezan a “terminar” de tanto gozo emocional, que les provoca la boca con tanta risa.

El músculo facial estriado cuando se contrae origina la risa; entre más se contrae, la risa sale a borboteadas, llegando incluso, a las carcajadas de las más estrepitosas. Es más, si nos dibujamos una sonrisa con pintura facial y, nos acordamos que la traemos puesta, cada vez que la imagen aparezca en nuestro cerebro, producirá endorfinas. Lo mismo sucede si nos atravesamos un lápiz por dentro de nuestra boca, el cerebro creerá que nos estamos riendo.

La risa involucra al placer sexual, es otro camino para llegar al éxtasis. Es una especie de orgasmo del cerebro con involucramiento de los órganos sexuales y, a veces, hasta de los esfínteres (“¡me orino de la risa!”).
 
Las charras y chistes son risibles desde el punto de vista en que fueron imaginadas para pro-mover la risa. Son diseños tendenciosos que con-llevan “hechuras de amor”. Método que tiene que ver Eros, no obstante que sea por medio de rodeo.

Así, el buen humor nos mueve a risa. Nos sacude con tanta energía que explotamos, nos venimos en risa. Al reír se vuelve explosivo, vuelve a nacer, a renovarse, queda otra vez limpio energéticamente. Muy parecido a lo que suele suceder con el acto sexual bien realizado.

El placer de la risa tiene un sentido bacanal, es euforia, lujuria, orgiástico, ludema, sacrificio (del que se ríen). La risa destroza la continuidad de la realidad monótona, seria, formal.

Cuando los dioses se rieron, aparecieron los planetas y con ello el júbilo cósmico. Una carcajada bien disfrutada escala sin pena alguna los soles macromoleculares de la vida plena cerebral. Los grandes genios, científicos y líderes del mundo han reído junto con los dioses.  

La risa es un ritual que reclama constantemente víctimas de la seriedad penitente. A veces, las penas son también fiesta de risa, escaneo con dolor fiestístico.
La risa es poder placentero. Placenta de un estado ideal, fugaz. La risa nos proporciona una espiritualidad única: el placer de la vida en un instante.

 

El hacer reír va fuertemente asociado a lo sagrado. De allí entonces que hay que reír sobre todo cuando se involucra fechas relevantes, o que tienen que ver con lo sagrado, como por ejemplo, Navidad.

Por otra parte, no es gratuito el icono que se ha escogido mundialmente para representar la suma felicidad en todo el planeta: San Nicolás, o mejor conocido como “Santoclos”. El cual por cierto siempre se está riendo. El famoso “jo jo jo jo jo,” resulta interminable. Es el rey de la risa, también del contagio de los niños.
La risa con él se volvió sospechosa-mente santa, es una risa escarchada, blanca como la nieve. Una risa de hielo, congelada, de la más fría. Repetible aquí y allá y más allá también. Sin embargo, es el eco de la risa aliada al consumo. Es el costo que se debe de pagar por quien desee y sueñe con la felicidad  “hecha a  la medida”, en traje rojo y blanco. A la felicidad hay que darle voz, nombre, personalidad, color y sobre todo para que funcione: Risa.

 


  
El “Santoclos” es el hechicero moderno que hipnotiza  con carcajadas una tras otra y,  que con dicha felicidad induce sintéticamente al consumismo interminable como su  propia risa. No cabe duda, se “pintó” muy bien la risa al seleccionarse al “Santoclos” como perfecto portador de ella .Aunque a veces nos parece que ha sido insuficiente para poderla contener y controlarla, puesto que proyecta como si se tratara de un viejo demente por tanta y, tanta risa monótona.  

La risa es una de las grandes aliadas de la libertad humana. Son alas que le permiten al alma salir en busca de cuotas de alivio. Haciendo más liviana la existencia y, de paso, a los problemas tiránicos los envuelve de cierta levedad.

La fatiga de la vida se alivia por medio de la risa y, que conste: “¡El que se ríe a lo último, se ríe mejor!”.

 

 
Ahora bien, hemos escuchado la expresión que por cierto, es muy popular: “¡Que curado...!”, “¡Que cura...!”, precisamente, ello se explica a que el lenguaje es un termómetro emocional muy confiable de  todos los diversos procesos psíquicos que influyen en el hombre. Tan es así que se ha sostenido que en el lenguaje se encuentra inscrita la cultura general, la cual pondera al sujeto en particular.

Las expresiones o caractemas sociolingüísticas son elocuentes de toda una serie de valores un tanto oculto. Por lo que se tiene que analizar, a veces semióticamente  o, semiolingüísticamente.

Por último, como dijo Víctor Hugo: “La risa es el sol que ahuyenta el invierno del rostro humano”.

Las charras y chistes continúan, la risa también…


* Víctor M. Estupiñán Munguía: Pensador por distracción Cósmica, contador de estrellas por insomnio creativo, pintor de sueños por terapia humanista, especialista en transgredir las reglas ortográficas de la Real Academia Española, con neurosis cultural debido a que no puedo crear poemas que lleguen al corazón, víctima de la libertad, democracia y ecocidio del capitalismo bárbaro, pero con licencia de la Madre Naturaleza para cortar flores y olerlas.-  Miembro de  S.I.P.E.A. (Sociedad Internacional de Poetas, Escritores y Artistas)- Sonora- “Por la paz del mundo”,    victor-79@live.com.mx.

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