¿SABRÁ DE LA REFORMA HACENDARIA?
Por Nina Salguero
La gente viene y va, cada cual en sus asuntos mientras el vendedor de cacahuates, espera paciente que le pregunten cuanto vale la medida colocada en una lata ovalada y vacía que alguna vez fue de sardinas, Made in México.
Su vestimenta delata su origen, es indígena quizá el valor total de la mercancía no llegue ni a cien pesos, el hombre no sabe de cadenas de tiendas ni de empresas botaneras y si sabe pudiera alegar que su producto es de calidad, sacado con amor por el mismo de la tierra; sentado a las afueras de un restaurante le llega irremediablemente el olor de la comida, la gente entra con hambre y sale con el estómago lleno, el vendedor de cacahuates no está pidiendo limosna, está luchando por vivir, pero es solo un bulto y parte del paisaje.
Su edad o quizá el cansancio le hacen dormitar, nadie le compra cacahuates…¿Para que comprar cacahuates sin pelar si enfrente están los vendedores del mismo producto ya pelados y enchilados? el consumismo nos agobia y lo práctico también, pues queremos todo listo, listo para comer, si pudiéramos alquilar unas piernas para caminar lo haríamos.
El vendedor de cacahuates, sabe que el mole verde lleva cacahuate y cilantro; quizá una ama de casa del ayer, sepa y valore el cocinar, o como aprendizaje compre la medida para poner a romper la frágil cáscara del cacahuate y así hacer saber a los hijos y a los nietos ¡¡ que el cacahuate está dentro de una cáscara y no en bolsitas, que es una leguminosa y crece bajo la tierra!!
El aroma de la comida sale del restaurante a tentar a los transeúntes, pero el vendedor de cacahuates quizá tenga su propia ración para engañar al estómago mientras llega a su casa y come tortillas hechas a mano por su mujer cocinadas en comal de barro y un plato de frijoles recién hechos… no pide más.
Las leguminosas que arrancó de su parcela y que no vende por ahora, quizá en diciembre para las posadas, las pueda vender para rellenar el temporal vientre de las piñatas navideñas.
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