LA REPÚBLICA AMOROSA
Con ese título se propone impulsar un proyecto de reconciliación progresista y transformadora Andrés Manuel López Obrador, quien superó previsible y categóricamente a Marcelo Ebrard, en las encuestas que, para definir al candidato presidencial de la izquierda, se efectuaron recientemente. La actitud madura y democrática de Marcelo, que mucho lo prestigia y revalúa, contrasta con el berrinche y pobreza política de los” chuchos”, quienes afortunadamente son de paja y prescindibles.
Es una genialidad hablar del amor en uno de los países más pobres y violentos del mundo. Casi nadie lo hace, ni siquiera los jerarcas religiosos siempre más preocupados por asuntos mundanos. El amor existe, tiene sus modos y niveles, anda por ahí, sobrevive y se reproduce, pero tiene obstáculos descomunales en la ignorancia, la explotación y la difícil existencia cotidiana. Es un magnifico planteamiento de Obrador, creíble y con sustancia que, además del azoro inicial, va a generar un debate trascendente: pragmatismo o principios, valores o deshumanización, amor u odio.
El discurso de Obrador, que algunos encuentran novedoso en realidad es la parte que nunca destacan los medios de comunicación. Pero él ha sido muy consistente en esos temas toda la vida; es la continuidad de su lenguaje social, humanista y revolucionario. Por lo menos la izquierda latinoamericana ha sido así, generosa y solidaria. A pesar de su crisis la izquierda mexicana conserva y practica muchos de esos rasgos. Hablo de la izquierda verdadera, un poco de las partidarias y mucho más las del movimiento social.
La republica amorosa de la que habla Andrés Manuel, es, ni más ni menos, aquella que se funde en la justicia, la igualdad y el trato de humanos a todos sus integrantes. No se logrará de un golpe, será producto del ineludible gradualismo. Tiene que visualizarse, ser comprendida y aceptarse para caminar en la ruta de su consecución. Asumirla con claridad es definirse ante la perpetuación de la vida falsa y miserable que nos tocó vivir y, mejor aún, ante el riesgo mayor del “gatopardismo”. México es un país en ruinas y sólo puede cambiar a través de reformas profundas que mucho se parecerán a una revolución.
La crisis que nos tocó vivir en lo económico lleva treinta años, en lo político mucho más y, en lo social, ha acumulado tales contradicciones y desfases que cada vez más se asemeja a una olla exprés a punto de estallar. Crisis en todo, de modelo de vida, de expectativas y de todo tipo de autoridad. Sin libertad plena, sin igualdad ante la ley, sin mínimos de subsistencia y bloqueados con maquinarias enajenantes lo más difícil, a veces casi imposible, es asumir y practicar valores. Por eso a la gente correcta y buena cada vez más se le ve como héroe o como loco, según el enfoque y los intereses con que se observe.
Lo que se define en el 2012 es claro y sencillo: más de lo mismo o cambios verdaderos. Se imponen los que tienen o comparten el poder y lo quieren seguir manteniendo para que se conserve el estado de cosas o logramos la hazaña de involucrar a millones de mexicanos en la elección de un gobierno decente, justo y popular.
Nada se ha perdido cuando se tiene esperanza, cuando los sueños pueden ser realidad, cuando depende de nuestra participación electoral organizada. Se requieren millones de voluntarios consientes para ir por un México que, como lo acaba de expresar el admirado Arnoldo Martínez Verdugo, nos cambie la vida. La lucha que sigue es apta para cardiacos pero no para apáticos, debemos poner tiempo, tolerancia y muchas, pero muchas ganas, además de ideas, para ir por este objetivo mayor: hacer el bien, ser felices e instaurar la republica amorosa. Contra esta causa y proyecto nada tiene que hacer la guerra del PAN y la frivolidad del PRI. El amor, como lo saben sobre todo los jóvenes, supera todas las barreras.
Recadito: Veracruz aportará mucho a la republica amorosa.
Xalapa Enríquez Veracruz a 17 de Noviembre2011
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