Tenemos miedo…

… de acercarnos a donde nuestros compañeros murieron”

Daniel Blancas y David Casas en Monterrey | Nacional

Jueves 25 de Marzo 2010

La Crónica |

Familiares y amigos despiden a Jorge Antonio Mercado, uno de los dos estudiantes que murieron el pasado viernes.Foto: EFE

Con cautela, los universitarios se acercan a los altares para depositar flores o poemas… Ya no es la ciudad del sosiego, ni del estruendo norteño. Ya no es el Tecnológico de la placidez y la camaradería.
Todo cambió desde aquella madrugada de viernes, cuando en un enfrentamiento entre elementos del Ejército y sicarios dos estudiantes murieron: Javier Francisco Arredondo y Jorge Antonio Mercado.
En su memoria, la comunidad estudiantil del Tec ha levantado dos altares tristes: uno sobre la avenida Garza Sada y otro en la esquina con Luis Elizondo, donde se registró la escaramuza.
Pero las rosas y claveles se lanzan desde la avenida, los globos con dedicatorias se amarran aprisa y así, casi de manera clandestina, se encienden las veladoras, se depositan los cristos y los rosarios.
“Tenemos miedo hasta de acercarnos a donde nuestros compañeros murieron, ¿qué tal si nos vigilan?, ¿qué tal si también nos disparan?”, dice José Luis, estudiante de la institución.
“El temor no es sólo por dejar flores o recuerdos, lo sentimos cuando vamos camino a la escuela, sabemos que ya ni en las aulas estamos seguros”, expresa Dulce, otra alumna.
La calma se ha esfumado, pese a que grupos de militares encapuchados y armados con fusiles de alto poder, de agentes federales y de policías locales custodian las instalaciones escolares, en especial sobre la calle de Elizondo, donde se han arremolinado patrullas, motocicletas y vehículos del Ejército.
Allí, en la esquina del terror, vuelan como aviones de papel los mensajes de hartazgo: “Ya basta… Ni un muerto más en Monterrey… Justicia… ¿Hasta dónde llegaremos...? ¿Cuántos estudiantes más habrán de caer?”.
Los protocolos aquí han cambiado: ahora, en cada puerta, elementos de seguridad exigen credenciales y se han colocado avisos en los cuales se advierte que alumnos, empleados, medios, proveedores, contratistas y demás visitantes no podrán ingresar al campo sin identificaciones oficiales.
“Los guardias no están preparados para garantizar la seguridad; se pensó que la violencia no nos llegaría y ahora que la hemos padecido el campus huele a tristeza”, dice Manuel Francisco de la Garza, maestro de idiomas.
Se suspendió también la vida nocturna: el Tec anunció que a partir de ya las instalaciones se cerraran de 12 de la noche a seis de la mañana, contrario al servicio de antaño de 24 horas sin interrupción.
“In memoriam de Jorge y Javier”, se lee en la pantalla gigante del Tecnológico. Y, en el acceso principal, se ha instalado una mesa con moños negros, dispuestos para quienes desean sumarse al luto.
Y los amigos lloran y se esconden. Israel Aguilar, amigo de Jorge, verifica que nadie lo aceche. Corre hacia donde falleció el camarada y cuelga de la reja un globo azul, con un mensaje para el que se fue: “Siempre serás mi mejor amigo, te querré el resto de mi vida. Me debes un abrazo…”.

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