EL DECANO DEL PERIODISMO

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Jornada Huasteca
Del Decano del Periodismo
Livia Díaz

 

Reynaldo de Jesús García, nació el 8 de octubre de 1913 en Papantla de Olarte, Veracruz Llave.

“Mi mejor mensaje para mis compañeros es que tengan salud y que no les pase nada”, dijo ayer el Decano de la prensa escrita en Poza Rica, Reynaldo de Jesús García.
Como ya va a cumplir 100 años, y hace cuatro no asiste a la redacción, se le visitó.
Contó que abandonó su carrera como docente y músico por el periodismo en 1951, y se integró al Heraldo, que ahora se llama La Opinión. También estuvo en El Diario, En El Hoy, EL Mundo y otros.
Como sabe taquigrafía y mecanografía, el Decano del Periodismo por 44 años escribió de todo, y en todas las fuentes, su última fuente de trabajo fue la policíaca.
Muchos le han preguntado cómo le hizo para vivir 100 años, a uno le dijo que no desayuna, a la que escribe que no come carne. Pero además, todo el gremio sabe que todos los días se tomaba cinco cervezas, aunque él dijo que cuatro “ni una más”, y al tiempo, nunca frías, y hasta hace cuatro años, en punto de las 12 de la noche se iba a su casa.
Al amanecer “el Profe” o “Rey”, como se le conoce, ya estaba caminando. Anduvo todos los caminos de Poza Rica, Coatzintla, Cazones y Papantla. Es de ese último municipio, y a él le escribió muchas canciones que ya no recuerda.
Ha dicho que abandonó el magisterio porque el periodismo no tiene límites. Dijo que el periodista puede hacerlo todo. Que el periodista es un científico.
Cuando comenzó a escribir platicaba con todo el mundo, con grandes personajes de la vida social, “es una profesión bonita y noble”.
Antes no había periodistas, entonces se comunicaba la gente gracias al Tameme, que fue el primero que informaba a México, y que llevaba las informaciones y las órdenes de los reyes a los pueblos.
El profe dijo que “hay que vivir la vida tranquila.” Piensa que “debe hacer el periodista el bien cada día, darle gracias al señor y tener el pensamiento para ser noble.”
“A todos mis amigos siempre les dí consejo, por eso me seguían”. Lo que no dijo y que fueron contando algunos compañeros que trabajaban con él, es que siempre andaba de maldoso pensando qué travesura hacerle al otro. A  la secretaria le escondía los zapatos, a los muchachos les amarraba las agujetas, o les cosía las mangas del sweater para que cuando se lo quisieran poner, batallaran con las entradas de las manos.
A veces nada más andaba pensando qué hacer.
En alguna ocasión le llenó de agua el sombrerito a uno que estaba medio dormido y cuando se lo puso, se bañó.
-¿Cómo le hizo para vivir tantos años?-le pregunté.- “Hay que se tranquilo no bravo ni enojón-dijo. -La vida es hermosa, a la vida hay que cantarle, sonreírle, sin decir picardías. Que sí, las sé, pero nunca las digo.”
Lo último lo constatan sus compañeros. Nunca decía groserías y se enojaba si alguno a su alrededor lo hacía.
Como en la época que escribía solo había luz hasta las 10, regresaba pronto del campo. Como no había carretera se iba caminando a todos lados y así siguió haciéndolo siempre. “Aprendí solo. La salud es mi mejor defensa.”
Tan pronto recuerda un dato, como canta una canción. Compuso muchas, de amor, y para la escuela. Las letras se perdieron en el tiempo, pero recordó tres estrofas de "Confesión", que dicen:
"En tu mirada vi
un amor sincero
y por eso, yo a tí
te brindo mi cariño
aunque tú no lo creas
tu destino, es el mío
y también te amaré
con un amor sincero
a Dios, gracias a él
por el amor que me hallé
...
Hizo cantar, en el kilómetro 52 a los niños el "ABC", que dice "enseñanza, enseñanza, es el eco del alfabeto..." pero no recuerda más de esta letra que escribió e interpretó en el piano. El profe toca y compone también con mandolina y con acordeón. Se considera un artista.
Fue director también del "Última hora". Sus colegas de redacción dijeron que el profe no escribía más de lo que decía el boletín o lo que decía la fuente, pero era de los que hacían paráfrasis, análisis e investigación. No se le vio usar como arma la pluma, es a lo que quizá él mismo llama "ser tranquilo".
Durante el tiempo que laboró en el magisterio, tenía las vacaciones del periodo escolar y se las dedicó a la empresa petrolera. Estuvo de tomador de tiempo, vigilante, y en el "área de salud, en donde hacía bolsitas para repartir el polvito para combatir el paludismo."

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