NOSTALGIA CON SABOR A MAR

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Por Víctor M. Estupiñán Munguía*

“¡Los suspiros son aire y van al aire!

¡Las lágrimas son agua y van al mar!

Dime, mujer, cuando el amor se olvida

¿Sabes tú adónde va?

Gustavo Adolfo Bécquer

Cuando la palabra logra batir sus plumas y despegar sus alas como lo hace el colibrí en primavera en un jardín lleno de flores, se poetiza. Es decir, se encarna mágica y maravillosamente en una narración, una ensoñación, una especie de conjuro capaz de revolucionar el tiempo y el espacio.

Pudiendo resurgir un nuevo lenguaje con poder de abrir las puertas del cielo y del infierno, separar las aguas de los mares, juntar la tierra con el cielo y, el silencio con los gritos creadores de los dioses.

La generosidad de la palabra inmantada de pasión creadora, se convierte en palabra explosiva de clorofila, germinativa de experiencias e imaginaciones. Es cuando podemos soñar y vivir mundos paralelos.

A través del lenguaje mágico poético, es como uno sufre y goza la metamorfosis de estar contenido con los intertextos de las posibles realidades y, sus planos vivenciales.

Es cuando uno se da cuenta que el poder chamánico de la palabra se vuelve líquida, dorada, cristalizada, plástica y lista para ser moldeada por las emociones, sentimientos y el código del Éter como vibración que ha tocado la última partícula del Ser.

Lenguajear poéticamente es cuando la palabra está como agua para quitar la sed del aventurero que se encuentra en alta mar de la vida, alta mar del Ser y, cuya aventura en canoa de corcho se encuentra rodeado de olas de nostalgia, espumas del alma, espejo misterioso de mar y, millones de miradas de luz.

Al pensamiento narrativo comúnmente le gusta desembocar en el mar, le gusta hermanarse con las estrellas, mecerse conjuntamente  en su cuna líquida y hacer uso del erotismo azul y la imaginación del vaivén a la luz de la luna.

A la imaginación azul le fascina el sabor de mar, he aquí:     

NOSTALGIA CON SABOR A MAR

Poco a poco van apareciendo

estrellas y luciérnagas,                                     

saludándose en espejo negro,

esmerándose con su presencia

en el bordado de aquel

manto triste y lúgubre,

colgada el sabor

de la boquita de luna,

prendedor de media noche.

Y así, tu rostro llega quedamente

en el cuadro de mi recuerdo,

sin trompetas romanas,

ni clarinetes egipcios,

sin edictos ni tramoyas;

sólo pisando la brisa de

aquellos movimientos

ondulatorios,

rebosos líquidos,

que al vaivén

del movimiento erótico,

el líquido de la vida,

el plasma del universo,

se llenan de vida eterna.

Recuerdo jalado por

golpe de aire,

golondrina viajera,

ruta perdida y,

mirada en el ocaso,

pecho color de flor,

que mece el viento,

botón compacto,

aún no sabe de amores

estremecedores.

Un viento extraño y frío,

pierde sus alas

de paloma extraviada,

mientras que luciérnagas

sin alas solfean,

luces de bengala,

tristezas y emociones,

cantos de sirenas,

avisándole al espíritu

de la noche

del luto del alma y,

del sabor a mar;

mientras la eternidad

bailando a paso lento,

carga su fortuna y su

religión a cuestas.

El sabor de la noche

lo tienen pegado

los labios de arena,

pupilas de estrellas,

espuma de luna y

brisa de piel morena.

Llega una ola,

corazón de tritón,

cara de celos,

mueca de rabia,

labios de espuma;

borrando el corazón,

los nombres tuyo y mío,

de la arena de la real imaginación…

* Víctor M. Estupiñán Munguía: Pensador por distracción Cósmica, contador de estrellas por insomnio creativo, pintor de sueños por terapia humanista, especialista en transgredir las reglas ortográficas de la Real Academia Española, con neurosis cultural debido a que no puedo crear poemas que lleguen al corazón, víctima de la libertad, democracia y ecocidio del capitalismo bárbaro, pero con licencia de la Madre Naturaleza para cortar flores y olerlas.- 

Miembro de S.I.P.E.A. (Sociedad Internacional de Poetas, Escritores y Artistas)- Sonora- “Por la paz del mundo”           victor-79@live.com.mx

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