REFORMA DE LA LENGUA PARA LA IGUALDAD

8Poemas del Alma
mar

Publicado por altTéxil

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Hoy se celebra el Día Internacional de la Mujer y por eso, y siguiendo con la línea de artículos que vengo escribiendo hasta la fecha, he pensado que sería interesante escribir acerca de una temática que se ha puesto en boca de todos en los últimas semanas. Tiene que ver con la mujer, con la lengua y el sexismo de nuestro idioma.

Es muy cierto que nuestro lenguaje es sexista, sin embargo los cambios que se exigen tienen que ver con un movimiento que aboga poco por la lengua y detrás de la cual se encuentran muchos intereses políticos ensuciados detrás de frases hechas y populismos.

El gramático Bosque habla sobre el español

Ignacio Bosque escribió un artículo hace unos días en El País que se titulaba “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer”, el cual tuvo una gran repercusión en el mundo feminista y sobre todo en el espacio de los estudios de la lengua, siendo suscrito por 32 académicos.

En dicho artículo, Bosque hacía alusión a diversos textos escritos por diferentes intelectuales de alguna de las Universidades de España, donde se intentaba crear consciencia sobre el sexismo arraigado en el lenguaje español y proponían establecer un cambio en determinados usos de esta lengua.

El sociólogo Enrique Gil Calvo, por su parte, se pregunta por qué nos dañan las cuestiones léxicas o gráficas, por qué sentimos esa necesidad de cambiar nuestro idioma. Dice que supone que es debido a que hacemos una cuestión de identidad personal algo que no se trata más de que una herramienta nominal.

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Pequeños cambios podrían ayudar

Una palabra un tanto curiosa en el diccionario es la definición de jefa y jefe. La primera tiene tan sólo dos acepciones que la definen como la cabeza de un cuerpo u oficio, y la mujer del jefe, mientras que el segundo tiene once, las cuales podrían aplicarse también a la definición de jefa; sin embargo, esto no es todo, en ninguna de dichas acepciones aparece el marido de la jefa. Otros términos como monarca, que se recogen con un sentido solamente masculino, están en lista de espera para hacer cambiados a una definición mixta. Seguramente en este punto sí es mucho lo que se puede hacer para igualar las situaciones.

Considero que para mejorar la comunicación entre las personas deberíamos utilizar mejor este lenguaje que poseemos sin exigir cambios en él; de hecho, me parece bastante absurdo que se propagan un cambio tan profundo de la lengua española, cuando pequeñas modificaciones que deberían haberse realizado hace tiempo, aún siguen en la lista de espera. Basta buscar en el diccionario palabras como sargenta, soldada, generala.

El diálogo en torno al sexismo parece una lucha entre hombres contra mujeres, sin embargo, la lengua no sólo es exclusiva con ellas. ¿No podríamos considerar más grave que incluir a las mujeres dentro de un término colectivo que en esencia es masculino, como una niña dentro del conjunto niños, el establecer que una familia debe estar formada por la unión entre un hombre y una mujer? porque si buscan matrimonio en el diccionario de la RAE encontrarán una definición absolutamente sexista, ya no en detrimento de la mujer sino de los homosexuales, hombres y mujeres.

Ciertos términos de nuestro lenguaje se han estancado, es inadmisible que alguna vez la homosexualidad haya sido perseguida, pero más lo es volvernos conscientes de que aún sigue siéndolo, pero ya desde el silencio y la no aceptación de sus libertades en términos y cuestiones sociales.

Por último. En el diccionario los significados se acuñan de acuerdo al orden alfabético, sin embargo al buscar sustantivos que pueden ser tanto masculinos como femeninos, en los resultados primero aparece el término masculino, pese a que la A precede con bastante antelación a la O. Esta es otra de las cuestiones en las que podría mejorarse y no tener que decir “los niños y las niñas” para que estas se sientan incluidas.

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La reforma de la lengua, mucho más que lucha de sexos

Cuando en los primeros años del Siglo XX, el filántropo Andrew Carnegie promovió un movimiento que tenía como objetivo principal la reforma del inglés, simplificando la ortografía, a fin de que se asemejara más a la pronunciación y al uso de las palabras en el diálogo, muchos lingüistas estuvieron en desacuerdo. Entre ellos se encontraba Mark Twain, quien escribió un tratado absolutamente irónico que explicaba de forma indirecta por qué intentar llevar a cabo ese cambio era una decisión absolutamente estúpida e impracticable. En dicho tratado el escritor hizo uso de los cambios propuestos y a medida que se lee el texto el lector llega a caer en una constante confusión.

También el español ha sufrido con anterioridad cambios que a la larga no han tenido la suficiente relevancia, entre ellos se propuso modificar el nombres de determinadas letras, como uve y b, en lugar de be corta y be larga, o ye en lugar de i griega, y se eliminó la erre del alfabeto, pasando a llamarse ere. Pero estos cambios no fueron adaptados del todo. Posiblemente porque a muchas personas no les gusta el manoseo del alfabeto.

Creo que permanecer arraigados a una misma forma de nombrar las cosas pese a los cambios tecnológicos y sociales, no significa ser conservador o tradicionalista, en todo caso, es defender aquello que nos permite ser libres, si dejamos que constantemente nos estén modificando aquello que no es tan necesario para vivir, en el fondo ¿no estamos permitiendo que manipulen nuestra libertad?

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Me quedo con una frase de Javier Marías, dice:

El uso que hacemos de nuestra lengua es sexista porque la mayoría de los seres humanos lo son. Tanto los hombres que desprecian a otros hombres por ser homosexuales, como a las mujeres por ser “el sexo débil”, y las mujeres por sentirse heridas al ser encasilladas en un término colectivo que al ser escrito con “o” entra dentro del género masculino.

Nuestro español es sexista porque nuestras sociedades aún siguen atiborradas de principios nefastos que atentan contra la libertad del otro, y seguirá siéndolo hasta que no maduremos y dejemos de mantener estas luchas sexistas que nos convierten en seres inmaduros y llenos de miedo, incapaces de creer en sí mismos y de estar seguros de que obran con total libertad.

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