MIS PROPÓSITOS DE AÑO NUEVO.

 

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Pues resulta, que a mis sanos propósitos de Año Nuevo se los llevó la trampa.

En efecto, yo, que había decidido empezar este 2012 sano, sonriente y beatífico, lo comencé con la maldita tos que no me deja, así como belicoso y pendenciero con una misiva abierta dirigida a Jorge Carrillo Olea.

No se vale.

De pronto, me vi como el fulano aquél del chiste: El que le dice a su mujer, porque era briago y mujeriego como el que más, que iba a ser otro; así duró toda la semana diciéndole a la incauta que él a partir de ahí “era un nuevo hombre”; llegó la primera quincena en fin de semana y el interfecto arribó a su domicilio “hasta las manitas”; o séase con una guarapeta de padre y Señor mío; y a las invectivas de su mujer, que lo hacía regenerado de la cabeza a los pies, respondió: “¡Hic! Lo siento mucho, mi amor, pero al otro también le gusta el trago”.

Así yo. Me había prometido a mí mismo empezar el año optimista, sin peleas, modosito y hacendoso, y ya ven: La primera reflexión del año y ¡zas! Sin mis mejores deseos de Año Nuevo para mis veintitantos lectores, sin mi listado de propósitos de enmienda puesto a punto, sin esa salud a prueba de balas tan anhelada y con una carta abierta camorrista y turbulenta.

No tengan en cuenta mis lectoras y lectores ese lapsus (porque no es otra cosa) y hagan de cuenta que ésta es la primera reflexión del año y, por ende, mi carta de presentación para este 2012 que ya empezó a tambor batiente.

Primero, reciban ustedes desde aquí, desde esta Chihuahua querida, la gélida tierra que me vio nacer, mis mejores deseos para este año que recién se estrena, seguidos de un saludo cálido y afectuoso que los alcance a todas y a todos allá donde estén; muy, muy cálido, por más que los señores del gas no terminen de pasar y a todas las llamadas respondan con un: “Llámenos mañana tempranito”. ¡Méndigos!

En segundo lugar, permítanme compartirles la invitación para leer una columna que está por estrenarse en el “Heraldo de Chihuahua”: “Palabras de Poder”. Tengo en mis manos un libro (bueno, la mera verdad lo tengo a la vista, porque después, ¿cómo escribo?) que se denomina: “Las 101 mejores columnas de ‘Palabras de Poder’ para la fortaleza del alma”;[1] como su título lo indica, la obra contiene una selección hecha por el autor, el maestro Jacinto Faya Viesca, de diversos artículos que ha escrito en el transcurso de unos pocos años en su citada columna que se denomina así precisamente: “Palabras de Poder”.

La lectura de la obra me obligó a escribir estos párrafos, deseoso de empezar el año así: Juicioso, vibrante y feliz, porque la vida que me tocó vivir, gracias a Lola, a Patty, a Adriana, a Luis Abraham, a María, a Adolfo y a la pequeña Luisa, vale la pena de ser vivida con todos y sus tropiezos, porque ninguno de éstos resultó ser más que eso: Un resbalón que me permitió hacer un alto en el camino, respirar hondo y proseguir (a veces sobándome, que conste).

Dicha selección de textos nos recuerda a cada página verdades fundamentales dignas de tener en cuenta las 24 horas del día, todos los días de la vida. Aderezada con citas y reflexiones provenientes de la ínclita pluma de insignes filósofos, literatos, dramaturgos e historiadores, ajena a la religión o a la política, a cada entrega, “Palabras de Poder” nos alienta a la reflexión de multitud de tópicos que tienen que ver con la salud del alma, la paz del espíritu, la sonrisa en los labios, el júbilo en los ojos o el corazón en calma. De todos los títulos, me quedo para siempre con el primero de ellos: “Las palabras tienen poder y magia” porque, al fin de cuentas, sí, las palabras son instrumentos, herramientas, vehículos, que nos empoderan, nos transportan, nos convierten, nos hacen distintos desde adentro; son llaves que abren puertas destinadas a no cerrarse jamás y con ello, nos transforman a nosotros y al mundo que nos rodea. Nada hay más fuerte que la palabra, reflejo del pensamiento -escrita o hablada- porque, ¿qué sería de éste sin aquellas? ¡Un reo condenado a la mudez y a la soledad eternas!

El pensamiento y la palabra son hermanos que van por la vida tomados de la mano. ¿Qué de la idea sin voz? Silencio impenetrable. ¿Qué del lenguaje sin raciocinio? Balbuceo (o discurso de político en campaña, según se vea).

Como sea, este año lo empiezo de la siguiente manera: Haciéndole a usted, querida lectora, gentil lector, una invitación para que lea “Palabras de Poder”, publicada por el periódico El Heraldo de Chihuahua; y por otro lado, para que me siga la huella a través de éstas, mis páginas, y una vez que salga la edición del próximo libro del mismo autor, editado también por el Instituto Estatal Electoral, me pida usted un ejemplar el cual le haré llegar con mucho gusto, de conformidad con el ofrecimiento de su Presidente, el Lic. Fernando Herrera, quien ya me dijo que recién salido del horno, pondrá a disposición de usted y hasta donde la edición y la largueza del autor alcancen, por medio de mi oscura y cada día que pasa menos rechoncha persona (¡Yuhu!), algún ejemplar.

Además, le hago entrega del primer Capítulo prometido de esa novela inédita de mi autoría, a la que ya he hecho mención en ocasión previa; modesto presente que honra la palabra empeñada por el suscrito semanas atrás pero, sobre todo, pretende transmitirle el orgullo y el amor que siento por las raíces de ese México que fuera, a partes iguales, indígena y español.

¡Feliz Año 2012! Que Dios colme sus hogares de bendiciones y les permita realizar todos sus deseos. A todos, menos a Enrique Peña Nieto y a Cruz Pérez Cuéllar, dos caras de la misma moneda: La política en su peor expresión. Ya luego le cuento.

Luis Villegas Montes.


[1] FAYA VIESCA, Jacinto. (2009): “Las 101 mejores columnas de ‘Palabras de Poder’ para la fortaleza del alma”. Instituto Estatal Electoral del Estado de Chihuahua. México.

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