EL FUTBOL, EL TEATRO, LA VIDA Y EL MEDIO TIEMPO
1.- El Medio tiempo es un instante mágico que, si así lo decidimos, nos brinda la oportunidad de transformarnos o, por lo menos, de intentarlo.
2.- Haciendo un balance, luego del desastre previsible del pasado domingo, hace casi dos semanas escribí que la segunda etapa arrancaría con un Francia Corea, un Inglaterra Serbia, un Alemania USA y un Argentina México. ¿Quién podía imaginar que el Campeón y el Subcampeón del mundo no iban a llegar a la 2ª ronda? Nadie que no fuera taumaturgo. ¿Quién que los gringos estarían como líderes de su grupo por encima de la Gran Bretaña? Nadie, tampoco. México pasó en 2º. lugar, Argentina, Alemania, España, Holanda, Brasil en primero; los ingleses y sus hijitos putativos -para no decirlo al revés- pasaron ídem, o sea: Al revés, pero pasaron los dos; igual que Corea del Sur, Japón y Chile; de los 16, atiné con 10; no está mal, digo yo. Lo que está mal, o sabe mal, es esa derrota anunciada frente a Argentina. Ni modo. A esperar otros cuatro años para darle a la matraca, traca, traca, de las ilusiones futboleras.
3.- Sin embargo, este Mundial estuvo lleno de segundos tiempos extraordinarios; detallarlos todos me parece excesivo y quizá el espacio resultara insuficiente; baste con recordarles a mis lectoras y lectores el primer partido del Mundial que nos dejó un México empatado a uno de puritito milagro con unos sudafricanos que en su segundo aire se crecieron de modo inaudito. Yo pienso que toda la buena suerte del torneo no la gastamos en ese encuentro durante esa segunda etapa. Los anfitriones lo intentaron en serio y el gol no más no llegó. Igual a los mexicanos, que este domingo salieron a un segundo tiempo extraordinario, infatigables y bien plantados, que les valió apenas un gol insuficiente.
4.- Con esos antecedentes me fui al teatro. Me fui a ver Timbiriche: El Musical. Aquello fue un tormento la primera mitad. Claro que hay que decirlo todo: La coreografía magnífica, el escenario espléndido, el vestuario espectacular, los músicos excelentes y los cantantes bien, muy bien; sin embargo, el ritmo, el guión y los arreglos musicales no me gustaron ni pizca. Ahí estaba yo, bostezando a más no poder y cuidándome de mis vecinos de butaca: No fueran a pensar que los ríos de lágrimas eran producto de una emoción mal contenida y, oiga usted, ¡qué vergüenza! Porque el asunto no daba para desaforados desahogos sentimentales.
5.- ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! Pero llegó la segunda mitad. En el intermedio estuve a un tris de irme, pero como francamente no tenía nada mejor qué hacer, ahí me quedé y ¿sabe qué? Valió la pena. No voy a decir que es el mejor musical que he visto, para nada, pero salí satisfecho, contento casi. Una explosión de luz, de música, de buenas voces, y… si puede vaya a verla, como mínimo pasará un rato muy agradable, por no hablar del Taco de Ojo que se pueden dar damas y caballeros. Más éstos, admitámoslo. Véala y luego me cuenta.
6.- En esos momentos se me ocurrió el título de estos párrafos y empecé a escribir mentalmente estas líneas. Primero, no es que esté viejo -además con mi nuevo look me tumbé un montón de años de encima, según me dicen- es sólo que hay música que me gusta y música que no. Abba, Yuri, Rocío Banquells, Daniela Romo, Amanda Miguel, tenían algo que decir -hoy me doy cuenta- y lo decían; las letras iban a juego con la melodía y construían un todo memorable, compendio de toda una época; no es sólo la nostalgia la que tiñe las horas recordando los tiempos idos; es otra cosa. Sin alardes -no es cosa de andar presumiendo de ello pues no rebaso el uno setenta- crecí con esa música, así de simple, y no sé si era mejor o peor que otras pero fue ésa la que marcó distintas etapas en mi vida y ahí queda. Timbiriche nunca me gustó y ahora tampoco. Comprendí pues, que el gozo de escuchar viejas canciones, no era producto de una nostalgia gratuita, sino de una recordación rica en vivencias, en experiencias dulces y amargas, sólo eso.
7.- Empero, no fue esa certeza la que dictó esta reflexión.
8.- Ocurre que estoy por cumplir 44 años el próximo cinco de julio y no estaré en casa para celebrarlo; ocurre que esos 44 pudieran ser justamente la mitad de mi vida o estén un poco (o un mucho) más allá de esa mitad; pero eso es verdaderamente irrelevante; no importa cuándo ni cómo se vaya uno de aquí, lo importante es la certeza de haber vivido a plenitud, del mejor modo posible, cada segundo de existencia.
9.- La vida no puede vivirse como guía de trenes, como un asunto de arribos o partidas; o a semejanza de un partido de fut: de cuánto tiempo llevamos ni mucho menos de cuántos minutos nos faltan; la vida es más un asunto de estar aquí y ahora. La vida es para vivirse, sabedores de que nos regala un montón de segundas oportunidades; casi cada día, cada hora, cada minuto, nos brinda la oportunidad de rectificar nuestros yerros, si fuera el caso; de decir: “Te quiero”, “me gustas”, “te necesito”, “quédate”, “lo siento”, si no lo hemos hecho todavía; de hacer esa llamada de teléfono impostergable al amigo, a la hermana, al hermano, a la mamá o al papá; de perdonar (yo batallo); de dejar de sentir miedo; de luchar por lo que se ama, por lo que se cree, por lo debido, por lo correcto, por lo justo; de empezar a aprender algo nuevo; de salir a la calle y comerse el Mundo.
10.- Un hombre, más sabio que inteligente (y también lo era), escribió: “Al sepulcro querría llevarme los momentos contados en que viví la vida con arrojo. El resto, compañero, no consuela”. Y abundaba:
“Si pudiera vivir nuevamente mi vida
En la próxima, trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido de hecho.
Tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos...
Iría a más lugares a donde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió
sensata y prolíficamente cada minuto de su vida,
claro que tuve momentos de alegría...
Pero si pudiera volver atrás, trataría de
tener solamente buenos momentos,
no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iba
a ninguna parte sin termómetro, una
bolsa de agua caliente, un paraguas
y un paracaídas, si pudiera volver a vivir,
viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría
a andar descalzo a principios de la primavera
y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesitas,
contemplaría más atardeceres y jugaría
con más niños...
Si tuviera otra vida por delante...
Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo”.
11.- Borges es maravilloso y ¿sabe qué? Yo le creo.
12.- No sé cómo juegue la segunda mitad; pero quisiera creer que va a ser fantástico.
Luis Villegas Montes.
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