EL GUASÓN SALE DE SU ESCONDITE

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Por Víctor Estupiñán Munguía*

“…la reacción química le cambió permanentemente la apariencia a la de una especie de payaso: piel blanca, labios rojos y pelo verde. Según el personaje, este cambio de apariencia, más los infortunios de un día, lo llevan a perder la razón y transformarse en el supervillano Joker”.

Bajo el signo del Guasón.

Nadie se imaginaba que en aquella fecha, el Guasón tenía una cita con su destino y su principal enemigo: Batman, por lo que había decidido salir de su escondite y encaminarse al reencuentro con aquel enigmático hombre alado de las sombras.

El momento ya estaba allí, para protagonizar la lucha que se había estado posponiendo por múltiples razones cuerdas, pero no de locura, por lo que las condiciones irracionales ya se habían alineado y, el desenlace era eminente.

Aunque no se sabía en qué terminaría aquel episodio titánico de locura sacra contra locura profana. “El joker”, el de la sonrisa malévola, de apariencia facial de un payaso, considerado como uno de los más siniestro y peligroso, dejándoles a sus víctimas una grotesca sonrisa, ya estaba preparado.

El Guasón listo para el momento crucial, escogiendo muy bien sus principales armas para ir a buscar a Batman hasta aquella lujosa cueva donde le estarían aplaudiendo y rindiendo pleitesía, sus más fieles admiradores.

Hecho que molestaba de sobremanera a el Guasón y que no pasaría fácilmente por alto, ya que consideraba que el verdadero enemigo público y social era “el hombre murciélago”.

El estallamiento, la fragmentación neuronal y, sus imágenes despavoridas de carcajadas reflejadas en el espejo del rey de la cordura consumista; el tintilíneo de la nada y los susurros de la levedad del Ser americano, generaron las condiciones necesarias para que el Guasón saliera de su escondite y floreciera con su cara blanca, sus grandes labios rojizos, pelo pintado de verde y, sobre todo, su decidida voluntad de enfrentar de una vez por todas a “el paladín de la justicia”.

El Guasón es el símbolo inequívoco de la locura de un sistema que despersonaliza sin piedad, es el reducto donde la destrucción sistémica ha realizado su trabajo enajenante, es el signo perverso de la esquizofrenia abismal.

El enemigo visto por “el otro”, por la lógica narrativa y el ángulo comprometido de Batman y el poder del Estado. Recordemos que Batman, Bruno Díaz es el archimillonario que representa la élite norteamericana, el que tiene acceso a la tecnología de punta expuesta en sus “baticarro”, “batimoto”, etc.

En cambio, el Guasón encarna y es la conversión viva de los restos y vestigios humanos, después de haber vivido bajo un sistema de “locura americana” (su origen se debe a una reacción química de un tubo, más los infortunios de un día, es más bien una metáfora).

La metametáfora nos indica que realmente es el resultado atávico de la desquiciada materialización de su Ser, sometido al sin sentido humanista, a la competitividad sin límite, a la irracional sociedad de consumo, a la materialización sin escrúpulos, al coleccionismo, “al sentido del sin sentido” y, muchas psicopatologías igual de graves.

Las ganancias estratosféricas captadas como producto de las narraciones peliculares, donde se hace enfrentar espectacularmente la cordura desquiciada y el desquiciamiento acorde, ambas como orden social complementarias de escapatoria, también nos dan cuenta fehacientemente de esa esencia que caracteriza a “la sociedad más libre y democrática del mundo”.

Los profundos contrasentidos y, las convulsionantes cargas ideológicas como valores normales norteamericanos contra la razón humana, ya son parte medular de la lógica reversible de la cordura.

Es el costo social que se tiene que pagar por tanta felicidad estúpida o, por tanta estúpida felicidad. Freud le llamaría el “malestar de la cultura”, sin embargo, para mí también es la cultura del malestar como forma de vida.

Ahora bien, no hay que perder de vista que el Guasón se piensa a sí mismo en este proceso de fascinación y locura dentro de la mitología mediática, creando una metarealidad llena de pasión desquiciante, que pasa a la estructura infantil sin muchos filtros. Es decir, más bien lo hace mediante múltiples reforzadores psicológicos.

Recordemos que “Batman, el caballero ascendente” es el paladín encargado de restituir el orden establecido, no importando que sus enemigos se destruyan o, mandándolos a prisión.

Ahora bien, el hecho de “vivir” en un mundo feliz, en una realidad paralela donde no existe escapatoria alguna a la coherencia humana, viviendo en una enorme y feliz “prisión libre” donde las rejas se han diluido transformándose en invisibles o, rejas que escurren miel, la cultura de lo humano no tiene futuro. Aquí es de donde se nutrió el Guasón.

Norteamérica es una gigantesca “prisión libre” que emana constantemente una fresca cascada de imágenes que hipnotizan al Ser, por ello, al Guasón se le obligó feliz e irremediablemente a que saltara al vacío.

Su locura no pudo ser contenida y la mente y el cuerpo se despeñaron, sucumbiendo socialmente en aras de la libre empresa y la pureza de la democracia.

Hace mucho tiempo que lo racional se ha convertido en irracional y, lo irracional en racional, el orden se ha subvertido, la cordura norteamericana también.

Así, el Guasón despertó espectacularmente en una galaxia espesa de locura y realidad y, cuyo espejo lo reflejaba compulsiva y autorreferencialmente. Aquella noche cuando penetró a la baticueva pública, no supo si había salido de la película a la realidad o, había entrado a la propia película.

Abruptamente la gramática de la locura norteamericana la encontramos dentro y fuera de las películas. Por ello el Guasón no tuvo alternativa, ya era huésped distinguido de los dos campos: La intertextualidad de la realidad y la locura, ambas, como buenas siamesas, compartiendo el mismo corazón, médula y cerebro.

La perspectiva y profundidad de la realidad caótica se entremezclaron con la superficialidad de la locura. La realidad hecha locura y, la locura bajo la solides de la realidad; el binomio hecho complemento.

Dándose con ello la anagnórisis psicológica, es decir, la ocultación de la verdadera identidad.

En un sistema donde los medios de comunicación roban los tiernos pensamientos a los niños desde que se encuentran en cuna y, donde los superhéroes imponen la ley del imperio, la realidad se arrincona con camisa de fuerza y ojos de tragedia comprometida.

La ciencia ficción queda paralizada para dar paso al desquiciante vacío de la realidad destronada.

Así, el desquicio se vuelve espacio común de la loca realidad y de la realidad loca, conviviendo como pesadilla una de la otra. Las fronteras han desaparecido, ya no es necesario el pasaporte de la vida sana.

Locura y realidad son parte del mismo proyecto, se licuan espesamente donde la realidad se diluye en un raro vapor inconcebible con olor a sufrimiento, a despersonalización, a cosificación y consumo de sentidos irracionales, enmascarados de normales.

Por ello, las paranoillas y esquizofrenias masivas ya son jinetes que campean cotidianamente siendo vistos como normales, para después solidificarse en un cuerpo de violencia y terror.

El Guasón porta en su cara los colores de su trastorno, sus grandes labios delatan su risa desmedida, risa que ha dejado de lado la medida estándar socialmente aceptada.

Risa helada que congela el alma, que ha escapado por entremedio de los barrotes de acero de su cerebro. Risa en trásfuga que contagia peligrosamente sólo con verle sus colores prohibidos, en una máscara profana.

Por eso, la hora del duelo había llegado, la locura del zoohomomurciélago, contra la risa despavorida del comodín. El libreto del Guasón no era el mismo del de “Batman, el caballero ascendente”.

Tanto estar esperando la lucha, que irremediablemente el duelo tendría que ser a muerte. Sin embargo, a última hora el Guasón arremetió contra el público que había ido a apoyar y a admirar al superhéroe.

Desgraciadamente las granadas y balas del Guasón salieron a relucir, mientras que Batman egocéntricamente seguía en pantalla grande el orden de su libreto. Despreciando aquella forma de lucha cruenta del Guasón, que al grito de su locura arremetía contras las sombras de las butacas. Ahora, la sangre derramada serviría como cosmético labial, pintura de guerra en máscara humana.

En ese momento, ante tanta locura del Guasón, Batman con sus habilidades de murciélago, mejor optó por escapar escabulléndose y dejar el enfrentamiento para otra ocasión mejor controlada. Seguramente que le pareció que el libreto del Guasón estaba muy loco, muy “salido”.

El avasallamiento cultural e ideológico norteamericano, es lo que ha permitido la instauración del código de la locura moderna. Fue formalizada una vez más, en esta ocasión por el Guasón, “el joker”, “el comodín de la locura”.

Sin lugar a dudas que muchos Guasones siguen escondidos en el rincón obscuro de su cerebro y de su mente, esperando la primera oportunidad de salir y combatir a Batman, a su libre empresa y a su democracia desquiciada.

* Víctor M. Estupiñán Munguía: Pensador por distracción Cósmica, contador de estrellas por insomnio creativo, pintor de sueños por terapia humanista, especialista en transgredir las reglas ortográficas de la Real Academia Española, con neurosis cultural debido a que no puedo crear poemas que lleguen al corazón, víctima de la libertad, democracia y ecocidio del capitalismo bárbaro, pero con licencia de la Madre Naturaleza para cortar flores y olerlas.- 

Miembro de S.I.P.E.A. (Sociedad Internacional de Poetas, Escritores y Artistas)- Sonora- “Por la paz del mundo”           victor-79@live.com.mx

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