VEDA ELECTORAL…16 AL 29 DE MARZO
LA MUERTE NO SOLO ES FÍSICA, SINO TAMBIÉN POLÍTICA
¡¡ CUIDADO CON LOS IDUS DE MARZO !!
Tomado del blog EL GRAN JULIO CESAR
César tenía informaciones sobre la posible conjura para asesinarle, pero no podía demostrar miedo. Un adivino muy famoso en Roma de nombre Espurina, que se cruzó con César en el Foro le había dicho:
“César, guárdate de los idus de marzo”.
Su mujer, Calpurnia, había soñado esa misma noche que César sería asesinado y trató de impedir que ese día César acudiera a la sesión senatorial, convocada para tratar la guerra contra los partos, hacia la que partía César al día siguiente.
En un gesto que denota a partes iguales chulería e imprudencia, despidió a sus lictores, que siempre le acompañaban para su protección personal y se encaminó andando sólo hacia la Curia Pompeyana, el lugar donde se reunía el Senado desde el incendio de la Curia Hostilia a la muerte de Clodio. En el camino se encontró con el adivino Espurina que le había dicho que se guardara de los idus de marzo y le dijo:
- ¡Ya han llegado los idus de marzo y sigo vivo!
- Sí, pero aún no han acabado. – contestó el adivino.
Antes de entrar en la Curia se le acercó un senador y le dio un rollo de pergamino rogándole que lo leyera y en el que figuraban los nombres de todos los conjurados para asesinarle, pero César no tuvo tiempo de leerlo y entró en el Senado con el rollo en la mano.
El plan de los conjurados era sencillo. El Senado estaba convocado en los idus de marzo (15 de marzo del año 44 a.C.) Mientras Trebonio entretenía a Marco Antonio, el lugarteniente más fiel de César y que ostentaba en ese momento el cargo de Cónsul, el senador Cimbro se acercó a César con la excusa de implorarle el perdón para su hermano desterrado, arrojándose de rodillas a sus pies. El resto de los asesinos se acercaron entonces para apoyar dicha petición. Entonces Cimbro agarró la toga de César para inmovilizarle. Esa era la señal. El senador Casca, que estaba situado a su espalda, le asestó la primera puñalada. César se giró al notar el frío acero y le clavó en el brazo el stilo (instrumento de escritura sobre papiro) que tenía en la mano. El resto de asesinos se abalanzaron sobre César asestándole 23 puñaladas. César aún tuvo fuerzas para empujarles, para pronunciar las palabras de incredulidad al ver a Bruto con un puñal en la mano (“¿Tú también hijo mio?) y para taparse el rostro con la toga y evitar que sus asesinos vieran su cara en el momento de morir.
El Gran Julio César, a los 56 años, cayó muerto a los pies de la estatua de Pompeyo Magno que presidía la curia, pues él la había pagado. Una de las ironías del destino. Los asesinos y el resto de senadores salieron corriendo, aterrados por el magnicidio y por las reacciones que se pudieran producir.
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