POR LA VERDAD Y LA CONFIANZA
Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo
Reflexiones dolorosas ante la tragedia
Algunos de nosotros nacimos en regiones veracruzanas que han sido golpeadas por la naturaleza históricamente. En el caso de los ciclones, la zona norte del Estado tiene multitud de pasajes trágicos, algunos contados por los abuelos otros por nuestros padres y en las últimas décadas las que nos han constado.
El Golfo de México, reúne las condiciones para que se acerquen los ciclones pues las aguas del mismo por lo general son cálidas pues se ubica en una zona intertropical. Dicha circulación de esta agua tibia denominada “corriente del Golfo” unida a las masas de aire frío que vienen desde los Estados Unidos, generan en el mejor de los casos, simples nortes y tormentas, en el peor de ellos condiciones para que interactúen las trayectorias de los ciclones provocando las condiciones adversas y los riesgos elevados en las costas de nuestro Estado y la de otros con los colindamos en el Golfo. En Veracruz, quienes hemos estado más acostumbrados a lidiar con estos fenómenos somos los que vivimos o hemos estado en la zona norte y en el caso de inundaciones, también los habitantes de la región Sur.
Nuestros padres y abuelos, nos explicaban con toda seriedad la forma en que ellos se enfrentaban a la furia de la naturaleza. Sólo recordar como ejemplo, el Ciclón “Hilda” del año 1955, que hizo destrucción en toda la cuenca del río Pánuco, que dejó muerte y devastación en toda esa región norte , siendo la razón la misma que ahora, el meteoro impactaba la zona alta de las montañas y las precipitaciones exageradas en la región donde colindan los Estados de San Luis Potosí, Tamaulipas, Hidalgo y Veracruz, que provocaban fuertes bajantes en todos los afluentes que se unían a los principales ríos del norte de Veracruz desembocando con rapidez y finalmente cayendo al mar en las costas de Tecolutla, Tuxpan, Cazones, Tamiahua, Tampico Alto y sur de Tamaulipas . Pero, esto también era común en el Sur de nuestro estado, las corrientes del Rio Papaloapan y del Coatzacoalcos, arrasaban con todo a su paso cuando se decía llover en la zona alta del Estado de Oaxaca. En el año de 1955, por supuesto que no había operativos de protección civil, sino simplemente avisos permanentes en la radio; la gente no veía televisión y su única forma de distracción era a través de ese medio que cumplía adecuadamente su función en caso de emergencia. A través de la radio, se ponía en alerta a la población con los reportes del centro de Huracanes de Miami y todos se empezaban a preparar para la llegada del meteoro o de la emergencia.
Mi abuela y mi padres que vivían en Panuco en aquellos años, nos platicaban a mis hermanas y a mí, cómo desde días antes empezaba la “Marina” a dar los avisos y se preparaban poniendo las trancas en las ventanas, subiendo cosas a los tapancos, se abastecían de comida, lámparas de mano, pilas y sobre todo ropa, cobijas y mecates, etc., para proteger y en caso extremo amarrar a los niños por si la fuerza del aire y el agua superaran la capacidad humana. La casa de la abuela Tella, estaba en la parte alta de pueblo de Pánuco y ante la adversidad servía de refugio pues llegaba la gente de las orillas a pedir techo y alimento. A muchos les daba miedo abrir las puertas, pero la abuela era generosa y dejaba entrar a la gente.
Esas experiencias yo las escuché muchas veces de boca de mi madre y al cabo de los años , ya de casada y con hijos viviendo en Poza Rica me tocó experimentar esas condiciones climatológicas. El “Ciclón Gilberto”, es recordado por los ciudadanos del norte de Veracruz, como uno de los fenómenos más destructivos que se ha tenido conocimiento. En 1988 destruyó casas y subió los niveles de los ríos de manera extraordinaria desbordándose “El Moctezuma” unido a “El Calabozo” en El Higo y que afectó la cuenca del Río Pánuco, desembocando abultadamente al mar en la costa de Tampico. “Gilberto”, atacó seriamente el noreste de la República y fue la primera ocasión que los Neoleoneses se enfrentaron con la furia del Río Santa Catarina. Ya más cercana la fecha, jamás los habitantes del municipio de Misantla, en 1995, podrán olvidar la tromba que causó destrucción y muerte en su municipio y los bajantes afectaron la afluencia del Río Bobos que siempre destruye parte de Martínez de la Torre y San Rafael y que inunda Nautla. Igualmente no podremos olvidar los norveracruzanos la tormenta tropical del año 1999, que unió una depresión en el Golfo y un frente frío y que produjo lluvias intensas permanentes que provocaron el desbordamiento de los ríos Tecolutla, Nautla, Cazones, Vinazco y Pantepec, dejando muerte y desolación a su paso en los municipios de Tecolutla y su costa Esmeralda (donde se abrieron 5 bocanas), Nautla, San Rafael, Poza Rica, parte baja de Papantla, Álamo y Tuxpan. Los ríos subieron entre 6 y 12 metros arriba de su escala normal. La devastación desde Costa Esmeralda, hasta Tamiahua fue inimaginable, pasando por los graves daños en la sierra de Papantla, ixhuatlan de Madero, Chicontepec, etc. Igualmente el susto que no dieron los ciclones del 2005 que nos pasaron muy cerca: “Catrina” que causó en New Orleans más de 75 mil millones de dólares en pérdidas materiales con 1600 víctimas, al igual que “Emily”, “Rita”, “Stan” y “Vilma”. “Vilma”, se consideró como el ciclón más intenso registrado en el atlántico y el décimo ciclón tropical más intenso del mundo superando al “Gilberto”. Solo de acordarnos nos estremecemos.
Igualmente, en 2007 el principal fue el Huracán “Dean” que nos dañó las entrañas de la costa centro-norte del estado; otra vez desde Nautla hasta Tuxpan. Recuperarse de esos daños fue muy difícil para los ciudadanos del norte del estado que sufrieron la pérdida de familiares y de su patrimonio, además de la paralización de la actividad productiva de la región. Experiencias de esta naturaleza son muy difíciles de olvidar.
Pero, qué pasaba mientras tanto en la zona conurbada de Veracruz, Actopan, La antigua y Boca del Río cuando acontecían esos fenómenos en la zona norte, a veces ni se notaban. Quizás estaban acostumbrados a los nortes comunes, a las ráfagas fuertes y lluvias persistentes y una que otra intensa tormenta que inundaba la zona centro del Puerto o provocaba desbordamientos mínimos en La Antigua, pero que no ponía en peligro de ningún modo a su población. Jamás, cuando menos hasta donde se tiene dato en los últimos 50 años, se había vivido en esta región centro-sur, un fenómeno de este nivel e intensidad.
Por eso, lo sucedido el día 18 de septiembre pasado en los municipios de Cotaxtla, Jamapa, Actopan, La antigua, Úrsulo Galván y la conurbación Veracruz-Boca del Río, que rebasó toda magnitud y experiencia de una emergencia prevista, fue una sorpresa trágica para sus habitantes. La gente nunca se pudo imaginar que después del ciclón, “no viene la calma”, porque sucede lo que para los norveracruzanos tenemos muy claro: los efectos del llamado “golpe de agua”, que se provoca al unirse en el mar la fuerza de la bajante de los ríos que vienen de las regiones montañosas, que se encuentran de frente con la pared de agua y que hace que ésta se regrese con gran celeridad e inunde todo a su lado. Esto es justamente lo que nunca se pudieron imaginar nuestros paisanos de la región centro-sur, en esta ocasión.
Los llamados de protección civil, del 18 durante toda la noche y madrugada del día 19, que con insistencia anunciaban que al pasar el ciclón todos los habitantes de esos municipios tenían que estar alertas a la bajante de los ríos y evacuar si fuera necesario, no fueron tomados con mucha consciencia; pero, era de suponerse que el efecto iba a ser devastador porque lo que entró a la montaña no había sido una simple tormenta, sino un ciclón categoría 3.
Exceso de confianza, inexperiencia, no lo sabemos, pero la realidad es que hoy a todos nos entristece lo que está sucediendo con nuestros paisanos y estamos solidarios con ellos. En adelante debe implementarse una “Red de Protección Ciudadana”, que una esfuerzos desde el norte, centro y sur, que opere junto con el Gobierno del Estado y Federal para estar siempre alertas y solidarios al llamado, cuando la naturaleza nos castigue.
Es muy triste, cuando hemos vivido inundaciones en nuestros hogares, o cuando pasada la tormenta se ven familias enteras que lamentan las pérdidas a la orilla de las banquetas y carreteras o al pie de lo que fue su vivienda; es de enjugarse las lagrimas el ver cómo la gente llora a sus familiares fallecidos y que pierde pertenencias muy queridas. Es de tragar gordo porque a veces quieres hacer más y te tienes que limitar a lo que humanamente puedes aportar. Pero igualmente es muy edificante y admirable ver a tanta gente buena ayudando, abasteciendo los centros de acopio, prestando vehículos, lanchas o casas para resguardar a los necesitados. Y esto, es lo que hace no perder la fe.
Es cierto, quizás todas estas experiencias nos lleven a reflexionar sobre nuestra forma de reaccionar ante la furia de la naturaleza, respondiendo con celeridad ante las advertencias de las autoridades y siendo cuidadosos para que las políticas de protección al ambiente y a la ciudadanía se implementen y cumplan por todos con eficiencia y seriedad , se draguen ríos, se limpien arroyos, se cambien hábitos para no seguir contaminando drenajes, ríos y mares , siendo conscientes siempre de que la naturaleza es impredecible y que es necesario ahora más que nunca, estar permanentemente abiertos a la ayuda hacia nuestros semejantes.
Hoy tenemos los veracruzanos mucho dolor en el corazón, porque nuevas familias están sufriendo. Pero, limpiemos lágrimas y saquemos valor, porque estamos juntos, con la cara en alto y con la fe puesta en el futuro.
Hasta la próxima.
Referencia obligada a leer:
Gómez, Mario (2006) “Trayectorias históricas de los ciclones tropicales que impactaron el Estado de Veracruz de 1930 al 2005 “, Revista electrónica de Geografía y ciencias sociales, Universidad de Barcelona, http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-218-15.htm.
El Dr. Mario Gómez Ramírez, es catedrático de la Universidad Veracruzana en la Licenciatura en Geografía.
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