EL COLCHÓN

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Por Víctor Manuel Estupiñán Munguía*

“El niño meón, cala siete mantas y un colchón”

Anónimo

Ya la familia entera se había puesto de acuerdo en aprovechar y visitar el mar en este mes de octubre,  donde las lunas se visten de gala y, las estrellas se bañan y cantan desnudas, con todos sus bellos esplendores.

Sin embargo, pensaron que los robos en la colonia Modelo eran ya muy alarmantes como para dejar la casa sola, puesto que los amantes de lo ajeno ya habían pasado lista varias veces a todas las casas. Se habían robado indistintamente tuberías de cobre, macetas, poltronas de fierro, pericos, perros de raza, bicicletas, entre muchas cosas más.

Sin embargo, dice la señora de la casa de los gatos, que se trata de Baldomero, que está rematado, puesto que ya le ha llevado algunos gatitos y macetas con matitas con flores consentidas.

Por cierto, un día amaneció corriendo el agua del jardín de la casa por toda la calle, que deseaba visitar el mar; todos dijeron que tenía la marca de Baldomero. Ni tarde ni perezoso se había llevado un tramo de tubo de cobre como de 2 metros, para luego darse a la tarea de colocarle en el corte un tapón de palo, que permitía escurrir un buen chorro de agua.

Por todo ello, es que se consensó en dejar un vigía de confianza para que “espantara” cualquier posibilidad de robo y destrozos.

De tal forma que el escogido fue un amigo de familia llamado: Gelacio Parada“, para los amigos “el caleche”, el cual por cierto, tiene cara de puño enojado. Sin embargo, hay que decirlo, realmente es muy tranquilo y bonachón. Pero por apariencia, seguramente ningún ladrón se atrevería a parársele enfrente, ni el famoso ratero llamado Baldomero.

Después de hablar con él y dársele instrucciones precisas sobre el funcionamiento general de la casa, aceptó siempre y cuando se le dejara mucha comida, sobre todo carne. A la cual era profundamente adicto desde hacía muchos años y, según su decir, cuando le falta se pone de muy mal humor, hasta convertirse en un colérico, iracundo que hasta él mismo se desconoce. Es como una especie de ataque por falta de proteínas de origen animal.

Po lo que se le dejó  abierta sólo la cocina y, la recámara donde descansaría. Eso sí, antes de que partiera la familia, quiso que se le mostrara la carne que comería en los días de vigilancia. Alguien por allí comentó que si no sería mucha la carne que le habían dejado, si no le podía dar una congestión…

Después, ya estando los miembros de la familia disfrutando de los beneficios iónicos y terapéuticos del mar, salió a relucir por parte de “Manuel”, que “el caleche” era soltero y, que posiblemente ya estando solo, se atrevería a tener algunas realidades cálidas y, posiblemente hasta algunos sueños húmedos, ello, en el supuesto que no se atreviera a introducir alguna “amiga” de lotería.

-Lo que sí  te digo, es que seguramente vas a encontrar el colchón navajado, pero del medio” jajá…-

Alguien que sabe dijo: que entre más carnívoro sea alguien, es mayor la necesidad de marcar el territorio, ya sea con pelos, saliva, resoplidos, orines, líquidos y heces; es una gran necesidad territorial que se origina por el consumo de tanta proteína y su ferocidad ocasionada. 

Fue hasta en ese preciso instante que se visualizó por parte del dueño del colchón, las consecuencias de haber decidido tan a la ligera sobre aquel buen vigía, pero de conductas inciertas como buen soltero. Profundamente adicto a la carne y, sobre todo, en cama y colchón ajeno.

Después de estar pensando y pasar ciertas imágenes no muy gratas por su cerebro, rápidamente sonrió al encontrar una solución muy práctica. No quedaba “de otra”, la solución sería voltear el colchón cuando llegara, por si las dudas. Y de paso, haciendo honor al dicho que dice: “De esas pulgas no saltan en mi colchón”.

Así, cuando toda la familia llegó de vuelta y, se instaló de nueva cuenta en su hogar, se observó que todo estaba en orden. Sin embargo, el dueño del colchón se introdujo a su recámara para cerciorarse que todo estuviera bien.

En ese instante pudo observar la almohada estrujada y, las sábanas revueltas de más, pareciera que había dormido un león con melena doble; pero antes de que sintiera coraje y dudas bien fundadas, es que rápidamente pensó en la solución preconcebida cuando se encontraba en el mar.

Es decir, por si las dudas, simplemente por si las dudas, voltearía el colchón como solución final. Así lo hizo, sintiéndose sin amenaza alguna. “Con esta estrategia, hasta a los pinches ácaros voy a sacar de onda”-dijo- con una cara de pena y satisfacción al mismo tiempo, como el que gana una guerra.

Sin embargo, lo que estaba por suceder sería en la noche, cuando se dispusiera a dormir…

Por otra parte, después de despedirse y recibir las gracias, allá, en la calle montado en su bicicleta iba muy contento “el caleche”, se le notaba satisfecho después de haber disfrutado la soledad, tv. de 40 pulgadas y, sobre todo, aquel colchón que le había tocado en su guardia asignada.

Quien lo viera, hubiera observado su fresca sonrisa, casi sin maldad; era la expresión de su pensamiento inmediato:

“Ojala que mis amigos pronto vuelvan a salir y, que me digan que me vuelva a quedar a cuidar la casa… ¡con mucho gusto lo volvería a hacer! ¡mmm, la carne estuvo deliciosa!

Pero eso sí, que me dejen en otro colchón…la verdad es que ese ya no me gustaría que me tocara para dormir…Híjole, que a tiempo se me ocurrió voltear el colchón”, así no notaran mis “debilidades” de hombre solo…jijiji…”

* Víctor M. Estupiñán Munguía: Pensador por distracción Cósmica, contador de estrellas por insomnio creativo, pintor de sueños por terapia humanista, especialista en transgredir las reglas ortográficas de la Real Academia Española, con neurosis cultural debido a que no puedo crear poemas que lleguen al corazón, víctima de la libertad, democracia y ecocidio del capitalismo bárbaro, pero con licencia de la Madre Naturaleza para cortar flores y olerlas.-  Miembro de S.I.P.E.A. (Sociedad Internacional de Poetas, Escritores y Artistas)- Sonora- “Por la paz del mundo”           victor-79@live.com.mx

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