CON MOTIVO DEL DIA DE LA MARINA

La Náutica en Isla del Carmen

Por Eduardo García Guerrero

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Iglesia de Nuestra Señora del Carmen

-Patrona de los marinos-

*Haciendo brecha

Desde hace cerca de dos meses recibimos la invitación del presidente del Colegio de Marinos de Campeche, el Capitán Carlos Merino García de Alba, para presentar el libro “Mascarón de Proa” en Isla del Carmen, dentro del marco de los festejos que, para conmemorar el día de la marina, se llevarían a cabo en la isla. El convite era extensivo a todos los marinos mercantes interesados en participar en dichos festejos.

         El motivo principal de organizar este evento en particular, era incrementar la participación de marinos mercantes en el programa general de las fiestas, dándole al mismo tiempo un carácter cultural a dicha participación. El mensaje era que no nada más sabemos organizar pachangas y pleitos, sino que también somos capaces de contribuir, con nuestro granito de arena, a mejorar el nivel cultural de nuestras comunidades.

          Comenté todo esto con el Presidente del Patronato de la Escuela Náutica de Mazatlán, el Ing. Carlos Rodríguez Naya, y estuvo de acuerdo en que participásemos en este evento.  La razón de solicitar este consentimiento es que el Patronato es el guardián oficial de todos los ejemplares que se han impreso de “La bella Lola” y de “Mascarón de proa”,  así como de una parte de los que se imprimieron de “Escuela Náutica de Mazatlán, una lucha contra el viento” (La propia Escuela es dueña del porcentaje restante)

          Y aquí, aprovechando la oportunidad, quisiera hacer una aclaración que me han pedido en varias ocasiones y explicarles con detalle las cuestiones monetarias y de costos acerca de los libros.

         El costo principal para “Producir” un libro es la gran cantidad de tiempo que le invierte el autor al escribirlo. El siguiente costo en importancia es la propia impresión y posterior encuadernación de los ejemplares -El aspecto netamente físico de todo el trabajo-, pero existen también otros costos, como son la edición, el diseño gráfico y la creación de arte del borrador que, una vez concluido, se entregará a la imprenta.

         En el caso de “La bella Lola” y de “Mascarón de Proa” el ciento por ciento de los costos fueron absorbidos por mí y, al final, le entregué al Patronato los volúmenes ya listos para su venta.

De aquí, yo no recupero un centavo.

         El total del dinero recaudado por la venta de estos libros va a parar a la cuenta del Patronato y es utilizado para becar alumnos.

          Ésa es la manera en que decidí mostrarle al mundo mi agradecimiento por haber egresado de esa bendita escuela, que me lo ha dado todo, y de la que siempre me sentiré orgulloso.

            El caso de “Escuela Náutica de Mazatlán, una lucha contra el viento”  es diferente pues aquí, FIDENA pagó la impresión y el diseño gráfico del trabajo. Entre el Capitán Mario Velázquez Salazar y yo, hicimos la investigación, y después, yo me encargué de la escritura de los textos y la edición del libro. Es por eso que una parte de los libros quedaron en manos de la Escuela y otra en las del Patronato. En estos momentos estoy esperando que llegue del Instituto Nacional del Derecho de Autor, el registro de la obra para, posteriormente, ceder estos derechos al Patronato, quien los manejará para futuras reimpresiones.

         Habiendo aclarado esto, pasemos a ocuparnos de la presentación del libro en Isla del Carmen, evento que nos dejó un cúmulo de satisfacciones y experiencias.

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           La llegada al aeropuerto de Isla del Carmen                              El personaje que nos recibió en el hotel.

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¿Irá a salir el evento en BUENAMAR?

*Isla del Carmen

         El viernes 28 de mayo volé de Mexicali y me encontré en el Aeropuerto de Ciudad de México, con la delegación mazatleca, integrada por Carlos Rodríguez Naya, Adrián Osuna Salazar, y Jaime González. Grande fue mi sorpresa de ver también ahí a Carlos Merino, quien estaba en México por asuntos de negocios y planeó su vuelo de regreso a Isla del Carmen,  para coincidir con nosotros.  Desde ahí empezaron a suceder puras cosas buenas.

         Nada más para abrir boca, a nuestra llegada al hotel sede, nos estaba esperando un personaje que últimamente se ha vuelto imprescindible en las celebraciones donde el nombre de la Escuela Náutica de Mazatlán está implicado; Martín García Sotelo, alias “El Embajador” (Aunque sus amigos lo llaman de otra forma más soez)

          El primer evento programado ese día era una comida en un famoso restaurante carmelita, donde fuimos atendidos con esmero por su propietario. Después de una reparadora comida de mariscos nos dirigimos al malecón, donde ya el Patronato de festejos del día de la marina, que este año fue presidido por el Capitán de Puerto Sergio Arturo Jaramillo Guel, tenía preparado el escenario donde se llevaría a cabo la presentación del libro.

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Con el Doctor Daniel Cantarell Alejandro

            Hasta el momento de llegar al evento, tuve oportunidad de conocer a la persona encargada de presentar el libro, el Doctor Daniel Cantarell Alejandro. Tengo que confesar que iba yo algo nervioso, pues el doctor es un personaje famoso en la Isla, ya que es autor de una veintena de libros, además de ser el cronista oficial de la ciudad y un galeno respetado en el medio. Por si esto fuera poco, también es el director de Educación, Deporte y Cultura del Ayuntamiento, ¿Pues a qué horas dormirá el doctor?

           Afortunadamente, a pesar de sus importantes cargos y su vasta experiencia como escritor, Daniel es una persona muy agradable y sencilla, campechano pues, de tal manera que al momento nos caímos bien y empezamos a platicar como si nos conociéramos de toda la vida. Me dijo que había leído dos veces el libro y que le había gustado mucho, por lo que no debía yo tener miedo de una mala crítica de su parte.

            Y así fue en efecto. Después de un magnífico discurso de bienvenida de parte de Carlos Merino quien, en su calidad de presidente del Colegio de Marinos de Campeche, era el anfitrión, le tocó el turno al presentador.

         El doctor demostró sin lugar a dudas que había hecho una sesuda autopsia del tema y que encontró entre los tejidos, los órganos secundarios y la piel que adornaba la historia, el verdadero corazón de la trama.  Le recomendó al público no descuidar el hilo conductor de los cuentos pues, a pesar de que parecen ser tres historias diferentes, todas están ligadas entre sí, en una especie de contrapunto literario que termina envolviendo al lector con su ritmo marinero.

        La intervención del presentador terminaba. El momento tan temido por mí llegó. Me tocaba decir unas palabras. Empecé a sudar frío. Nunca me ha gustado mucho hablar en público (Creo que ni en privado). Por eso me gusta escribir.

         La tarde era bellísima, soplaba un vientecito fresco y el mar se iluminaba con los barcos fondeados frente al malecón. La concurrencia era tan agradable y el ambiente tan fascinante que cuando me tocó el turno de decir unas palabras, lo único que atiné a hacer, con mi torpeza verbal,  fue declararles mi amor a la isla y a la vida, por dejarme vivir ese momento inolvidable.  Tuve el honor de contestar algunas preguntas, todas inteligentes, acerca de la creación del libro, hasta que la misericordia en boca de Carlos Merino declaró cerrado el evento y agradeció al público su presencia. Yo le agradecí más a él su intervención y mi salvamento.

         Todavía nos esperaba una sorpresa más, pues el Patronato de festejos nos entregó, de manos del Capitán Jaramillo Guel, un reconocimiento por la presentación del libro.

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          Recibiendo el reconocimiento                                       Dr. Daniel Cantarell y Carlos  R. Naya

          Una vez que terminó la presentación, tuvimos oportunidad de convivir con el público y autoridades asistentes, mientras degustábamos ricos canapés y bebidas refrescantes.  Me tocó platicar con el profesor Humberto Muñoz Lara, decano de los periodistas de Isla del Carmen, quien me impresionó con sus conocimientos sobre la región y su historia. El profesor, quien es una persona de edad avanzada, tiene una vitalidad que ya la quisiéramos muchos, que somos más jóvenes que él. También tuve oportunidad de platicar con varios miembros de ese selecto club carmelita conocido como “La brecha”, dedicado a promover la cultura y las bellas artes en la isla. Cuando le pregunté a Carlos Merino, uno de los integrantes de esta agrupación, porqué se llamaban así, me contestó que ese nombre lo tomaron hace 65 años, cuando se formó el club, en honor a los esforzados carmelitas que antaño, tenían que abrir brechas a machetazo limpio entre la selva, para poder colectar el Palo de Tinte y el Chicle, que después concentraban en Isla del Carmen para ser exportado a todo el mundo. La diferencia entre aquellos esforzados brecheros y los actuales, es que éstos abren brecha con su intelecto.

          Nos retiramos de ahí satisfechos.

         La delegación mazatleca demandaba bebidas más fuertes que los refrescos, así que partimos en busca de un bar dónde saciar nuestra sed  y nuestras ansias de convivir con los amigos.

          El día siguiente fue igual de ajetreado que el anterior. Después de desayunar en el hotel, Carlos Rodríguez Naya y Martín García Sotelo, decidieron quedarse a descansar, mientras que Adrián Osuna, Jaime González y yo, escogimos dar una turisteada por la Isla, antes de la comida que estaba programada en casa de Carlos Merino.

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          En la playa con Jaime y Adrián       Frente al Kiosco con Adrián

          Después de dar una vuelta a ojo de pájaro por la ciudad, nos regresamos al hotel, justo a tiempo para darnos una refrescada y abordar la van del Capitán Merino, pilotada por él mismo con rumbo a su casa, una bella residencia tipo mediterráneo, donde fuimos atendidos a cuerpo de rey por él y su señora esposa, quien había preparado unos guisos a base de marisco con los que nos chupamos los dedos. De verdad que a todos nos sorprendió el sabor tan diferente de estos platillos. Abrimos boca con un coctel de camarones como no lo habíamos probado nunca, pues era sobre una cama de Kiwi y entre sus ingredientes llevaba aguacate, mango y rábano finamente rebanado. Nos seguimos con unos camarones en una salsa estilo chilpachole, cuyos ingredientes no nos fueron revelados, so pena de tener que matarnos si nos enterábamos del secreto. El colofón fue una deliciosa gelatina de café que me supo como el famosísimo “Lechero” de “La Parroquia”, aunque en forma sólida (más bien gelatinosa). Por supuesto que todo esto debidamente rociado como los cánones mandan; con heladas cervezas  y unos rones que no le pedían nada al mejor coñac francés.

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   El coctel maravilloso                     (Los camarones –Ni la foto nos dejaron sacar-)                          La gelatina de café

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     ¿Cuál tristeza pues?                                                Cocoy con su hijo Pablo, piloto de puerto del Carmen

          ¿Ya que más podíamos pedir?  Pero aún nos esperaba lo mejor; la deliciosa charla, salpicada de bromas y remembranzas y condimentada con una selección de melodías de exquisito gusto. Pero ya estoy pareciendo cronista de sociales comentando sobre una reunión de señoras en el “Shrimp Bucket”. La verdad es que nos la pasamos a toda ma...quina, riéndonos de las vaquetonadas y las bromas que hemos reunido en tantos años de andanzas compartidas. Decidimos que, a falta de una justa deportiva que pusiera el toque adicional al encuentro, debíamos institucionalizar una competencia etílica entre maquinistas y cubierteros. De ahí en adelante llevaríamos la cuenta de quiénes aguantaban más tomando. Se nombró a Jaime González, como juez de la justa y, a partir de entonces, nos esmeramos todos en cumplir con los requisitos para alcanzar el codiciado galardón. Las incidencias de este concurso serán narradas, en crónica aparte, por Carlos Rodríguez Naya, quien es una persona ampliamente facultada en esta disciplina.

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     El señor juez aleccionando a uno de los contendientes                            Los cubierteros haciendo gárgaras

           A modo de no perturbar más la casa de nuestro amigo y anfitrión, y debido a las exigencias de la justa etílica en la que estábamos inmersos, y que no podía ser suspendida hasta que se declarase un equipo ganador, decidimos trasladarnos al bar del hotel donde estábamos hospedados. La idea era apegarnos a la estricta normatividad que rige en esta clase de concursos. Ahí tuvimos ocasión de escuchar dos que tres sentidas melodías cantadas con maestría por el capitán Merino, probablemente con ánimo de desconcentrar al equipo maquinista y de ese modo sus compañeros cubierteros aprovecharan la oportunidad para sobrepasarnos. Posteriormente les haremos llegar los resultados de este concurso, firmados por el señor juez ante notario público.

Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen. Integrante del equipo cubiertero  tratando de confundir al enemigo                                       El señor juez llevando el marcador

          El siguiente día era domingo, el último día que pasaríamos en la Isla, así que decidimos reunirnos con la comunidad mazatleca que reside en Ciudad del Carmen para compartir con ellos el pan y la sal. Ni tardo ni perezoso, Martín García empezó a hacer un uso extensivo de su celular y con esa enorme capacidad de convocatoria que lo distingue logró reunir a un buen grupo de marinos. La cita era en el Restaurante “La Red”, el feudo de “El Guayo”, un auténtico carmelita quien, además de ser un exitoso restaurantero, es también hijo de un marino mercante, así que se podía decir que estábamos en casa.

 

          El lugar es una monumental palapa muy bien trabajada, con una agradable playa que se distingue por su pulcritud. Pero lo más impresionante del sitio es la vista excepcional que tiene hacia la Laguna de Términos y el puente de “El Zacatal”.  El menú tiene algunas joyas culinarias como son; el pargo a la sal, el caracol blanco y una sopa de mariscos que podría levantar a un muerto de su tumba. De hecho, la famosa sopita hizo el milagro con varios cubierteros, que resucitaron del lastimoso estado en que llegaron, a causa de ponerse con Sansón a las patadas, dicho esto sin ánimo de inclinar balanzas o manipulación de arbitrajes pendientes.

         La comida fue un éxito pues logró reunir a una buena cantidad de compañeros a los que teníamos tiempo sin ver. En lo particular, me dio un gran gusto encontrarme con mi ahijado Víctor Adán Hernández Osuna, a quien no veía desde hacía varios años. Fue muy satisfactorio observar en primera fila que, aquel niño que hace tiempo jugaba con mis hijos, ahora está convertido en todo un hombre, en un padre de familia y en un profesionista exitoso. ¡Qué orgullosos deben estar sus padres también!

          Otro encuentro que me llenó de satisfacción fue con Alfredo Gómez Rangel. Este muchacho fue uno de mis mejores alumnos en la Escuela Náutica y me dio gusto ver que, así como yo lo recordaba de serio, responsable y educado, así es como sigue siendo en la actualidad. Sus jefes deben pensar lo mismo que yo pues me contó que, actualmente, tiene un puesto en el departamento encargado de la red de ductos que entrelazan las plataformas marinas de Pemex, empleo que conlleva una gran responsabilidad.

         Ahora comprendo por qué a Carlos Rodríguez Naya le gusta tanto reunirse con los que fuimos sus alumnos. Es muy gratificante ver que pudiste contribuir, con poco o con mucho, a formar personas que aman su profesión.

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    Con mi ahijado Víctor Hernández                                                                   El famoso “Guayo” el dueño de “La Red”

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     La foto de grupo con todos los asistentes        Una magnífica sorpresa del Prof. Humberto Muñoz

         Esa tarde estuvieron en la comida, entre otros: Carlos Merino, José Luis Burgueño, Ramón León Osuna,  Cutberto Arias López, Efrén Arias (hijo de Cutberto), Salvador Solórzano Escobedo, Nacho Verdugo Sandoval, Alfredo Gómez Rangel, Víctor Hernández Osuna, Iván Galaviz, Mario de la Peña, Cuauhtémoc Rivas, Pablo Osuna, Adrián Osuna, Carlos Rodríguez Naya, Jaime González, Martín García. Si se me pasó alguno por favor discúlpenme.

          Como si fuera poco el gusto de ver a nuestros compañeros, esa tarde recibimos la visita del profesor Humberto Muñoz Lara, quien me obsequió  una colección de libros de historia de Isla del Carmen, lo que constituyó  una agradable sorpresa de parte de este fino personaje carmelita.

         Este evento, como los anteriores en Ensenada y Guaymas, fue un éxito que no se puede medir en resultados económicos o de alguna otra forma tangible. El  gran logro de la reunión fue tener estas bonitas convivencias entre marinos mercantes, y hacer que nuestros compañeros se identifiquen y se ubiquen entre ellos. Habrá personas que critiquen estos eventos y piensen que nada se logra con ellos, que de todas maneras la marina mercante seguirá siendo ninguneada por las autoridades. Afortunadamente habemos muchos que pensamos que la única manera de enfrentar las adversidades es con la unión, y eso es precisamente lo que tratamos de fomentar con estos eventos. En la medida en que nos conozcamos más, nos comuniquemos más y nos unamos más, tendremos la fuerza necesaria para cambiar nuestro destino y hacer frente a lo que se nos oponga. Y ya no le sigo, porque siento que se me está poniendo la sangre como de chango.

          No resta sino agradecer al Colegio de Marinos de Campeche y a su presidente el Capitán Carlos Merino, por todas las finas atenciones de que fuimos objeto. El recuerdo de estos días permanecerá indeleble en nuestro recuerdo.

         ¡Hasta la vista compañeros!

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