Manifiesto al pueblo de México
AL PUEBLO DE MÉXICO
Como es aceptado por casi todos, México atraviesa por una de las crisis más severas de su historia reciente. Es algo más profundo que una simple recaída económica. Se trata de un proceso de degradación progresiva que afecta a todos los órdenes de la vida pública y de la convivencia social.
Desde nuestro punto de vista, esta decadencia ha sido ocasionada por un grupo minoritario que ha venido imponiendo una política de pillaje, contraria al interés nacional.
La actual oligarquía se conformó desde el gobierno de Carlos Salinas cuando un puñado de traficantes de influencias, inició, al amparo del poder público, el despojo de bienes de la nación y del pueblo, con el engaño de una supuesta modernización del país. El modelo llamado neoliberal, más bien de corrupción y saqueo, se consolidó con los gobiernos de Zedillo, Fox y Calderón.
Este grupo de potentados, con el paso del tiempo, fue adquiriendo poder político hasta situarse por encima de las instituciones constitucionales. En los hechos, ellos son los que verdaderamente mandan en el país. Deciden sobre cuestiones fundamentales en la Cámara de Diputados y en el Senado, en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el Instituto y en el Tribunal Electoral, en la Procuraduría General de la República, en la Secretaría de Hacienda y en los partidos Acción Nacional y Revolucionario Institucional. Además, poseen o controlan la mayor parte de los medios de comunicación del país.
Con ese poder omnímodo, la oligarquía ha logrado mantener y acrecentar sus privilegios, condenando a la mayoría del pueblo al sufrimiento, al destierro y a la sobrevivencia. Es innegable que en los últimos 25 años unos cuantos mexicanos acumularon riquezas, como no ha sucedido en ninguna otra parte del mundo, pero en contraste, México es uno de los países con mayor desigualdad económica y social en todo el planeta. La riqueza de unos pocos se ha edificado con la miseria de otros muchos y éste es el origen de los males que aquejan y atormentan a la nación.
Desde luego, nuestra visión de la realidad no es compartida por los culpables de la tragedia nacional y sus secuaces. Por el contrario, ellos no sólo eluden su responsabilidad, sino que ante el desastre que han causado maniobran tenazmente para continuar engañando y confundiendo. Actualmente, sus voceros, con análisis superficiales y simplistas, atribuyen la crisis a factores externos, a la falta de culminación de las llamadas reformas estructurales o a las fallas de los políticos. Inclusive, está de moda que los otrora defensores de Calderón, hoy achaquen la debacle a su ineptitud y a la inexperiencia de los gobiernos del PAN, soslayando deliberadamente las causas de fondo.
Sin embargo, nosotros vemos las cosas de otra manera. Sostenemos que la crisis se agravó cuando la oligarquía decidió imponer a Felipe Calderón para impedir un verdadero cambio. Como es lógico, y lo advertimos en su momento, es difícil gobernar luego de un fraude electoral, sin legitimidad ni autoridad moral y política. Además, en un entorno de crisis, era prácticamente imposible que Calderón pudiese ejercer el poder, atado a los intereses creados y aplicando la misma política antipopular y entreguista de sus antecesores. Desde su origen, el gobierno espurio estaba condenado al fracaso.
Pero no nos confundamos, la caída de Calderón después del 5 de julio, no significa que los que realmente mandan y deciden en el país hayan perdido fuerza. Una vez más estamos siendo testigos de la restauración del mismo régimen, una operación que antes se llevaba a cabo al final de cada sexenio y que ahora, por la descomposición social y la falta de decisión para enfrentar los problemas, se tiene que efectuar cuando el gobierno de Calderón ni siquiera ha cumplido tres años.
Esto explica por qué la oligarquía impulsó o cuando menos permitió que, con dinero a raudales y con el apoyo de los medios de comunicación, resurgiera el PRI y con éste progresara la intentona de imponer a Enrique Peña Nieto como candidato a la Presidencia de la República en 2012, para seguir manteniendo la misma política de corrupción y privilegios. Todo esto sin pensar en el deterioro de la vida pública ni en la postración del pueblo; eso es lo que menos les preocupa. Es más, son tan desalmados que no les importó convertir a Calderón en un chivo expiatorio.
También tengamos en cuenta que los potentados no están dispuestos a permitir ningún cambio que ayude realmente a enfrentar la crisis económica. Para ellos es intrascendente que México sea uno de los países con menor crecimiento en el mundo o que no se generen empleos. Les da igual que se deje sin apoyo a los productores del campo, a los pequeños y medianos empresarios o que se termine de arruinar la industria eléctrica y la del petróleo. En su estrategia seguirán protegiendo a los monopolios, utilizando el presupuesto público y las reservas internacionales del Banco de México para rescatar y favorecer a banqueros y a grandes empresarios. Sin duda, en la próxima legislatura, en vez de reformar las leyes fiscales para que los potentados paguen impuestos en proporción a sus ganancias, tratarán de cobrar IVA por la comida y los medicamentos, y harán todo lo posible para recaudar más, aumentando el precio de las gasolinas, de la luz y de otros bienes y servicios. Por lo mismo, cuando se tenga que aprobar el nuevo presupuesto, antes de cancelar los privilegios de la alta burocracia, estarán a favor de recortar el gasto destinado a programas sociales.
Pero lo más grave es que no se hará nada, absolutamente nada, para detener la descomposición social que ha llevado a la inseguridad y a la violencia. Nunca aceptarán que a millones de mexicanos, en particular a los jóvenes, se les ha cancelado el futuro pues no tienen oportunidades de trabajo ni de estudios y sólo les han dejado el camino de la migración o de las conductas antisociales. Van a seguir queriendo resolver este problema eminentemente social con medidas coercitivas, sin tomar en cuenta que la paz y la tranquilidad son fruto de la justicia.
En pocas palabras, desgraciadamente, no vemos en el corto plazo ninguna posibilidad de que las cosas mejoren en beneficio de las mayorías. Todo indica que persistirá la degradación del país. En consecuencia, la única alternativa que se tiene es seguir luchando hasta derrotar a la oligarquía en el terreno político, de manera pacífica, para hacer valer la democracia y establecer un gobierno que combata la codicia y la corrupción, distribuya con justicia las riquezas de México y garantice el bienestar y la felicidad del pueblo.
En esta nueva etapa, considero que los integrantes de nuestro movimiento y todos aquellos ciudadanos concientes y dispuestos a contribuir a la transformación del país, debemos cumplir de acuerdo con nuestras posibilidades las siguientes tareas:
1. Trabajar cotidianamente en la organización del pueblo. Es necesario tener claro que si no hay un cambio profundo no se puede enfrentar la decadencia que se padece ni mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la población. Asimismo, debe tenerse presente que esta transformación sólo podrá darse de abajo hacia arriba, con el criterio de que sólo el pueblo puede salvar al pueblo. Sin la voluntad y la decisión de la gente no se puede enfrentar a la oligarquía que posee inmensas riquezas y controla los medios de comunicación.
2. Para hacer este trabajo de concientización y de organización es indispensable continuar sumando a más representantes del gobierno legítimo, a partir de consolidar los comités municipales y crear nuevos comités en barrios, colonias, unidades habitacionales, pueblos y comunidades del país.
3. Es fundamental seguir creando redes alternativas de información para romper el bloqueo, resistir el embate de nuestros adversarios y contrarrestar la manipulación de los medios de comunicación. Debe tenerse muy presente que el principal instrumento de dominación que tiene la oligarquía es el control que ejerce a través de la televisión, la radio y la mayor parte de la prensa escrita.
4. Estar atentos para detener, con la denuncia y la movilización ciudadana, como lo hicimos en el caso del petróleo, todo aquello que signifique nuevos retrocesos, en particular, no permitir el cobro del IVA en medicinas y alimentos; la reducción del presupuesto a la educación, la salud y la seguridad social; la llamada reforma laboral; el aumento de los precios de las gasolinas, la luz, el diesel y otros bienes y servicios; y la violación sistemática de los derechos humanos. En esta tarea mantendremos una estrecha coordinación con los diputados y senadores afines al movimiento.
5. Seguir insistiendo en la defensa de la economía popular y del petróleo. Consolidar el funcionamiento de las casas del movimiento para organizar a la gente y frenar los cobros excesivos en luz, predial, agua, créditos hipotecarios y otros servicios. Dar seguimiento permanente a la entrega de contratos de PEMEX y combatir las privatizaciones, el contratismo y la corrupción en los gobiernos.
Amigas y amigos:
Es larga la travesía. Enfrentamos intereses muy poderosos, se requerirá de muchas fatigas, pero siempre será mayor la satisfacción que produce el luchar por nuestros ideales y por causas justas.
De cada uno de nosotros depende el destino del país. No nos desanimemos, no nos detengamos y, sobre todo, no dejemos de luchar.
La mafia del poder en México se cree invencible, pero recordemos, como decía Hidalgo, que “el poder de los reyes es demasiado débil cuando gobiernan contra la voluntad de los pueblos”.
Andrés Manuel López Obrador Presidente Legítimo de México AL PUEBLO DE MÉXICO
Como es aceptado por casi todos, México atraviesa por una de las crisis más severas de su historia reciente. Es algo más profundo que una simple recaída económica. Se trata de un proceso de degradación progresiva que afecta a todos los órdenes de la vida pública y de la convivencia social.
Desde nuestro punto de vista, esta decadencia ha sido ocasionada por un grupo minoritario que ha venido imponiendo una política de pillaje, contraria al interés nacional.
La actual oligarquía se conformó desde el gobierno de Carlos Salinas cuando un puñado de traficantes de influencias, inició, al amparo del poder público, el despojo de bienes de la nación y del pueblo, con el engaño de una supuesta modernización del país. El modelo llamado neoliberal, más bien de corrupción y saqueo, se consolidó con los gobiernos de Zedillo, Fox y Calderón.
Este grupo de potentados, con el paso del tiempo, fue adquiriendo poder político hasta situarse por encima de las instituciones constitucionales. En los hechos, ellos son los que verdaderamente mandan en el país. Deciden sobre cuestiones fundamentales en la Cámara de Diputados y en el Senado, en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el Instituto y en el Tribunal Electoral, en la Procuraduría General de la República, en la Secretaría de Hacienda y en los partidos Acción Nacional y Revolucionario Institucional. Además, poseen o controlan la mayor parte de los medios de comunicación del país.
Con ese poder omnímodo, la oligarquía ha logrado mantener y acrecentar sus privilegios, condenando a la mayoría del pueblo al sufrimiento, al destierro y a la sobrevivencia. Es innegable que en los últimos 25 años unos cuantos mexicanos acumularon riquezas, como no ha sucedido en ninguna otra parte del mundo, pero en contraste, México es uno de los países con mayor desigualdad económica y social en todo el planeta. La riqueza de unos pocos se ha edificado con la miseria de otros muchos y éste es el origen de los males que aquejan y atormentan a la nación.
Desde luego, nuestra visión de la realidad no es compartida por los culpables de la tragedia nacional y sus secuaces. Por el contrario, ellos no sólo eluden su responsabilidad, sino que ante el desastre que han causado maniobran tenazmente para continuar engañando y confundiendo. Actualmente, sus voceros, con análisis superficiales y simplistas, atribuyen la crisis a factores externos, a la falta de culminación de las llamadas reformas estructurales o a las fallas de los políticos. Inclusive, está de moda que los otrora defensores de Calderón, hoy achaquen la debacle a su ineptitud y a la inexperiencia de los gobiernos del PAN, soslayando deliberadamente las causas de fondo.
Sin embargo, nosotros vemos las cosas de otra manera. Sostenemos que la crisis se agravó cuando la oligarquía decidió imponer a Felipe Calderón para impedir un verdadero cambio. Como es lógico, y lo advertimos en su momento, es difícil gobernar luego de un fraude electoral, sin legitimidad ni autoridad moral y política. Además, en un entorno de crisis, era prácticamente imposible que Calderón pudiese ejercer el poder, atado a los intereses creados y aplicando la misma política antipopular y entreguista de sus antecesores. Desde su origen, el gobierno espurio estaba condenado al fracaso.
Pero no nos confundamos, la caída de Calderón después del 5 de julio, no significa que los que realmente mandan y deciden en el país hayan perdido fuerza. Una vez más estamos siendo testigos de la restauración del mismo régimen, una operación que antes se llevaba a cabo al final de cada sexenio y que ahora, por la descomposición social y la falta de decisión para enfrentar los problemas, se tiene que efectuar cuando el gobierno de Calderón ni siquiera ha cumplido tres años.
Esto explica por qué la oligarquía impulsó o cuando menos permitió que, con dinero a raudales y con el apoyo de los medios de comunicación, resurgiera el PRI y con éste progresara la intentona de imponer a Enrique Peña Nieto como candidato a la Presidencia de la República en 2012, para seguir manteniendo la misma política de corrupción y privilegios. Todo esto sin pensar en el deterioro de la vida pública ni en la postración del pueblo; eso es lo que menos les preocupa. Es más, son tan desalmados que no les importó convertir a Calderón en un chivo expiatorio.
También tengamos en cuenta que los potentados no están dispuestos a permitir ningún cambio que ayude realmente a enfrentar la crisis económica. Para ellos es intrascendente que México sea uno de los países con menor crecimiento en el mundo o que no se generen empleos. Les da igual que se deje sin apoyo a los productores del campo, a los pequeños y medianos empresarios o que se termine de arruinar la industria eléctrica y la del petróleo. En su estrategia seguirán protegiendo a los monopolios, utilizando el presupuesto público y las reservas internacionales del Banco de México para rescatar y favorecer a banqueros y a grandes empresarios. Sin duda, en la próxima legislatura, en vez de reformar las leyes fiscales para que los potentados paguen impuestos en proporción a sus ganancias, tratarán de cobrar IVA por la comida y los medicamentos, y harán todo lo posible para recaudar más, aumentando el precio de las gasolinas, de la luz y de otros bienes y servicios. Por lo mismo, cuando se tenga que aprobar el nuevo presupuesto, antes de cancelar los privilegios de la alta burocracia, estarán a favor de recortar el gasto destinado a programas sociales.
Pero lo más grave es que no se hará nada, absolutamente nada, para detener la descomposición social que ha llevado a la inseguridad y a la violencia. Nunca aceptarán que a millones de mexicanos, en particular a los jóvenes, se les ha cancelado el futuro pues no tienen oportunidades de trabajo ni de estudios y sólo les han dejado el camino de la migración o de las conductas antisociales. Van a seguir queriendo resolver este problema eminentemente social con medidas coercitivas, sin tomar en cuenta que la paz y la tranquilidad son fruto de la justicia.
En pocas palabras, desgraciadamente, no vemos en el corto plazo ninguna posibilidad de que las cosas mejoren en beneficio de las mayorías. Todo indica que persistirá la degradación del país. En consecuencia, la única alternativa que se tiene es seguir luchando hasta derrotar a la oligarquía en el terreno político, de manera pacífica, para hacer valer la democracia y establecer un gobierno que combata la codicia y la corrupción, distribuya con justicia las riquezas de México y garantice el bienestar y la felicidad del pueblo.
En esta nueva etapa, considero que los integrantes de nuestro movimiento y todos aquellos ciudadanos concientes y dispuestos a contribuir a la transformación del país, debemos cumplir de acuerdo con nuestras posibilidades las siguientes tareas:
1. Trabajar cotidianamente en la organización del pueblo. Es necesario tener claro que si no hay un cambio profundo no se puede enfrentar la decadencia que se padece ni mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la población. Asimismo, debe tenerse presente que esta transformación sólo podrá darse de abajo hacia arriba, con el criterio de que sólo el pueblo puede salvar al pueblo. Sin la voluntad y la decisión de la gente no se puede enfrentar a la oligarquía que posee inmensas riquezas y controla los medios de comunicación.
2. Para hacer este trabajo de concientización y de organización es indispensable continuar sumando a más representantes del gobierno legítimo, a partir de consolidar los comités municipales y crear nuevos comités en barrios, colonias, unidades habitacionales, pueblos y comunidades del país.
3. Es fundamental seguir creando redes alternativas de información para romper el bloqueo, resistir el embate de nuestros adversarios y contrarrestar la manipulación de los medios de comunicación. Debe tenerse muy presente que el principal instrumento de dominación que tiene la oligarquía es el control que ejerce a través de la televisión, la radio y la mayor parte de la prensa escrita.
4. Estar atentos para detener, con la denuncia y la movilización ciudadana, como lo hicimos en el caso del petróleo, todo aquello que signifique nuevos retrocesos, en particular, no permitir el cobro del IVA en medicinas y alimentos; la reducción del presupuesto a la educación, la salud y la seguridad social; la llamada reforma laboral; el aumento de los precios de las gasolinas, la luz, el diesel y otros bienes y servicios; y la violación sistemática de los derechos humanos. En esta tarea mantendremos una estrecha coordinación con los diputados y senadores afines al movimiento.
5. Seguir insistiendo en la defensa de la economía popular y del petróleo. Consolidar el funcionamiento de las casas del movimiento para organizar a la gente y frenar los cobros excesivos en luz, predial, agua, créditos hipotecarios y otros servicios. Dar seguimiento permanente a la entrega de contratos de PEMEX y combatir las privatizaciones, el contratismo y la corrupción en los gobiernos.
Amigas y amigos:
Es larga la travesía. Enfrentamos intereses muy poderosos, se requerirá de muchas fatigas, pero siempre será mayor la satisfacción que produce el luchar por nuestros ideales y por causas justas.
De cada uno de nosotros depende el destino del país. No nos desanimemos, no nos detengamos y, sobre todo, no dejemos de luchar.
La mafia del poder en México se cree invencible, pero recordemos, como decía Hidalgo, que “el poder de los reyes es demasiado débil cuando gobiernan contra la voluntad de los pueblos”.
Andrés Manuel López Obrador Presidente Legítimo de México
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