LOS RIESGOS DE LEER

Publicado en el blog EL HUASTECO

Vivo atrapado en la aventura de leer desde hace muchos años. Recuerdo con nostalgia mi primera biblioteca: una pequeña repisa con cinco empolvados libros. Mi padre, empeñado en preservar a nuestra familia de los avatares de los años 60’s, formó su propio “castillo de la pureza”, que mis hermanos mayores burlaban con cierta facilidad. Menos audaces y más resignados, en el recinto aquel sólo quedábamos mi hermana de seis años y yo, un año menor. Inolvidables días en que escuchaba embelesado las balbuceantes lecturas que mi hermana hacía de aquellos libros entre los que recuerdo “Corazón, Diario de un niño”, “Platero y Yo”, “El Jardinero” y “La Luna Nueva” de Tagore, y otro de poemas de varios autores.

Esos libros se convirtieron en mis cómplices y compañeros. Los acaricié y los froté tantas veces que el genio que vivía en ellos me concedió la facultad de aprender a leer antes de asistir a la escuela. En sus páginas jugué un terapéutico vaivén entre la soledad y la esperanza. Leyendo pude combinar mi esencia de niño con las ventajas de la media locura para elevarme por encima de un mundo sin juegos infantiles, pleno de injustas exclusiones.

Al paso de los años, mi viaje literario continúa. A lo largo de mi vida he conocido a muchas personas que hablan de la inutilidad de la lectura. Sin renegar de mi firme convicción lectora, reconozco que tienen algo de razón. Y es que realmente se puede vivir sin leer; se puede conseguir trabajo, casarse, tener hijos, amasar fortuna y hasta morirse sin haber leído un libro (hay muchos ejemplos a nuestro alrededor). Tampoco hay evidencias palpables que distingan a una persona que lee por gusto de alguien que no lo hace. Además, reconozco serios riesgos que conlleva el hábito de leer. Los personajes de mis libros favoritos no son siempre ejemplos a seguir: lectores enloquecidos, visitantes de pueblos fantasmas, jubilados sin pensión, mujeres sin dignidad, cincuentones enamorados, hombres-insectos, niños sin futuro, amantes despistados, asesinos por error, indígenas marginados, etc. A pesar de tantos libros leídos, o tal vez por eso, sigo lleno de contradicciones. Leer tanto ni siquiera me ha hecho mejor persona, ni más sociable, ni más feliz. Es más, la Literatura a veces me ha complicado la vida.

Lo que puedo decir a favor de la lectura es que tal vez mi vida, con todo lo errática que es, no sería la misma si no fuera lector. Leer me ha hecho un eterno inconforme que no se contenta con esperar que el tiempo pase. Tengo la plena convicción de que a este mundo no sólo vine a trabajar y acumular bienes materiales (poco, en ambos casos). La literatura me ha permitido pretender ideales y cambios que necesita mi vida para alejarme del gris que me persigue y acercarme a los colores que me agradan. Leer me ha dado el valor para expresar un reclamo en medio de muchos aplausos y de pronunciar un NO cuando medio mundo dice SÍ.

Como decía antes, la lectura no me ha hecho feliz pero me ha hecho habitante de otra tierra y otros tiempos, donde es posible ser todo lo que no soy. El mayor beneficio que he obtenido con la Literatura es que ha provocado en mí un coraje para vivir en este mundo que aparentemente avanza hacia la felicidad. Me rebelo a pensar como todos: a creer que solo tengo que cumplir un destino. La Literatura me zarandea para que la conformidad no me convenza. Es el medio que nos lleva a superar nuestra condición de destinados, de habitar espacios reducidos y, finalmente, nos lleva a luchar por los sueños de los alocados inconformes que somos, los que tenemos, entre otros vicios, la pasión por la Lectura. Los empecinados usuarios de la palabra que hemos decidido continuar creyendo en ella a pesar de enfrentar los riesgos de leer.

Víctor Castañón

cocodilo@prodigy.net.mx

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