EL EJERCITO MEXICANO

A Omar Zúñiga y Felipe Hakim, premiados a nivel nacional en periodismo. Por mucho que se quiera eludir y hacer como que todo es normal, en México, en algunas regiones dramáticamente, tenemos un grave problema de inseguridad que, en ciertas situaciones, se vuelve de ingobernabilidad. El gobierno federal ha sido incapaz de garantizarle a la población plena normalidad en sus actividades, teniendo como “mirones” u obstáculos a los niveles estatales y municipales de gobierno. Ante el avance descomunal de la llamada delincuencia organizada el último recurso de que se echó mano fue el empleo del ejército mexicano, los soldados, lo cual no es una estrategia más sino una medida de sobrevivencia del estado, sin la cual estaríamos ante realidades espeluznantes de un mayor dominio del terror de las fuerzas oscuras. Visto el poder del fuego y los actos de terrorismo de las bandas armadas que pululan por casi todos los rincones del país, del nivel de Irak y Afganistán, es un poco difícil de entender las críticas que se hacen al ejército mexicano, casi siempre facilonas y cómodas. En efecto, aunque no estaría muy seguro de ello podría afirmar que los soldados deben de estar en sus cuarteles, el problema es que estamos enfrentando la actividad sanguinaria de otro poder, el del narcotráfico, y no se tiene a la mano más que a los soldados para hacerle frente. Más nos vale confiar en ellos, apoyarlos y esperar que cumplan con su deber. El ejército mexicano no tiene la culpa de la forma en que llegó Calderón a la presidencia, no tiene porqué hacerse cargo de la orientación general de este gobierno panista, ni debe ver politizada su función. El ejército mexicano es una institución fundamental del estado mexicano para proteger a su población y a las instalaciones estratégicas. Difícilmente el país podría funcionar sin el ejército. Tampoco tiene que estar pagando eternamente su lamentable papel en 1968, cuando el asesino Gustavo Díaz Ordaz, los utilizó para reprimir estudiantes. Eso es pasado. El ejército de hoy está o debe estar sujeto absolutamente a las reglas de la democracia y del estado de derecho. La base principal de las fuerzas armadas proviene del pueblo pobre, trabajador; sus condiciones de trabajo no son las mejores ni muy reconocidas socialmente que digamos; muchos de ellos mueren en esta especie de guerra que se vive en México, mueren por algo que apenas han de entender y que asocian con México, que es su gente y el interés general. Cuando observamos las escenas de los enfrentamientos con las bandas armadas, los sicarios, y los arsenales decomisados, en cantidad y calidad para hacer guerras, no dejamos de ruborizarnos ante las críticas simples de políticos, periodistas, legisladores y analistas. Qué fácil, desde la tranquilidad del café, la computadora y la nómina pública, hacer todo tipo de recriminaciones a los mexicanos que están viéndole el rostro al crimen, que caminan entre las balas y que, cada vez más seguido, mueren dejando a sus hijos sin entender porqué, mientras otros ríen y exigen, ellos tiene que quedar huérfanos. Es evidente que las complicidades e ineptitudes de la presidencia de México habían producido unas fuerzas armadas no aptas para el desafío que representa la delincuencia organizada. No contaban con el profesionalismo y las capacidades que se requieren para una guerra de verdad. Ante la convocatoria y orden de Calderón, sospechoso de dar golpes espectaculares para tratar de legitimarse, el ejército respondió como era su deber. A tres años de esta situación que le fue impuesta el ejército tiene que volverse una fuerza moderna y eficaz, sin obviar su más estricto respeto a los derechos humanos. Mucho ayudaría en esta última línea que mantenga puentes con las organizaciones no gubernamentales y las comisiones–nacional y estatales- de derechos humanos. Mi posición está formulada desde la izquierda histórica, sin abandonar un centímetro de convicciones pero escandalizado ante el manoseo demagógico y oportunista que se hace con la labor del ejército mexicano, al que debemos preferir y apoyar. Recadito: Gran fiesta, posada y baile, para cerrar la celebración de los 20 años del MOPI: 20 de diciembre en Xalapa. Xalapa-Equez., Ver., a 11 de diciembre de 2009. Uriel Flores Aguayo. www.urielflores.org.mx

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