POR LA VERDAD Y LA CONFIANZA

 

 

 

 

 

Generar un cambio de actitud e identidad a favor de la ciudad.

Dra. Zaida Alicia Lladó  Castillo

En reunión realizada en el mes de octubre de 2012, con la Alcaldesa de Xalapa Lic. Elizabeth Morales García y Otero Ciudadano, A. C, en la que esta asociación pudo presentar algunos de los proyectos a favor de la ciudad1, su servidora pudo hacer referencia a un tema, al que por cierto no se le da importancia por considerarlo (erróneamente) intrascendente en las políticas de gobierno: la generación de cambios de actitud y de identidad en el ciudadano y autoridades, a favor de la ciudad.

Y no se le da importancia, porque existe por lo general una gran ignorancia sobre el tema y, al no haber una cultura de valores y formación de actitudes e identidades en la sociedad que provoquen el orgullo por la ciudad o región, tanto de parte de la gente como del gobierno, hace que se coloque al margen e incluso que se presenten resistencias por intentar implementarlas o por ampliar el conocimiento sobre el tema, apostándole los ayuntamientos sólo a la obra material, urbana y vial (que sin duda es básica) y olvidándose de invertir en el cambio de actitud en la ciudadanía.

Pero las grandes ciudades y países del mundo pudieron crecer, cuando a alguien se le ocurrió desarrollar estrategias para rescatar valores y generar identidades ciudadanas logrando que los habitantes se comprometieran en desarrollar acciones y logros junto con la autoridad local, para que ambas partes se sintieran orgullosas de los cambios que, poco a poco, van logrando a favor de su habitat. China, Japón y Alemania son de esos países y sin duda, son potencialmente fuertes en infraestructura citadina o metropolitana y en desarrollo humano.

Pero ¿qué significa “cambiar actitudes” o “generar identidad?

Si se desea conocer el concepto “actitud”, encontramos diferentes significados, pero mencionaré uno que me parece muy adecuado: “la predisposición o disposición de ánimo manifestada hacia alguien o algo, de algún modo”.  Así que, teniendo en cuenta lo anterior, la “actitud” es la forma en que enfrentamos la vida y sus circunstancias (obstáculos, dificultades etc.).

Por su parte, la identidad social la define Tajfel2 como la consciencia que tienen las personas de pertenecer a un grupo o categoría social, unido a la valoración de dicha pertenencia. La valoración positiva o negativa sustenta respectivamente una identidad social positiva o negativa. Tal polaridad está determinada por el mantenimiento con éxito o no, de una distintividad positiva.

La actitud marca la diferencia en las personas. Esta es la que permite que desarrollemos nuestras capacidades al máximo, es lo que determina cómo vemos y cómo manejamos nuestros sentimientos. Si poseemos una buena actitud nos da ventaja sobre los demás. Incluso marca la diferencia entre el fracaso y el éxito. Es un aditivo a nuestra personalidad que puede convertirnos en personas o líderes, con las cuales los demás pueden sentirse a gusto.

Por eso los funcionarios, padres de familia, guías sociales, empresariales, políticos o religiosos o simples ciudadanos, debemos obligarnos a tener una buena actitud para provocar lo mismo en los demás, sean familiares, colaboradores y ciudadanos, etc., y así mismo, los ciudadanos debemos preocuparnos en generar lo mismo en las autoridades.

En una modesta encuesta realizada con mis alumnos, a la pregunta: ¿Qué es lo que demerita la acción de un gobierno frente a sus ciudadanos?, estos han respondido en el siguiente orden:

1.- La corrupción y la impunidad en la acción del gobierno.

2.- La ineficiencia, reflejada en la falta de soluciones o resultados en el tiempo y presupuesto previsto.

3.-La ostentación y deshonestidad de un gobierno

4.-La falta de sensibilidad en el trato y la omisión de la presencia de la autoridad, para resolver los problemas más simples de la ciudad.

5.-La prepotencia o el abuso del poder

Por otra parte, al preguntar ¿Qué es lo que demerita al ciudadano frente a sus autoridades? Éstos contestaron:

1.-La apatía del ciudadano por no apoyar a la autoridad y la falta de involucramiento en la solución de los problemas de la ciudad.

2.-La intolerancia hacia los cambios o hacia las obras que implican esfuerzo y comprensión de todas las partes.

3.-La negación hacia conocer la realidad de la actuación del gobierno, criticando sin bases y carencia de información.

4.- El hostigamiento hacia las autoridades cuando no se tiene la razón o buscando presionar para obtener privilegios.

5.-La negligencia y rebeldía, que se manifiesta en ser un mal ciudadano que: ensucia, destruye, no cumple normas o desprestigia la ciudad, con tal de tomar notoriedad o protagonismo.

Pero también hay otros aspectos que influyen en el desaliento de los ciudadanos por procurar a su ciudad. Cuando las ciudades crecen en dimensión y población, los aspectos que identifican a sus habitantes se van perdiendo. Hoy existe dentro de la sociedad un escaso sentimiento de pertenencia a la comunidad social, de hecho el pequeño residuo de identidad se remite a un minino de eventos especiales como: compartir fiestas patrias, patronales, decembrinas, días festivos, etc. Lo que significa que hay que procurar generar más momentos que nos identifiquen para evitar la distancia.

Es por eso que este progresivo desapego y minusvaloración de lo próximo-propio, es lo que debe atenderse educacionalmente para evitar derivar en una mal entendida apreciación de los fenómenos externos, sin apego valórico, ni sustento a la realidad más inmediata (González y Araya, 2002).3

Por lo tanto, decir que en la actualidad ya no hay cosas con que identificarse en las ciudades, es un error porque en el presente sus habitantes, quizás  en ciertos casos ya no se identifican totalmente con sus autoridades, pero sí con los eventos históricos y simbólicos que han dado tradición o realce a la ciudad, visto cada quien desde la perspectiva de la edad, ocupación o vocación, y en ello surgen aspectos tales como: gusto por la gastronomía, vestimenta, gustos musicales, eventos sociales, bailes tradicionales, acciones altruistas  o de integración social, así como eventos deportivos, artísticos, recreativos, etc. Y eso es lo que debe descubrir la autoridad en sus ciudadanos, los aspectos que hacen revivir recuerdos o por el contrario los que les hacen insertarse en la modernidad, compartiéndolo con las familias, amistades y la comunidad.

El error, generalmente es creer que para que exista una buena actitud el individuo debe ser receptivo de un medio social y ambiental espléndido; y es cierto en parte, pero es más motivante para el propio individuo generar los cambios en el medio donde opera, para dejarlo en optimas condiciones e insertando innovaciones en el contexto, haciendo que el orgullo surja por el valor de su participación  y de su disposición para relacionarse, trabajar, comunicarse e involucrarse, etc.

La mejor actitud es la que se alienta en el de enfrente. Por ejemplo: si barres el frente de tu casa, quizás el de enfrente al principio lo cuestione, pero al ver los resultados en ti, también decida imitarlo.

Nuestros colaboradores, seguidores o personas más cercanas, notan más rápidamente las actitudes que las acciones. Es casi imposible que un funcionario, líder, maestro o padre familia,  con mala actitud pueda tener éxito. Por lo tanto, generar cambios de actitud, nos lleva invariablemente al fomento de la identidad cultural basada en la educación, a través del recurso de activar el proceso enseñanza-aprendizaje-significativos, ligados a los hechos y símbolos que producen orgullo en la ciudad.

Por eso, la importancia del tema por parte de quienes encabezan los municipios y también los gobiernos: estatales y nacional, para evitar que los ciudadanos caigan en la apatía, en la desatención o en caso extremo, hacia el pesimismo y rechazo que sólo entorpece el avance y desarrollo de los pueblos. Por eso éstos, deben estar  muy atentos a todos aquellos indicadores que demuestren desaliento.

Cuando se observa que los habitantes no responden a las normas, cambios, obligaciones, invitaciones, etc., convocados por la autoridad y en los tiempos que la misma prevé, es indicativo de que: o la autoridad no está aplicando las normas como debe ser o, existen resistencias de algún tipo que impiden que la relación fluya en forma adecuada y no se obtenga la colaboración ciudadana como se quisiera; en pocas palabras, cuando el “aplausometro”4 baja en intensidad hacia los representantes populares, o es porque: la figura está desgastada o ya no es vista con simpatía y la confianza que se quisiera. Y eso si es de preocuparse, porque se reflejará  invariablemente en la aceptación o no del resultado general y, la ciudadanía con seguridad lo premiará o castigará en el presente o futuro.

Gracias y hasta la próxima.

1 Dimos pormenores en mi artículo: Xalapa: urbanización, seguridad, cultura, turismo natural, social y político, del 27 de octubre de 2012.

2 Tajfel, H. Social Identity and Intergroup Relations, U.S.A.:Cambridge University Press. (1982) Tajfel, H., Flament, M. C., Billig, M. & Bundy, R. P. "Social Categorization and Intergroup Behavior", European Journal of Social Psychology, (1971), pp.149-178

3 GONZÁLEZ, Edelmira. y ARAYA, Fabian. (2002) “Historia y Ciencias Sociales: estrategias para

reforzar la identidad cultural” Santiago de Chile. Editorial Belzart. Páginas 1 – 285

4 Y hablo del “aplausometro” honesto y espontáneo, no aquel que se induce a través de líderes pagados para llevar a la gente a alabar a su autoridad local o con la encomienda de “echar porras”, cada vez que le nombren o levante la mano.

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