COLOSIO EN TUXPAN, VER.

 

Por Nina Salguero

 

Obviamente antes de marzo de aquel fatídico 23 de marzo de 1994, Colosio  veia un  México  hambreado, hambreado de sed y justicia; le dolía en el alma lo que sucedía con los indígenas, sus discursos decían:

"Veo un México de comunidades indígenas, que no pueden esperar más a las exigencias de justicia, de dignidad y de progreso; de comunidades indígenas que tienen la gran fortaleza de su cohesión, de su cultura y que están dispuestos a creer, a participar, a construir nuevos horizontes”

"Veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales.

Nos seguimos preguntando   que hubiera sido México con Colosio, porque sin él seguimos siendo el mismo país, viviendo en medio de las injusticias en todos los niveles.

Colosio quería una patria donde todos y cada uno desempeñáramos el papel de líderes hombres y mujeres que no buscaran el beneficio propio o que a través de dádivas se prestaran a la corrupción,  un país en el cual maduráramos para que a titulo personal decidiéramos nuestro futuro, una libertad en la que cada cual fuera el propio dueño de  su destino.

Colosio, fue un hombre sencillo, parecía que al hablar no pertenecía a ningún instituto político, era un hombre de México y para México y por ello fue sacrificado y lo que se sacrifica en aras de la patria, jamás se olvida, con Colosio la llama votiva del anhelo de justicia;  jamás, morirá.

Un busto o una estatua, no significan nada, un discurso sin estar convencidos que  como expresara otro grande como lo fue JOSE MARTI prócer cubano, MIENTRAS NO SE HAGA ANDAR AL INDIO NO COMENZARÁ A ANDAR BIEN LA AMÉRICA.

Colosio comió empanadas con el Cuate, ahí en la entrada del mercado, no se desinfectó las manos con alcohol a pesar de haber saludado con anterioridad a cientos de personas, lo que contaminaba al hombre no era comer con las manos sucias sino justamente la corrupción con la cual vivimos aún.

El magnicidio que llevamos como vergüenza  y para siempre solo atenuará cuando todos llevemos a cabo lo que él, quería y amaba el cambio de México.

La gente corrió detrás mío, me acerqué a un auto para no caer y caí justamente en el pecho de Colosio, detrás iba Don Pedro Hernández Maldonado, solo atiné a decirle: Felicidades Licenciado, fue una experiencia única, quedé tan cerca de su corazón que puedo decir con certeza que escuché los últimos latidos de su corazón.

 

 

 

 

 

 

 

 

http://www.voltairenet.org/El-asesinato-de-Luis-Colosio

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