POR LA VERDAD Y LA CONFIANZA
EL BELLEZÓMETRO Y LA POLÍTICA
Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo
Por supuesto que no existe la palabra: “bellezómetro”, simplemente la sugiero como una forma de dar entender lo útil que puede ser, lo “bello o atractivo” frente a los demás, porque en la consecución de objetivos—de todo tipo--, facilita el avance en el camino en un 50% y ello en ciertas situaciones, puede ser una ventaja; lo que quiere decir, que el ser atractivo o atractiva no lo es todo, pero si ayuda. El resto lo constituyen las capacidades y virtudes.
Pero, nuestro supuesto concepto está ligado al de la belleza, característica que tiene su importancia desde que existe la humanidad. Desde Aristóteles que la concebía en sus dos acepciones: exterior e interior, y la definía: “como todo aquello que gusta por medio de la vista”[1], hasta nuestros días, en donde estilistas y diseñadores de imagen nos obligan a consumir productos para conservarnos regios y nos exhiben modelos (hombres y mujeres) idealizados que venden como “belleza” y sirven como patrón a seguir por niños, jóvenes y adultos.
En México como en muchos países del mundo, una buena proporción de la población, cambiaría casi todo y pagarían lo que fuera, por ser más bellos (as) o hermosos (as), por acercarse a esos dioses que a diario les tientan y le recuerdan sus imperfecciones desde la pantalla del cine y la televisión, o en las páginas de las revistas y en internet. [2]
Y al respecto se me hace interesante la encuesta que realizara el presente año la Fundación Amara, sobre “autoestima”, que llevó el propósito de identificar los factores que hacen que las personas tengan tan distorsionada su imagen corporal y descubrir porqué existe esa deformación tan marcada, especialmente en los jóvenes, y se encontró que: “tiene parte de sus orígenes en los estereotipos de belleza propalados por los medios de comunicación desde hace 50 años”.[3]
Pero existen otros datos que me parecen importantes: “casi 8 de cada 10 encuestados dijo estar de acuerdo con entregar parte de su inteligencia por tener un mejor cuerpo. Es una disposición al trueque que traspasa géneros: los hombres fueron tan propensos como las mujeres a mostrar un alto grado de insatisfacción con: “cómo se ven”, y al no poder emular ni de lejos a los cuerpos espectaculares con los que la industria de la publicidad y en la cultura general, los presiona psicológicamente desde todos los ángulos posibles (es decir, afecta significativamente en su autoestima). Respuestas que nos dice mucho del efecto pernicioso que el amplio uso de imágenes modificadas con photoshop y otros programas digitales han tenido en la sociedad mexicana”. (Berton, C., Encuesta de la Fundación Amara Pro Autoestima, 2013).
Y este tipo de estudios son muy útiles porque descubren lo mucho que importa en nuestra sociedad llamar la atención, por eso nuestros jóvenes hoy compiten entre sí para ver quién es más llamativo, pensando que eso es bello. Cuando que son cosas muy distintas. Pero también pone de manifiesto los efectos negativos que la publicidad alterada digitalmente, provoca en la estabilidad emocional de los ciudadanos a nivel global.
Pero volviendo al tema, tomando como base la posición filosófica de Aristóteles sobre lo que significa la belleza, que para mi gusto es sublime--porque incluye la parte externa e interna--, éste proponía 3 condiciones formales para reconocer algo como “bello”, desde lo exterior:
· Táxis, que ponía énfasis al espacio de las partes componentes del objeto bello.
· Symetría, correcta proporción de esas partes.
· To horisménpon, la extensión o dimensión justa del tamaño de lo bello.
Y esto era aplicable para las personas, objetos e imágenes. Es decir que, para que algo fuera bello debería agradar o atraer, (física o materialmente) por: la proporción, extensión y dimensión justa de las mismas.
Respecto a la belleza interior, Aristóteles[4] la centraba en las virtudes, mejor dicho: la ética de las virtudes—y esa es la parte más hermosa--. Le daba prioridad a las virtudes del alma (o ser interior) y al control de su irracionalidad, atribuyéndole la parte racional del hombre a dos elementos: el intelecto y la voluntad.
El intelecto, sólo era bueno cuando apuntaba hacia el conocimiento y la posesión de la verdad; pero para que esto se lograra, el hombre debería tener voluntad de ser virtuoso; es decir, prepararse para ser siempre bueno y mejor. Las virtudes del intelecto eran alimentadas por la instrucción (educación), por lo tanto, teniendo el hombre instrucción y deseos de dominar su parte irracional, podía vencer sus limitaciones y lograr el perfeccionamiento.
Pero además, agregaba dos clases más de virtudes: las éticas y las dianoéticas, que llevarían al hombre hacia la excelencia y su consecución, le produciría la felicidad.
Las virtudes éticas, harían que el hombre actuara con una finalidad: hacer el bien hacia los demás, y esa virtud estaría integrada por tres importantes características: la fortaleza, la templanza y la justicia. La primera, como la energía interna y corporal que permite vencer obstáculos, limitaciones y resistencias en los propósitos; la segunda, como la moderación frente a los placeres, las penas y el dolor y, la tercera que la dividía en: conmutativa y distributiva. La justicia conmutativa, que buscaba igualdad en proporción de lo que se da y recibe y, la justicia distributiva que promueve la equidad, es decir, dar lo justo de acuerdo a los merecimientos de cada quien.
Las virtudes dianoéticas las relacionaba con la parte racional del hombre, siendo, por ello propias del intelecto (nous) o del pensamiento (nóesis). Estas serían aprendidas a través de la educación o la enseñanza. Dentro de esas virtudes quedaban implícitas ciertas características: la sabiduría y la prudencia. La sabiduría, que vería por el cultivo del intelecto donde el hombre busca en, el conocimiento, lo que mejor abone a su saber, experiencia y cultura; y la prudencia, que hace que el ser humano pueda reconocer siempre el punto medio de cada situación.
El problema es que en la actualidad, mujeres y hombres, buscan a toda costa ser bellos (sólo en lo externo) y gastan en cirugías, ropa, cosméticos, etc., que es válido porque así estamos hechos, pero olvidando la otra parte; porque nuestra sociedad de consumo ha llevado a dar prioridad sólo a la belleza exterior. Incluso hay mujeres o varones, que no son tan agraciados físicamente y que son inmensamente bellos en su interior, pero se sienten acomplejados porque no pertenecen a los estereotipos que la sociedad de consumo coloca como “bellos”.
Pero apostarle sólo al atractivo externo, es mirar la belleza de manera parcial, faltando conocer de la persona lo esencial, que son las virtudes que van unidas con la ética y que por lo general, no pensamos es ellas. Porque, de qué sirve ser bello sino se posee inteligencia, educación, cultura, etc. Se puede ser atractivo o atractiva físicamente, pero actuar de manera egoísta y arrogante. No se puede pretender ser bello, si el alma esta corrompida o amargada. Un físico bello, en un ser humano injusto, incoherente y desequilibrado en sus actos, emociones y en el trato con los demás, es decepcionante y rechazable finalmente. En síntesis, lo bello se ve pero también se siente y eso lo valoran los demás seres humanos con los que se convive. Un ser bello integralmente siempre será permeable a la sociedad y transmitirá optimismo y confianza.
Pero ¿qué tiene que ver lo atractivo o bello con la política? Todo.
Si la política es el arte de acceder y ejercer el poder por los medios legítimos y a través de la aceptación de las mayorías, es obvio que para lograrlo se requiere de convencer y, entre las cosas que adquieren valor para ello, esta sin duda el ser atractivo o atractiva para el electorado. Y ello entonces, tendrá que ver con lo físico, pero más con lo que los actores proyectan de su interior y que hace que los perciban como individuos probos y motiven a las personas a responder de manera voluntaria, mirándoles con buenos ojos. Sin embargo, como antes decíamos, ahora la industria publicitaria en la política, hace ver al feo, guapo; al corrupto, honesto; al tonto, sabio, etc. pero en los lugares en donde prevalece una alta cultura política, la ciudadanía ya no busca rostros sino perfiles con capacidad y calidad política y humana. Porque hoy los votos se ganan no a través de la presión, sino a través de la cohesión y la atracción.
Por eso, cuando ya se acercan las campañas políticas, vemos a muchos suspirantes a diferentes cargos de elección, apuntarse desde ahora afinando su imagen, pero ojalá también estuvieran valorando sus virtudes y analizando con objetividad sus historias, cuestionándose: qué le significan a la población como para poder ganarse su confianza.
Por ejemplo en el caso de la sucesión al gobierno de Veracruz--como jiribilla que va y viene--, cada vez se anotan más. Pero todos ellos, es bueno que vayan haciendo un ejercicio de autodiagnóstico, primero revisando su historia familiar, sus actos públicos, los resultados de su experiencia política, su voluntad para formar equipos, y desde luego sus capacidades y habilidades, etc.; y ya después de hacer ese análisis, mirarse en un espejo para ver si su físico proyecta optimismo, belleza integral y honestidad. Si pasan esas pruebas, pues tendrán posibilidades de sumar adeptos en cualquiera que sea el proyecto al que se dirijan; de lo contrario, mejor que no se hagan ilusiones, porque van a ser ignorados o eliminados desde la primera instancia.
Por eso insisto, la imagen y el atractivo es muy importante en política. Y les pongo un ejemplo de lo que puede inspirar una imagen en la población y lo hago con mucho respeto: el Gobernador de Michoacán, Fausto Vallejo, no tengo duda de que sea una persona capaz y honesta, pero deja mucho que desear la imagen que hoy proyecta (cualquiera que sea la justa razón), no sólo en lo que se refiere a su físico sino a lo endeble que se mira y ello afecta en su imagen, porque si ven a un gobernador débil se asocia con un gobierno débil. También sucede con gobiernos dirigidos por personas muy jóvenes que se perciben inexpertas e incapaces; y pongo como ejemplo a Kim Jung-un de 28 años, Presidente de Corea del Norte, que proyecta una imagen de inmadurez y falta de control en sus emociones (viscerales), porque toma a su gobierno como uno más de sus juguetes que maneja a capricho, sin importar las consecuencias de sus decisiones viscerales.
Luego entonces, hoy un individuo (hombre o mujer, joven o adulto) —que le apuesta a sobresalir en un proyecto político--, debe poseer y ser reconocido por sus virtudes: educación, intelecto (capacidad), voluntad, fuerza, temple, justicia en su forma de percibir y actuar e igualmente debe acumular sabiduría y prudencia; y la suma de éstas junto con la conservación del cuerpo, seguramente lo convertirá en una persona atractiva y permeable a los demás y ello lo podrá capitalizar no sólo en el contexto político sino en todas las formas de convivencia, independientemente de la circunstancia, lugar o tiempo en que éste se sitúe.
Y aunque en eso de los perfiles de los políticos, falta mucho que estudiar y probar científicamente, lo que sí es una realidad es que el bellezómetro, (desde la posición filosófica de la belleza interior y exterior) es decisivo, en todos los actos y situaciones humanas. Y desde luego en política, porque hoy los electores son capaces de percibir en una imagen: lo bueno, lo generoso, lo malo, lo triste, lo tonto, lo débil, etc., de las personas y, tomarlo como base para racionalizar sus opiniones y decisiones presentes y futuras.
Gracias y hasta la próxima.
[1] Obras de Aristóteles: La política, Ética a Nicómaco, Metafísica, etc.,
[2] Tendencias, Milenio.com http://www.milenio.com/tendencias/maldicion-Barbie_14_191520850.html
[3] Berton, Christina (2013): En México, 77 por ciento de las niñas y niños sufren de una distorsión de la imagen de su cuerpo. Es algo que pesa en todos los estratos sociales. Hemos encontrado problemas de alimentación en escuelas privadas y en casas hogar por igual”, recuerda Christina Berton, Fundadora de Amara y consejera global en México de la misión social de la marca Dove y de su “Proyecto para la autoestima”, un concepto reconocido por la serie de revolucionarias pautas publicitarias que, a lo largo de la última década, han buscado llamar la atención a los efectos negativos que la publicidad alterada digitalmente está teniendo en la estabilidad emocional a nivel global. (Encuesta de la Fundación Amara Pro Autoestima, 2013).
[4] Aristóteles, ibíd.
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