AL ESTILO MATHEY

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 Esperanzas y reminiscencias


Gustavo Cadena Mathey

Buen  día apreciado lector:

En estos tiempos de incertidumbre, de molestia y hasta de temor por muchas cosas que afectan, pasan y de nuevo vuelven a presentarse en México, aquí en Xalapa da gusto encontrar manifestaciones de esperanza, de fe, de ilusiones, incluso de confianza que se convierten en anhelante oración para que nuestra convivencia social recobre su tradicional armonía.

Expresiones como las que observamos en estos días con motivo de la festividad y el recuerdo del único santo “michoacruzano” del catolicismo, Rafael Guízar y Valencia, contrastan claramente con la grosera actitud de muchos dizque profes que no merecen ningún respeto en cuanto a que no saben respetar a sus semejantes.

Pero eso algún día tendrá que cambiar.

Por lo pronto da gusto observar a esa masa de gente realmente humilde en cuanto a su pobreza material que no espiritual y a unos cuantos que les va bien en lo económico, que van a la catedral xalapeña y exteriorizan abiertamente su fe religiosa y ruegan porque Xalapa, Veracruz, México y el mundo entero recobren la paz y que la violencia quede en el pasado.

Don Rafael, San Rafael Guízar, con acento en la “a” como lo pronunciaba el Papa Juan Pablo II, hoy beato y próximo a santo oficial, está ligado profundamente a este polaco que lo elevó a los altares, gracias a la perseverancia de dos hombres de mucha fe, también siervos de Dios, como es el caso de Don Sergio Obeso Rivera y el padre Rafael González Hernández .

El primero de mayo de 2011, seis años y un mes después de su muerte, en una ceremonia de casi tres horas, el "gigante" que doblegó a Marx, como lo afirmó el entonces Papa  Benedicto XVI, como lo publicó el Correo de la Sera de Roma, Juan Pablo II  es oficialmente “beato”, aunque para todo el mundo era santo desde que vivía.

El vocablo “santo” proviene del latín “sanctus” y se considera santos a personas elegidas por Dios que se destacan del común de los hombres.

Para el catolicismo, un Santo, para ser considerado tal debe soportar un proceso a cargo del Papa, a quien se denomina “Su Santidad” que lo proclama o no como ser digno de veneración por el grado de perfección alcanzado, y por la realización de milagros, uno si murió como mártir, o dos en caso contrario.

Luego de ser proclamado Santo, es objeto de culto, y se considera que es un intermediario de Dios, no un Dios en sí, y a nombre de ese Dios, digno de conceder peticiones a los que le recen.
Así lo proclamó su sucesor ante el entusiasmo y el fervor de decenas de miles de peregrinos, la gran mayoría polacos, que abarrotaron la plaza de San Pedro y las calles adyacentes en Roma y millones a través de la televisión en una etapa más de ese fenomenal suceso que alienta la religión a través de los siglos.

Benedicto XVI destacó de Karol Wojtyla su antecesor en el trono de San Pedro, su dimensión pastoral y política. "Abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante -fuerza que le venía de Dios- una tendencia que podía parecer irreversible y devolvió a la fe la esperanza usurpada por el marxismo", en referencia a la lucha de su antecesor contra el comunismo.

De acuerdo con los reportes la ceremonia ha sido una de las más multitudinarias concentraciones celebradas en el Vaticano desde los actos posteriores a la muerte del papa polaco. La marea humana era impresionante. Las plazas y calles cercanas aparecían colmadas de gente, así como el Lungotevere, la calle que trascurre por el río Tíber. Los accesos a la plaza fueron abiertos de madrugada,, tres horas antes de lo previsto, y mucha gente debió resignarse a seguir la ceremonia por los altavoces y las pantallas gigantes habilitadas en distintos puntos de la ciudad.

Se confirmó que la festividad para celebrar al nuevo beato sería el 22 de octubre, el aniversario de su elección al papado.

VINCULADO A XALAPA

Aunque después lo haría Benedicto XVI, cientos de veracruzanos que tuvimos el privilegio de asistir “en vivo” a la ceremonia de beatificación  de Monseñor Rafael Guízar y Valencia en Roma, nos quedamos con las ganas de que Juan Pablo Segundo culminara su obra y lo canonizara santo, antes de que Dios se llevara al cielo a este querido polaco. ¨Por lo mismo el Papa Karol Wojtyla  ocupa ya un lugar muy especial en muchos corazones.

Esto por supuesto motivó que en Xalapa, Orizaba, Córdoba y otros pueblos de Veracruz y Michoacán los creyentes se desvelaran para seguir en vivo los detalles de la misa.

Recordamos aún con frescura aquella ocasión, ese domingo 29 de enero de 1995, a las 12 del día  en la mismísima Basílica de San Pedro en que la piel se nos puso “chinita”; sentimos escalofrío cuando distinguimos la apacible figura de aquel hombre que aglutinaba el cariño de los fieles de todo el mundo.

Conforme avanzaba por los pasillos con su paso cansino, con su fragilidad humana, el sucesor de San Pedro lucía como un viejito muy paternal y la emoción crecía, de ambos lados del templo.

Como la “ola” en los estadios, los feligreses, a un metro del pasillo se alzaban, se estiraban y se apretujaban nerviosos, agitados, algunos lloraban; enternecidos palmeaban sus manos abiertas y le gritaban: “¡Santo Padre, aquí está México!”, “¡Somos de Veracruz!”, queriéndole recordar su breve visita al puerto jarocho en 1990.

A cada paso lo vitoreaban; a pesar de la escolta de los guardias suizos, extendían las manos para tratar de tocarlo, y el máximo pontífice, mientras con la mano izquierda sostenía el báculo, con la derecha, a diestra y siniestra repartía bendiciones, ya a los italianos, ya a los españoles, ya a los mexicanos..., y sonreía complacido.

Era una sonrisa a la vez electrizante y a la vez apacible. Y en verdad prevalecía en ese momento una misteriosa sensación de estar presenciando efectivamente a un ser celestial en esa Torre de Babel donde si bien de todas partes surgían idiomas extraños, todos mundo se entendía unido en ese misterioso lenguaje de la religión católica.

Ese mismo domingo de la ronca voz del Santo Padre, surgieron  palabras que junto con las imágenes de la ceremonia quedarían grabadas para siempre en la mente de unos 200 mil peregrinos congregados en la monumental Plaza del Vaticano para el rezo del Ángelus:

“Questa matina, nella Basílica di San Pietro, ho proclamato quattro nuovi Beati: ciascuno di loro ci offre un concreto esempio di fedeltá a Dio e di amore ai fratelli. Essi sono anche modelli di intensa devozione alla Madre del Signore”.

Explicaba el Papa que esa mañana había proclamado a cuatro nuevos beatos que representaban la fidelidad a Dios, el amor a los hombres y ejemplos de una intensa devoción a la madre de Dios.

Habló sobre la nueva evangelización a la que él había convocado en repetidas ocasiones y en la cual también ha estado comprometida la iglesia de América, “encontró en figuras como Rafael Guizár y Valencia un modelo a seguir” y destacó que el obispo mexicano afrontó con valentía la dramática situación de su país católico en el que la iglesia era perseguida.

“Lo sostuvo en ello y lo inspiró siempre la íntima unión con la Eucaristía y con María Santísima, pilares de su vida espiritual. En efecto, quiso que en su escudo episcopal figurase la Virgen de Guadalupe de rodillas ante el Santísimo Sacramento”.

Los aplausos y vivas al Papa, y el clásico grito de “Juan Pablo Segundo te quiere todo el mundo” de parte de los mexicanos se acrecentaron todavía más cuando el Pontífice les agradeció “haber venido de tan lejos” (como Acayucan) y les pidió “ser portadores del mensaje de Jesucristo por todas partes”.

Fue una inolvidable experiencia que hoy recordamos como homenaje a este hombre que en su pontificado de 26 años dio innumerables muestras de su especial amor por México, por los mexicanos, los michoacanos,  los veracruzanos y los xalapeños, a los que nos heredó un gran beato, cuya fiesta patronal (la de Juan Pablo) coincidentemente se programó para el 22 de octubre, dos días antes que la de San Rafael Guízar. Cosas de la vida y de las divinidades. Que tenga un grato fin de semana.

gustavocadenamathey@hotmail.com

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