sistema chatarrero

 

En los últimos años se ha vuelto muy visible y polémico el tema de la obesidad de los mexicanos: programas informativos tanto a nivel federal como estatal, reportajes televisivos y mediáticos en general, llamadas de alerta de organismos internacionales, tímidas acciones en las escuelas y un incremento en la centralidad de este tema en la agenda pública. Todavía sin mucho rigor se nos atribuyen primeros lugares mundiales en este fenómeno, sobretodo a nivel infantil. Una simple observación nos permite ver que este fenómeno está relacionado con el tipo de televisoras existentes en México, con la impunidad con que trabaja la industria alimentaria y con la importación de hábitos de la comida rápida, de matriz Estadounidense.

Nuestra sociedad de consumo se ha ido volviendo “chatarrera”, con los efectos ya señalados; a esos hábitos negativos hay que agregar el incremento del alcoholismo, la frivolidad y conductas sociales determinadas que promueven los medios para llegar a un modo de vida dominante desde donde se rechazan los valores principales y prácticas sanas de existencia.

La comida chatarra, con las consecuencias en obesidad y enfermedades, tiene que ver con el sistema económico y político que rige en México. Hablamos de una industria poderosa en lo económico y con una fuerte incidencia en el gobierno del país. Esa industria nos vende en exceso grasas, azucares, colorantes y sales sin importarle los efectos nocivos en la salud de los mexicanos, especialmente de los niños. Para evitar la regulación oficial o tenerla a modo lo que hace es financiar campañas políticas y desplegar cabilderos en el congreso y el ejecutivo; incluso, en muchos casos coloca directamente a sus representantes en esos puestos. Es una industria que sacrifica la calidad y envenena, poco a poco, a sus consumidores en aras de obtener la máxima ganancia. La falta de un estado de derecho pleno en nuestro país le permite hacer muchas de las cosas que en cualquier otro país le tendrían prohibido.

El tema de la obesidad tiene varios enfoques pero es en el político donde uno debe detenerse a observar que estamos ante un verdadero sistema económico y político, así como un modo de vida. En ese fenómeno se retratan todos los vicios del sistema, la debilidad y ambición del gobierno, así como la precariedad y conformismo de nuestra sociedad. En cualquier país democrático no solo se suspenderían programas televisivos como el de “Chabelo”, sino que seguramente estaría en la cárcel por fomentar el consumismo chatarra entre los niños.

Mención aparte merece la empresa que produce, entre otros, el refresco Coca Cola. Se trata de una trasnacional cuyo poderío la llevó a contar entre sus filas con un presidente de la república en la persona de Vicente Fox, el del sexenio perdido; además, está presente en todos los ámbitos de la sociedad, sobresalientemente en los escolares y deportivos. Es una desgracia que hayan logrado habituar a los mexicanos a consumir sus productos, que están llenos de calorías y que, a la larga, resultan nocivos. El poderío económico de esa trasnacional le permite tratar de tú o de subordinados al ejecutivo federal y a los legisladores, tal y como se ha demostrado en cada ocasión en que se quiere legislar al respecto o colocarles un impuesto especial; después de comprar conciencias políticas han llegado a la desfachatez de afirmar que la Coca Cola ya es parte de la dieta cotidiana del mexicano y que, por lo tanto, debe estar en la canasta básica. A diferencia de nuestro país, con autoridades dóciles y corruptas, en los Estados Unidos este refresco está prohibido en las escuelas secundarias.

No bastan los exhortos oficiales para disminuir el consumo de la comida chatarra, se tiene que ser enérgico y consecuente, por lo tanto debe prohibirse la venta de ese tipo de productos en las escuelas, debe obligarse a la industria alimentaria a elevar sustancialmente sus niveles de calidad y tienen que sacarse de la publicidad deportiva tanto los refrescos como las bebidas alcohólicas. Por algo se empieza: salvemos a nuestros niños de un futuro de gordura y enfermedad.

Es que ese es el corazón del sistema de hoy, la tele-basura combinada con los productos chatarra, estrellitas del silicón y políticos “patito” y de opereta, como el del copetín que se fabrica una imagen como presidenciable. La lucha democrática de hoy se enfrenta a un sistema chatarrero: industria chatarra, televisión chatarra y gobernantes chatarra.

Recadito: Si no puede con las invasiones de terrenos que renuncie el procurador Mikel.

Xalapa-Equez., Ver., a 05 de febrero de 2010

Uriel Flores Aguayo

www.urielflores.org.mx

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