PARADOJA: LA MUERTE VIVE EN HAITI

De Yahoo Noticias. PUERTO PRINCIPE (AP) - El cuerpo yace a un lado del camino que comunica a la capital de Haití. PUBLICIDAD Es una mujer, inclinada hacia atrás, con la mano izquierda sobre la frente. ¿Pudo haberse caído de un camión que trasladaba cuerpos a una fosa común cercana? Al parecer a nadie le importa. Los autobuses siguen de largo, sin detenerse. Así es la muerte en Haití. Los muertos _víctimas con frecuencia de golpes de estado, hambrunas o desastres naturales_ no impresionan a los vivos. Especialmente ahora. Las personas se cubren la nariz con camisas, dicen una oración y siguen adelante. Hay que sobrevivir. Pero ahora, las exigencias de la muerte sobrepasan los recursos de la vida en este país devastado. La morgue se queda sin espacio. El gobierno no tiene suficientes camiones para recoger los muertos. A la Cruz Roja se le acabaron los sacos para cadáveres, aunque más cuerpos están cubiertos por sábanas, o expuestos por completo. El presidente haitiano Rene Preval dijo esta semana que 7.000 de las 45.000 o 50.000 víctimas fatales del sismo fueron sepultadas en fosas comunes en días recientes. Otros dolientes tratan de sepultar a sus seres queridos por sus propios medios, en terrenos baldíos cercanos a calles transitadas. Y la muerte aún no termina: los enfermos se enferman aún más, los atrapados se desvanecen tras una espera de tres días, y el resto busca desesperadamente comida y agua. En Carrefour, una barriada al sur de la capital, un tractor recoge tal vez más de 3.000 cuerpos para incinerarlos, dijo el coordinador de protección civil Jean-Remy Bien-Aime. De hecho, las personas están incinerando cadáveres en un basurero cercano al mar. Alguien incluso arrojó un féretro a la gran montaña de basura en llamas con restos humanos. Las tumbas también se están multiplicando en las afueras rurales de Puerto Príncipe. Forman una fila junto al camino que lleva a la ciudad. En un sitio, los muertos están en una gran pila, mezclados con tierra roja y basura. En otro, los cuerpos hinchados están en fosas gigantes. Un tractor espera cerca, pero sin conductor. Cuatro de las fosas aún están abiertas, esperando los nuevos cuerpos que seguramente llegarán. Ante el caos reinante en Haití estos días, este lugar de descanso final para cientos, tal vez miles de personas es un oasis silencioso, e incluso bello. Reposa entre una serena bahía azul y una cadena de colinas. El único indicio de que la frenética ciudad de Puerto Príncipe está cercana es la persistente niebla marrón, la polución de la ciudad, que se mantiene sobre la bahía. Cuando un grupo de periodistas regresa a la ciudad, el cuerpo de la mujer aún permanece junto al camino. Nadie la ha recogido. Sólo viste un sucio pulover azul de una pieza. Tiene quemaduras en el rostro y cortadas en los pies. Su mano derecha sostiene una botella de agua, así que tal vez no se cayó de la camioneta de la morgue. ¿Habrá muerto en la calle? Luego su pierna izquierda parece moverse, casi imperceptiblemente como si el viento la hubiera empujado. ¿Podría ser? Se sienta. Su nombre es Berley Marie Lourde, tiene 50 años, y no ha comido en varios días. Su casa está en una villa cercana que no sufrió daños por el sismo. Pero dice que caminaba la mañana del viernes en busca de comida cuando se desmayó junto al camino. "Pensé que moriría en la calle", dijo. Los periodistas suben a la mujer en su camioneta y preguntan a las personas en una villa cercana si pueden ayudarla. Dicen que no. Allí también están hambrientos. "Tampoco tenemos comida", dijo una mujer. "No podemos aceptar más gente aquí".

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